Antes de anunciar la guerra contra las drogas, el presidente Felipe Calderón ordenó generosas remuneraciones para los generales del Ejército, a quienes “armó” con incrementos salariales que rondaron el 1,000 por ciento. Los militares de menor rango –soldados y cabos– no correrían con la misma suerte, aunque también serían recompensados.
Una investigación de EMEEQUIS, basada en información obtenida a través de mecanismos de transparencia, revela que bastó que sonaran los tambores para que un General de División pasara de ganar 14 mil 602 pesos mensuales, en 2006, a percibir 171 mil 792 pesos al mes durante 2007, un aumento bruto nominal de 1,076 por ciento.
Los tabuladores oficiales de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) también muestran que lo mismo ocurrió con los Generales de Brigada y los Generales Brigadier, quienes vieron crecer sus ingresos en 1,008 y 802 por ciento, respectivamente. En el último año de Vicente Fox como presidente de México, el sueldo de un General de Brigada era de 13 mil 701 pesos al mes; para el primer año de gobierno de Calderón el monto creció a 151 mil 753 pesos; en el caso de los Generales Brigadier el incremento pasó de 12 mil 752 pesos a 115 mil.
Militares y exmilitares consultados por esta revista digital explican que históricamente se habían pagado “sobresueldos” a los altos mandos del Ejército. Juan Ibarrola, especialista en las Fuerzas Armadas, cuenta que los ingresos extra se otorgaban de forma discrecional a partir de las responsabilidades que se les asignaban y la antigüedad en la milicia.
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Las fuentes de información comentan que, además del salario nominal, los altos mandos del Ejército han recibido históricamente otro tipo de compensaciones, como el denominado “Nivel”, que muchas veces excede el sueldo base, y la “Perseverancia”, un bono que incrementa entre 5 y 10% cada cinco años y que es determinado por la antigüedad, el rango y el grado de estudios, pero la nómina oficial de la Sedena, a la que tuvo acceso este medio, no refleja dichos ingresos.
Antes de que los jefes militares recibieran estos aumentos, Calderón había prometido en tres ocasiones incrementar los beneficios para los miembros de las Fuerzas Armadas. La condición oculta detrás de aquella oferta era jugarse la vida enfrentando al “nuevo narco”, esa generación que comenzó con la propagación de decapitados, descuartizados y narcomensajes por todo el país.
Rubén Aguilar Valenzuela, exvocero de Vicente Fox y coautor del libro El narco: la guerra fallida, comenta en entrevista que factores como la falta de legitimidad al tomar el mando del país y los niveles extraordinarios de crueldad con los que actuaba el narco, confluyeron para que Calderón decidiera virar hacia una declaratoria de guerra.
Entre los antecedentes más recordados se encuentra un episodio atroz, ocurrido dos días después de que el Tribunal Electoral declarara a Felipe Calderón Hinojosa presidente electo de México, cuando todavía era presidente Vicente Fox (Calderón asumió el 1 de diciembre de 2006). Aquel día, la prensa reportó que un comando armado irrumpió en un centro nocturno de Uruapan, Michoacán, amagó a los asistentes, disparó al techo y tiró cinco cabezas humanas en la pista de baile.
A MAYOR RANGO, MÁS AUMENTO
Mientras los generales iban a la guerra contra las drogas con aumentos salariales de 1000%, los militares de bajo rango también recibían incrementos, aunque sustancialmente menores. El incremento para los soldados representó apenas 48% más de lo que recibían con Fox. Es decir, la mayoría de los miembros del Ejército pasaron de ganar 3 mil 800 pesos en 2006, a percibir 5 mil 600 en 2007.
Una base de datos elaborada por EMEEQUIS muestra que los aumentos otorgados por Calderón obedecieron a criterios desiguales: a mayor rango, mejor incremento de salario.
Los coroneles pasaron de ganar 11 mil pesos en 2006, a 86 mil en 2007, lo que significó un alza de 682 por ciento. Los tenientes coroneles y los mayores se vieron beneficiados con 444 y 353 por ciento, respectivamente. A los capitanes primeros y segundos, tampoco les fue mal: sus recibos registraron picos de 344 y 349 por ciento, mientras que los tenientes y subtenientes pudieron sumarle 163 y 127 por ciento al salario al que se habían habituado durante el foxismo.
Los incrementos bajan de tres a dos dígitos porcentuales en los escalafones menores: 41 y 42 por ciento en el caso de los sargentos primeros y segundos. Y aunque beneficiados, los cabos y soldados obtuvieron 46 y 48 por ciento, respectivamente.
El Sargento S. se anima a contar su caso a EMEEQUIS porque se siente agradecido con Calderón. Ingresó al Ejército en 2002 seducido por la imagen del video de “La incondicional”, donde el cantante Luis Miguel aparece vistiendo el uniforme verde olivo. Aún recuerda que durante el foxismo su salario como soldado raso rondaba los 3 mil 200 pesos mensuales.
Cuando recibió su primer aumento, ya había ascendido a cabo. Fue como cada quincena con el pagador y, al ver su talón, advirtió que venía un retroactivo del aumento salarial: 500 pesos extra por quincena caída.
“En su sexenio (el de Calderón) fueron seis aumentos aproximadamente, en un año nos llegaron tres”, cuenta.
Los tabuladores oficiales indican que en el primer año del calderonismo los cabos llegaron a ganar 6 mil pesos mensuales.
Con aquel sueldo ya podía disfrutar de ciertos “lujos”: salir a pasear, comprar un par de cervezas y pasar tiempo con los amigos, pero sobre todo apoyar al hogar. Parte de ese aumento fue para ayudar económicamente a su mamá.
Así como él, soldados y sargentos también fueron a la guerra con el “respaldo” del gobierno, que ellos veían reflejado en los beneficios económicos. Aun con ello, al final del sexenio sólo 65 miembros de las Fuerzas Armadas fueron condecorados por Mérito en la campaña contra el narcotráfico, tras haber perdido la vida. La Secretaría reportó más de mil defunciones de militares activos en la administración de Calderón, sin especificar si éstas fueron consecuencia del combate al narcotráfico.
EMEEQUIS solicitó posturas tanto del expresidente Calderón como de la Sedena, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
ADIÓS AL EMPLEO, VAMOS A LA GUERRA
Los planes de Calderón, quien prometió en campaña convertirse en el “presidente del empleo”, cambiarían durante el periodo de transición. Ya como presidente, el eslogan gubernamental “para que la droga no llegue a tus hijos” definiría la ruta de un sexenio que imprimió visibilidad a los temas de seguridad.
Por eso, desde su primer día como presidente con la bandera de México izándose y el humo de los cañonazos posándose sobre el prado del Campo Marte, los altos mandos y la tropa le escucharon decir: “Sé bien que con el ingreso que tienen es difícil proporcionarle a los suyos una vida digna. Por eso seré un presidente que se ocupe de sus soldados y sus marinos, que trabaje junto con el Congreso para atender sus condiciones de vida, porque sé muy bien que es la hora de velar por la tropa”.
Diez días después, el Ejército tenía la instrucción de combatir al narco en la tierra que vio nacer al recién estrenado presidente. El 11 de diciembre, armados con jugosos sueldos, los generales comandaron a 4 mil 260 elementos y 19 binomios canófilos en la Operación Conjunta Michoacán, una acción bélica que quedaría marcada como el banderazo de salida de la lucha frontal del gobierno mexicano contra el crimen organizado.
Poco después las calles de Apatzingán se pintaron de olivo, como el uniforme militar que portó por primera vez en público un presidente civil. Fue ese día, el 3 de enero de 2007, cuando Calderón hizo la siguiente promesa: aumentar 24 por ciento el gasto destinado a la Sedena. Y a modo de presagio, advirtió: “Reitero que ésta no es una tarea fácil ni será rápida; que tomará mucho tiempo, implicará enormes recursos de los mexicanos, incluso, la pérdida lamentable de vidas humanas”.
Un mes después, el 19 de febrero, Día del Ejército, dio más detalles: habría incrementos salariales, reconocimientos de mil pesos mensuales y créditos para vivienda.
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Así, al recibir el sobre con su sueldo, los militares de altos rangos fueron descubriendo el concepto de “compensación garantizada”, un nuevo ingreso que para los generales representaba entre 99 mil y 153 mil pesos mensuales extras y que homologaba los salarios según el rango. Los estaban enviando a la guerra con los bolsillos llenos.
Aunado a las alzas salariales, la estrategia contra el crimen organizado dejaría durante el calderonismo un saldo de más de 102 mil homicidios dolosos, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). El último año del gobierno foxista se registraron 10 carpetas de investigación sobre homicidio doloso por cada 100 mil habitantes, mientras que al término del sexenio de Calderón el número subió a 19.
Más de 300 bajas formaban parte del Ejército. La guerra, como se había advertido, tenía sus consecuencias. La estampida de violencia también detonó el crecimiento de varios de delitos, como la extorsión y el secuestro, e incrementó las denuncias de personas ilocalizables. Al final de su sexenio se hablaba de un desaparecido cada dos horas.
Además de la escalada de violencia, otro de los costos poco explorados de la guerra de Calderón es el destino de los recursos económicos. En el último año del foxismo, 2006, la Sedena tuvo un presupuesto de 26 mil millones de pesos. Al michoacano debió parecerle una cifra insuficiente porque año con año incrementó la partida destinada al Ejército, hasta otorgar 61 mil millones en 2012.
Un análisis a la cuenta pública realizado por esta revista digital indica que, en promedio, 71 por ciento de ese presupuesto fue destinado al aumento salarial y beneficios para los miembros de las Fuerzas Armadas, mientras que solo el 11 por ciento fue orientado a la compra de los materiales y suministros que los combatientes usarían en el campo de batalla. Calderón parece haber escudado con salarios sólidos a sus activos de guerra: los militares.
GALVÁN PIDIÓ LOS AUMENTOS
La historia que corre por los cuarteles, según narra César Gutiérrez Priego, experto en derecho militar, es que cuando Calderón le plantea la lucha contra el crimen organizado al general Guillermo Galván Galván, quien tomaría el mando de la Sedena, éste se comprometió a que los militares acatarían la orden presidencial, pero, para tener mayores resultados, le solicitó al presidente mejorar las condiciones salariales del personal.
“Era ofrendar la vida a cambio de los beneficios”, afirma el especialista en Seguridad Nacional por el ITAM e hijo del general Jesús Gutiérrez Rebollo.
Esta medida, detalla, trajo como consecuencia la disminución de la principal razón de bajas en las Fuerzas Armadas, las deserciones, que históricamente se acumulan en los miembros de menores beneficios: la tropa.
En el sexenio de Fox desertaron en promedio 16 mil 800 militares cada año; en contraste, en 2008, cuando los estímulos económicos y sociales comenzaron a sentirse dentro del gremio militar, las dimisiones disminuyeron 45 por ciento: la Sedena registró 9 mil 112 deserciones en el segundo año del gobierno de Calderón. Después de ese primer bajón no hubo rebote: a lo largo de la administración calderonista este rubro se mantuvo a la baja.
El Sargento S., un hombre de piel tostada que acumula 17 años de servicio activo en el Ejército, ha visto las balas volar sobre los cascos, ha visto caer a varios compañeros. A su juicio, aquellos bajos salarios coadyuvaron a fortalecer los brazos armados del crimen organizado, incrementando los niveles de inseguridad en ciertas zonas del país.
Lo dice un militar que formó parte del Cuerpo de Fuerzas Especiales de México y que, como parte de su entrenamiento, tuvo que matar a un perro a sangre fría y comérselo durante una prueba de supervivencia. “Ese tipo de entrenamientos son los que te forjan el carácter, lo que te hace salir a hacer tu trabajo”, explica. Uniformados con ese tipo de entrenamiento fueron los que desertaron para enrolarse con Los Zetas y otros grupos del crimen organizado.
En su libro La Tropa, los periodistas Daniela Rea y Pablo Ferri narran que como parte del adiestramiento de un grupo de élite se implementó robar una perra recién parida, para luego descuartizarla a mano limpia y comérsela. Asimismo, hacen referencia a la investigación de la académica Guadalupe Correa-Cabrera, quien en Los Zetas Inc. explica cómo Los Zetas nacieron de la deserción del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales.
“Se va gente preparada que imparte parte de sus conocimientos, por eso no ha sido lo mismo pelear contra un delincuente común a tener una confrontación con alguien que sabe tus mismas técnicas”, dice el Sargento S., quien se ha enfrentado a sus propios excompañeros en los campos de batalla.
“VALEMOS MÁS MUERTOS QUE VIVOS”
“Oye, ¿ya te sabes el nuevo borrego”, se comentaba en un cuartel de Michoacán en 2007. “Dicen que sí viene el aumento y con retroactivo”, terminaba la frase quien divulgaba el borrego, un chisme en la jerga militar. Aun con el rumor que se esparcía en los cuarteles, la tropa dudaba que las promesas de Calderón fueran a materializarse.
Para lograrlo, Felipe Calderón hizo 24 modificaciones, por medio de 13 decretos, a las 11 leyes y códigos que competen al gremio militar a lo largo de su sexenio. El análisis de los decretos presidenciales que se han realizado desde 1933 a la fecha, realizado por este medio, concluye que no ha habido ningún otro presidente en la historia de México que haya realizado tantos cambios en materia legislativa en esta área.
No sólo fueron el aumento salarial, las compensaciones y los créditos para vivienda, Calderón dejó estipulada una amplia gama de derechos para el gremio militar que fueron desde mayores derechos médicos para los familiares cercanos, hasta becas de manutención y escolares.
Por ejemplo, desde 2009, cuando se decretó que los hijos de militares activos, retirados o desaparecidos podrían ser acreedores a becas estudiantiles, a 2018, el Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas (ISSFAM) ha otorgado 155 mil 395 apoyos.
A los hijos de militares en edad escolar, con promedio de 8.5 o más, se les otorga un apoyo de 5 mil pesos por cada ciclo escolar; sin embargo, así como los beneficios con Calderón fueron desiguales, lo han sido las becas: a mayor nivel de estudios, mayor apoyo.
De esto dan cuenta los acuerdos que ha celebrado el ISSFAM con instituciones educativas que han llevado a los descendientes de la milicia a estudiar en escuelas como el ITAM, la IBERO, la Universidad Panamericana o la Anáhuac, a los que ofrecen descuentos en inscripción, reinscripción y colegiaturas que van del 15 hasta el 50 por ciento.
Hubo también decretos a favor de los militares retirados, así como la orden de ascensos post mortem para aquellos soldados que fallecieron en el campo de batalla, una garantía para la protección económica de los hijos que perdieron a un padre militar, ya sea por muerte o desaparición.
“Valemos más muertos que vivos”, dice después de una carcajada el Sargento S., cuando se le pregunta sobre el tema.
Información obtenida vía mecanismos de transparencia revela que en el sexenio de Felipe Calderón murieron en total 361 militares en activo, más del 82% eran parte de la tropa: soldados, cabos, cadetes y sargentos. Seis de cada 10 fallecieron por agresiones con arma de fuego o fueron ejecutados. Ninguno era general de división, de brigada o brigadier.
En ese tiempo, los militares se sintieron motivados por la generosa retribución del gobierno. “A final de cuentas, en caso de que falleciéramos en el trabajo, todas las mejoras o todo lo bueno era para la familia, que en sí es lo que todos buscamos, un bienestar para la familia”, comenta el Sargento S.
El militar asegura que aquellos aumentos fueron la moneda de cambio que los hizo comprometerse con la guerra contra el narcotráfico, una guerra que él mismo sigue peleando y cuyo final, vaticina, no está cerca.
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@alecrail