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El fentanilo y su origen brumoso

Ubicar donde se produce el fentanilo puede ayudar a su combate, pero no aligerar las presiones estadounidenses sobre México, cuando en realidad el problema son las rutas que se usan para traficarlo, y el que las aduanas de Lázaro Cárdenas y Manzanillo sean una coladera para los precursores chinos pese a estar bajo control de los militares

Por Emequis
5 / 05 / 23
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CONFIDENTE EMEEQUIS


EMEEQUIS. Resolver dónde se produce el fentanilo puede ayudar a su combate a nivel internacional, pero no aliviará las presiones que ya se ejercen sobre las autoridades mexicanas para que impidan su trasiego a los Estados Unidos. 

Ya en el pasado se han producido desencuentros más que agrios sobre la procedencia de la cocaína, cuando el problema son en realidad las rutas de tráfico con que cuentan los narcotraficantes y que permiten los traslados de Colombia a Estados Unidos, pero pasando por territorio mexicano. 

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Al final del día, todos saben, y en ello sí hay acuerdo, en que lo que aceita el negocio es la demanda que hay en Estados Unidos para toda clase de drogas.

Aunque no se admita con facilidad, hay una convergencia en las posiciones conservadoras respecto a la política de drogas que debe imperar, aunque esto sea distorsionado por el ruido que generan las diferencias en la táctica, que no en la estrategia. 

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Las corrientes prohibicionistas son poderosas en ambos lados de la frontera.

Pero, en lo que no hay debate alguno, es que llegan de China precursores de la droga que, al menos, tienen un acabado en forma de pastillas en los laboratorios del Cártel de Sinaloa y que luego se hacen los traslados al norte del río Bravo ya como fentanilo.

Es decir, los puertos de Lázaro Cárdenas y de Manzanillo son una coladera por la que se filtran toda clase de productos. Es un tema de la mayor importancia, porque las aduanas están militarizadas.

Los problemas que aquejan a los puertos no son un asunto novedoso, e inclusive generaron situaciones más que delicadas desde el periodo de Felipe Calderón, cuando parte de las indagatorias sobre el llamado Michoacanazo, tenían que ver con las redes que ya existían de comercio ilegal con organizaciones chinas.

En aquellos días lo que urgía era detener los desvíos de precursores que entraban por medio de argucias del contrabando técnico, y luego se desviaban para la fabricación de metanfetaminas. 

A nadie escapa que ahora se afronta una situación de carácter similar, en la que más que enojarse, lo que deben hacer las áreas de seguridad es actuar con precisión e inclusive utilizar la información que pueda proporcionarles la DEA.

Finalmente, lo que a todos debiera inquietar, es que una droga tan potente como el fentanilo, pueda circular en los dos países y sin que se aprecie, por lo pronto, que ello se pueda disminuir o cuando menos controlar.

Eso es lo que más preocupa a las agencias de seguridad en los Estados Unidos, las que insisten en que la producción se hace en nuestro país, pero que en todo caso lo que exigen es que se den pasos importantes para evitar el tráfico ilegal. 

Por ello se han realizado encuentros bilaterales, en los que se ha dejado muy claro la alta prioridad que le dan en Washington al asunto. 

Tampoco es que no se reconozcan las dificultades de revisión en los patios del puerto, donde solo una pequeña parte de los contenedores pueden ser revisados a cabalidad, lo que se suma a las redes de protección con que cuentan las organizaciones del crimen organizado. 

Son negocios millonarios y que van adquiriendo mayores rangos de sofisticación, para evitar la acción de las policías.

Es un fenómeno que se observa en otros lugares del mundo. Por ejemplo, en Marsella, en Francia, hay toda una indagatoria sobre el ingreso de droga proveniente, sobre todo, de México y de Colombia, cuya logística es planificada desde Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. 

Quizá el gobierno de López Obrador pueda ganar la discusión sobre la no producción del fentanilo, pero no hay modo de que ello se traduzca en un éxito en términos de lucha contra el crimen. 

Además, es una batalla extraña, porque no proviene de logro alguno, sino de tratar de demostrar que los narcotraficantes mexicanos son solo un eslabón más en una cadena que tiene su origen en las mafias chinas.

Lo urgente, en todo caso, es implementar operaciones puntuales contra las organizaciones criminales, más allá de si troquelan pastillas o las producen, que, en términos estrictos, no cambia mucha el relato sobre el fentanilo que inunda las ciudades de Estados Unidos y que ingresa desde México.

@jandradej

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Emequis



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