SOBRE EL AUTOR
EMEEQUIS.– Si las supercorcholatas obradoristas creían que tras las elecciones de ayer volverían a tener libres los fines de semana y con ello el tiempo suficiente para hallar la manera de cómo eliminar a sus rivales en esa democrática justa por ser los elegidos de AMLO, estaban equivocadas.
Ya el tabasqueño pidió a sus obedientes precandidatos presidenciales, apenas a la mañana siguiente de la elección, que duerman cinco horas, trabajen 16 y hagan campaña tres.
Pero tomando en cuenta que el sexenio ha sido una campaña de punta a cola, la traducción es que hagan campaña 19 horas. Todo el tiempo necesario para planear una buena zancadilla al oponente.
De modo que continuarán los “permisos” para ausentarse de sus timones, los baños de pueblo, las alabanzas a AMLO a todo pulmón, la música celestial en las voces de las fuerzas vivas del nuevo partidazo: “¡presidenta! ¡presidenta! ¡presidenta!” o “¡presidente! ¡presidente! ¡presidente!”.
El canciller Marcelo Ebrard deberá seguir haciendo esfuerzos sobrehumanos para conectar con las masas obradoristas, aunque por ahora tendrá un respiro, pues deberá acudir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, donde se siente más cómodo.
Mientras, la jefa del gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ya mandó a hacer toda una línea de ropa con motivos guadalupanos por lo prolongado que será la campaña, como es la moda que ha adoptado recientemente. Y don Adán Augusto López, secretario de Gobernación, ya se encontrará alguna ley para promover por todo el país.
Al que no le salieron las cuentas de las 16 horas de trabajo más tres de campaña fue al senador Ricardo Monreal. Y es que él tiene la estrategia de lanzar loas a AMLO ¡36 horas diarias!
LOS RIESGOS DE LA CAMPAÑA PERMANENTE
Lo cierto es que las huestes obradoristas rezuman triunfalismo el cual se añade a la convocatoria presidencial de campaña permanente, lo que deriva en un cóctel explosivo.
Aguijoneados por la idea de que Morena es imparable y ahora domina dos tercios de los gobierno de las entidades federativas, por lo que el triunfo de Morena en 2024 es “inevitable”, los aspirantes presidenciales podrían dar una guerra más encarnizada entre sí.
No sin razón, otros partidos en el mundo en circunstancias de victoria llaman a la mesura para contener los ánimos. Pero AMLO ha llamado a la desmesura: campaña cotidiana, al menos tres horas.
Y es que hasta la fecha la campaña permanente era sólo del presidente, pero ahora son dos cabezas de estructuras burocráticas ―Ebrard y Sheinbaum― que como vienen haciéndolo, tienden a movilizar recursos e inquinas para debilitar al contrincante.
Al punto, por ejemplo, de torcer informes técnicos, como el comprado con recursos públicos a la empresa noruega DNV por el gobierno de Claudia Sheinbaum sobre las causas del accidente de la Línea 12. Todo porque las conclusiones no cargaron toda la culpa a la etapa en que Marcelo Ebrard tuvo en sus manos la obra.
Y es que, aunque López Obrador asegura que nadie debe esperar una señal de él porque no hay tapado ni habrá selección por dedazo, sino a través de encuestas, todo el mundo sabe quién ha palomeado “las encuestas” en Morena desde su fundación.
Algunos de los visires principales del tabasqueño, según se ha colado hasta los vestíbulos de Palacio, ya le han advertido de los riesgos de una decisión al estilo priísta, pues no existe la red protección de reglas no escritas que el tapadismo tricolor había desarrollado.
Y siendo así, podrían desbordarse los ánimos y empañar, en el mejor de los casos, el lanzamiento del candidato o la candidata presidencial morenista a finales del próximo año, con todo y las supuestas encuestas.
Pero si esto no será una sucesión al estilo del viejo PRI, ¿pues qué otra cosa podría ser?
OPOSICIÓN: SIN RECURSOS ANTE PARTIDO OFICIAL
Donde los ánimos no están para festejos es en la alianza opositora, por más que se digan satisfechos con la retención de Durango y Coahuila.
La verdad, panistas, priístas y perredistas no desarrollaron los recursos necesarios para contener el aplastamiento del partido – gobierno en que se ha convertido Morena.
Y es que si algo quedó claro, no sólo en esta elección, sino desde el proceso de revocación de mandato, es la fusión de las estructuras institucionales del gobierno federal con los trabajos proselitistas y electorales de Morena. Tal como funcionaba el PRI.
Otro ingrediente fue la normalización de la violación de la reglamentación electoral por parte del partido oficial, que ni los partidos ni las autoridades electorales lograron contener. La única ocurrencia de los opositores fue ¡violar ellos mismos la ley al ignorar la veda electoral!
El propio AMLO dio muestras, en otros años, de cómo combatir esos males: tomando las calles.
Por lo pronto, el país parece caminar sobre una ruta hacia una peligrosa unanimidad como la que impuso el PRI durante décadas.
Lo más grave es que ante el desgaste del sistema de partidos, el malestar social busca otros cauces: ahí están para muestra los transportistas de la Ciudad de México que en plena rebelión clientelar sitiaron la Ciudad de México la semana pasada. Por poner sólo un ejemplo.
Y otra diferencia. Antes no jugaba el crimen organizado en el tablero.
@emeequis
