La militancia quedó relegada con todo y tómbola. Foto: Especial.
Por Juan Ortiz / Lupa Legislativa
EMEEQUIS.– Morena acaba de revelar sus listas plurinominales para diputados y senadores. Pero ¿esto ha sido un verdadero acto de participación ciudadana? Más bien, nos encontramos ante más decisiones cupulares, llenas de favoritismos hacia conocidos, familiares, y externos. Esta situación nos hace preguntar: ¿es esta la “transformación” por la cual luchaban sus militantes?
Con justa razón, se criticaron las listas plurinominales del PAN, PRI y PRD por no integrar voces de la sociedad civil, activistas, y ciudadanía en general. Y a estas críticas se sumaron las de Morena, lo que generó expectativas de que tomarían un camino diferente, pero terminamos viendo más de lo mismo. Aunque prometieron que las listas se definirían por un sorteo entre sus militantes, la realidad fue otra.
Crearon tres “categorías” de participantes: reservados, consejeros nacionales y militantes, siendo estos últimos los únicos sorteados.
El sorteo fue accidentado, por decir lo menos. Entre desorganización, regaños de Mario Delgado, y la extraña repetición, incluso de manera consecutiva, de nombres que ya habían sido elegidos.
Las listas definidas tras el sorteo terminaron con muchos nombres conocidos, como José Ramiro López Obrador, hermano de AMLO; Jesús Ramírez, para la Cámara de Diputados (después se deslindaría); Jorge Gómez Naredo, de Polemón; Gabriela Jiménez, fundadora de Que Siga la Democracia; Víctor Hugo Romo, exalcalde en Miguel Hidalgo; Sebastián Ramírez, líder de Morena en la CDMX; Rafael Barajas “El Fisgón”; Américo Villarreal Santiago, hijo del gobernador de Tamaulipas.
Pero al final, el orden en que fueron elegidos los ‘afortunados’ poco importó, pues el acomodo definitivo quedó en manos de la dirigencia nacional. De esta forma vimos a quienes habían reservado lugares: Adán Augusto, Gerardo Fernández Noroña, Citlali Hernández, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Alejandro Esquer.
LOS EXTERNOS
La verdadera estocada contra los militantes vendría con la incorporación de exintegrantes de otros partidos, principalmente del PRI y del PAN como Javier Corral, Fernando Castro Trenti, Manuel Espino o Alejandro Murat, desplazándolos de los primeros espacios.
Con datos de un análisis de la organización Buró Parlamentario, podemos observar el desprecio a las bases. El lugar en lista promedio para aquellas candidaturas de la Cámara de Diputados es la posición 16. En el caso del Senado, el promedio es 19.
Si tomamos en cuenta los resultados de las elecciones de 2021, solo uno de cada cuatro candidaturas de sorteo podría ocupar un lugar en la Cámara de Diputados. En el caso del Senado es peor, ninguna candidatura de sorteo podría ocupar un escaño, salvo si algunos de los reservados en los primeros lugares se conceden a algún ganador del sorteo.
Este escenario no sólo revela un problema de representación interna dentro de Morena, sino que también refleja una crisis más amplia en el sistema político mexicano. La promesa de una democracia más inclusiva y representativa parece diluirse cuando los procesos internos de los partidos perpetúan las mismas prácticas de exclusión y centralización de poder. Esta situación nos obliga a preguntarnos sobre la autenticidad de la transformación política prometida y el papel de la ciudadanía en el mismo.
La inclusión de figuras conocidas y exmiembros de otros partidos en posiciones privilegiadas dentro de las listas plurinominales nos muestra una tendencia preocupante hacia la consolidación de una clase política cerrada, donde la renovación y la verdadera representación de las bases se ven obstaculizadas. Este enfoque no sólo contradice los ideales de participación y cambio, sino que también mina la confianza en el sistema político en su conjunto.
A medida que avanzamos hacia futuras elecciones, tenemos que reflexionar sobre estos patrones y consideremos vías alternativas para fortalecer la democracia en México. Esto podría incluir la promoción de reformas electorales, no como el Plan B claro, que aseguren procesos de selección más transparentes y democráticos dentro de los partidos, así como la ampliación de los espacios para la participación ciudadana en la política.
En última instancia, el cambio en la política mexicana dependerá de la capacidad de todos los actores, tanto dentro como fuera del sistema político, para comprometerse con principios de transparencia, inclusión y responsabilidad. Solo entonces podremos esperar construir un sistema político que refleje verdaderamente las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía.
@Juan_OrtizMX