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El impacto psicológico en las gestantes por sustitución

La historia de Eréndira, quien fungió de gestante para un matrimonio francés: “Ser madre gestante era uno de mis deseos, porque veía a familias sufrir debido a que sus embarazos eran psicológicos, a los pocos meses perdían a los bebés o al nacer se morían”. Pero el costo emocional fue muy alto. (Parte 2 de 3)

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Por Ilse Valencia / Perla Chávez / Erik Hubbard / Dolores Rojas

EMEEQUIS.– Eréndira, pseudónimo con el que se le llamará para proteger su identidad, es una mujer de 33 años, madre de tres hijos, que vive en Ciudad de México. Ella se sometió al proceso de gestación por sustitución en dos ocasiones, ya que quería cumplir su sueño de ayudar a quienes no pueden tener hijos. 

Sin embargo, en su primer intento, la transferencia del embrión resultó fallida. En el segundo perdió a la bebé a los seis meses de embarazo. Hasta la fecha sufre las consecuencias que dicha situación le generó en su salud mental.

Es una mujer delgada, de estatura baja, que denota un aspecto de tristeza y de dolor por lo que le sucedió al ser gestante y por las situaciones que tuvo que enfrentar a partir de ese hecho.

SU SUEÑO: SER MADRE GESTANTE

La siguiente es su historia. Desde que Eréndira era pequeña su vida se tornó complicada: su papá falleció antes de que ella naciera y, hasta la fecha, no ha tenido relación alguna con su mamá. Sus abuelos la adoptaron, pero tuvo que lidiar con el alcoholismo de su abuela, y cuando su abuelo se fue a Estados Unidos se vio orillada a vivir en la calle y en orfanatos.

Durante su estancia en los orfanatos conoció al papá de sus tres hijos, a la edad de 15 años. Pese a que hoy están separados, él le ayuda económicamente, al igual que una de sus tías, ya que Eréndira se dedica al cuidado de sus hijos y de su hogar, debido a que la depresión que padece, a raíz del proceso de gestación por sustitución, le impide realizar más actividades.

Al separarse de su esposo, al que describe como una persona controladora, ella decide hacer todo lo que él le prohibió durante su relación; una de esas cosas era ser “madre gestante”, lo que consideraba uno de sus sueños por realizar desde que nació su primer hijo, hace 10 años.

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ACERCAMIENTO

Al comenzar a investigar más sobre este proceso, Eréndira se informó que consistía en una transferencia embrionaria sin comprometer sus óvulos; y que recibiría una remuneración por gestar.

“Me topé con una clínica en el Estado de México (cuyo nombre se mantendrá en reserva) y me invitaron a conocerla. Al principio, estaba dudosa de asistir, pero al final la visité y, al no ver ninguna irregularidad, decidí dar el sí y someterme al proceso”, narra Eréndira con voz nerviosa y entrelazando los dedos en repetidas ocasiones.

Algunos de los primeros requisitos que le solicitaron para ser gestante fueron: tener de 20 a 35 años, mínimo un hijo, una cesárea y no tener vicios. Luego la entrevistaron a fin de conocer su estado civil y la situación física y de salud de sus hijos. Después le hicieron estudios clínicos generales y psicológicos. Y finalmente llevaron a cabo una visita domiciliaria para comprobar que vivía en la dirección que proporcionó.

Cuenta que antes de iniciar el procedimiento la medicaron con hormonas y ácido fólico para estimular su matriz. Además le realizaron ultrasonidos con el fin de identificar sus días de ovulación y poder hacer la transferencia del embrión.

La primera transferencia se llevó a cabo en junio de 2022; sin embargo, no se logró porque el personal de la clínica no le suministró a Eréndira correctamente el fármaco y se lo suspendieron. A pesar de que se desanimó, en agosto del mismo año lo intentó por segunda vez; lo anterior implicó que nuevamente la medicaran, en esta ocasión sí quedó embarazada.

Yolanda Bernal Alvarez, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, afirma que “el embarazo en sí genera una alteración hormonal; no obstante, en la gestación por sustitución hay una administración extra de hormonas antes del proceso, lo que produce una serie de cambios neurológicos, biológicos, psicológicos y por ende emocionales”.

El embrión que Eréndira gestó fue para un matrimonio francés que no podía tener hijos. A través de una videollamada y con ayuda de una traductora pudo conocer a la mamá de intención, lo cual sólo ocurrió en una ocasión, porque la clínica limitaba que mantuvieran contacto.

PARTE 1

EL PAGO

Aunque en un inicio la decisión de ser gestante estuvo motivada por el deseo de ayudar a una familia para que pudiera tener hijos, el contexto socioeconómico también influyó; además Eréndira se percató que durante el proceso había diversos gastos que debía cubrir.

“Me di cuenta que el dinero sí me servía, puesto que gastaba en pasajes y en comida cada que acudía a mis consultas a la clínica”, menciona.

Por someterse al procedimiento, en la clínica le dijeron a Eréndira que le darían un pago total de 300,000 pesos: 150,000 distribuidos en los nueve meses de embarazo, 75 mil antes del nacimiento de la bebé y los 75 mil restantes al entregarla a los padres contratantes.

La gestante cuenta que a los 15 días de embarazo recibió 10,000, misma cantidad que le dieron en la semana siete, en la ocho fueron 15,000 y posteriormente cada mes serían 20,000. Sin embargo, no pudo percibir la cantidad total acordada.

UN SUEÑO INTERRUMPIDO

A los seis meses de gestación, cuando Eréndira acudió a la clínica para una de sus revisiones, el personal le mencionó que llegó con contracciones y que la bebé no se iba a lograr. No obstante, ella asegura no haber sentido alguna molestia que le indicara dicha situación.

“Pese a que yo les dije que no sentía contracciones, me inyectaron medicamentos para supuestamente dejar de dilatar y que no sintiera dolor, pero fue todo lo contrario ya que comencé a tener dolores más intensos. Después me hicieron el tacto, se me rompió la fuente y en ese momento me trasladaron al hospital para dar a luz”, relata reflejando la angustia que sintió en aquel momento.

Al despertarse de la anestesia, las enfermeras le comentaron que la bebé ya había nacido e incluso la felicitaron. Pero al paso de una hora le informaron que murió, situación que, además de impactarle, la afectó emocionalmente.

Con la voz entrecortada expresa: “me dolió mucho que la bebé muriera, el saber que no pude completar el proceso y hacer feliz a una familia, pensaba en cómo se sentían ellos y me quedó muy marcado el pensamiento de saber que no pude ayudarlos. Además no pude cumplir mi sueño”.

Bernal Alvarez explica que aunado al riesgo de perder a los bebés, las mujeres también se enfrentan a los padres y madres de intención, por el contrato que hay de por medio, que, al no cumplirlo, se vuelve una situación compleja y dolorosa para ellas.

Para Eréndira fue complicado saber que no pudo entregar a la bebé con sus padres, por lo que incluso llegó a pensar en someterse de nuevo al proceso, buscar a la mamá contratante y en esta ocasión no recibir compensación.

“Tienen que estar debidamente representadas, para que no sean tratadas como objetos”, dice Rosalía Ramos, abogada de la Facultad de Derecho. 

“La falta de regulación puede provocar enormes vulnerabilidades para las mujeres que entran de manera voluntaria al proceso de gestación subrogada”, apunta Amneris Chaparro, politóloga y socióloga. 

AFECTACIÓN EMOCIONAL

Eréndira quedó afectada emocionalmente y con un fuerte problema de depresión. “Después de la muerte de la bebé perdí la noción del tiempo durante tres semanas, no sabía en qué día vivía, no salí de mi habitación, no comía, únicamente dormía y me la pasaba llorando. También dejé de llevar a mis hijos a la escuela y de darles de comer. No quería saber nada de nadie”, dice con la mirada perdida y el semblante triste.

Mientras Eréndira se aisló por el fuerte cuadro de depresión que sufría, su hijo mayor fue quien se hizo cargo de los deberes del hogar, y quien pidió ayuda a los abuelos y a una de sus tías para que apoyaran a su mamá porque la veían en un estado inconveniente.

Bernal Alvarez puntualiza que todo lo que sucede a nivel psicológico naturalmente repercute en la interacción con los demás y en la manera de ver al mundo. Además, todo lo que pasa en el exterior también se refleja en la salud mental.

“Le hice muchísimo daño a mi hijo mayor porque cuando revisé su teléfono escuché algunos audios que decían: ‘tía, mi mamá tiene cinco días encerrada, no nos abre la puerta. Yo he tenido que cocinarle a mis hermanos. No la dejen sola, ella está muy mal. Por favor, ya vengan’”, relata al borde del llanto.

Mientras se limpia las lágrimas del rostro añade con nostalgia que fue un momento muy doloroso para ella, “yo decía: ‘ésta no soy yo y mi hijo es un niño para que viva todo esto’”.

LAS ESTIPULACIONES EN EL CONTRATO

Después de que Eréndira perdió a la bebé le quitaron el acompañamiento y la atención psicológica. “El contrato estipulaba que si se llegaba a perder el producto, se cancelaba todo, ya no había más revisiones ni otras citas”.

Sumado a ello, la clínica no quería entregarle los 20,000 pesos correspondientes al último mes que gestó.

“Yo sabía que merecía ese último pago, pues la bebé nació un día después de que cumpliera los seis meses. Pero se excusaban diciéndome que para la mamá también era complicado, porque había pagado y no recibió nada”, comenta Eréndira enojada.

En estas situaciones las mujeres se enfrentan a una incertidumbre económica porque hay una remuneración acordada que se debe pagar si el embarazo concluye de buena manera, pero cuando no ocurre así se convierte en un problema más para las gestantes, de acuerdo con la especialista en psicología.

Pese a los pretextos de la clínica para no darle los pagos, ella decidió presionar a través de llamadas y mensajes, hasta que le hicieron la entrega de los 20,000 pesos pendientes.

Yolanda Bernal precisa que “muchas de las clínicas no cumplen con el asesoramiento, la supervisión y el apoyo psicológico que deberían brindar, ya que los testimonios de algunas gestantes indican que no tienen el compromiso que prometen”.

Debido a este incumplimiento, Eréndira buscó ayuda psicológica fuera de la clínica y además debe comprar medicinas para su padecimiento, mismas que no puede adquirir por su elevado costo. “Por lo que yo viví siento que te pones en riesgo como gestante, y ahora pienso con mayor claridad que soy mamá de tres hijos que todavía están pequeños. Si me hubiera pasado algo a mí, la clínica no se iba a hacer responsable de ellos ni de mí”, reflexiona Eréndira en tono de denuncia y con un aspecto de desánimo.

PRÓXIMAMENTE… PARTE 3 DE 3

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