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La Reforma Electoral, señales de riesgo

El propósito, más que evidente, es la captura de los órganos autónomos, para volver al control del presidente sobre las elecciones. La alianza legislativa de Va por México parecía una garantía para evitar cambios a la Constitución, pero ahora ya nadie puede asegurar que el PRI caminará en conjunto con el PAN y el PRD

Por Emequis
9 / 23 / 22

CONFIDENTE EMEEQUIS


EMEEQUIS.- Tan pronto como terminen los sobresaltos derivados de la discusión sobre la permanencia de los soldados en tareas de seguridad pública, vendrá otro tema de alcance mayor: la Reforma Electoral.

Por su trascendencia, significará mantener el sistema que ha permitido tres alternancias en la presidencia de la República, cambios de partido en 30 entidades y la disputa pacífica por el poder político, o transitar a una aventura por demás incierta. Sí, la democracia mexicana está en riesgo de involución. 

Hasta hace unas semanas, el acuerdo legislativo de Va por México, parecía una garantía para evitar cambios a la Constitución que significaran un retroceso en términos democráticos, pero ahora ya nadie puede asegurar que el PRI caminará en conjunto con el PAN y el PRD en la Cámara de Diputados.

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El Senado se cuece aparte, pero van a quedar heridas por el proceso legislativo en curso, donde algunos integrantes de la bancada priista y de otras, podrían transitar hacia la 4T de modo informal y en algunos casos hasta formal. Algunos ya están deshojando la margarita desde hace rato. Es más, ya trabajan en una propuesta para respaldar la prolongación del Ejército en tareas de seguridad hasta el 2028. La coartada será incluir controles parlamentarios que saben que nadie acatará. 

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Y en San Lázaro, Ignacio Mier, el coordinador de Morena, está en posibilidades de buscar los votos que requiere para aprobar una iniciativa que, en uno de sus puntos más polémicos y riesgosos, propone que consejeros electorales y magistrados sea elegidos por voto popular, pero a partir de listas surgidas de los tres poderes de la Unión. Es decir, candidaturas acordadas y sujetas a los intereses de las mayorías parlamentarias, de la élite judicial y de la presidencia de la República.

Un despropósito, porque en el Consejo y en el Tribunal, se requiere de un alto grado de especialización y no de popularidad. Además, los que llegaran a ser electos, le van a deber mucho a quienes los postularon y a los partidos que operaron para que resultaran electos. Serán consejeros y magistrados de partido. 

El propósito, más que evidente, es la captura de los órganos autónomos, para volver al control del presidente sobre las elecciones, como en 1988 y antes. 

Sería un daño mayor, sobre todo si tenemos en cuenta que el INE, desde 2014, ha realizado 330 procesos electivos sin impugnación, y que la alternancia política en ese lapso es del 62.27 por ciento. 

Pero si nos vamos más atrás, en el lapso de dos décadas, el cambio en el poder presidencial significó que en 22 años, el PRI gobernara seis, el PAN 12 y Morena ya va por 4. Esto muestra el mosaico de la pluralidad, pero también los vaivenes del apoyo ciudadano, que al final son los que determinan, en democracia, a quien gobierna.  

La propuesta del presidente López Obrador contempla, también, la reducción del financiamiento ordinario de los partidos políticos, la reducción del servicio profesional de carrera en el INE, la desaparición de los órganos estatales electorales y de los tribunales electorales estatales y de las salas regionales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. 

El pretexto es ahorrar, pero en realidad se abrirá la puerta para los recursos ilegales y para la irrupción de poderes fácticos, con una oposición sin recursos, pero con un partido, ya dominante, y con las chequeras repletas. 

En un aspecto que todavía no entienden ni sus impulsores, la reforma terminaría con los diputados de mayoría, para transitar a listados plurinominales por estado. Es curioso, porque muchos de los impulsores de la iniciativa celebran precisamente lo que no está contemplado. Pero da igual, porque no se trata de mejorar sino de diezmar. 

Las próximas semanas serán intensas, porque en Morena tienen la instrucción de sacar la reforma, o de intentarlo, durante octubre. El próximo año es de elecciones en Coahuila y el Estados de México y tiene que iniciar el proceso electoral para el 2024, por lo que el calendario no tiene muchas ventanas de oportunidad para un cambio como el que se pretende. 

Es factible que estemos por entrar en una zona de muy alta turbulencia que, al final del día, significará, de modo irremediable, cambios en el tablero y las alineaciones para el futuro próximo. 

@jandradej


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