CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Está concluyendo toda una etapa en el INE. A la finalización del periodo para la que fueron designados Lorenzo Córdova, Ciro Murayama, Adriana Favela y Roberto Ruiz Saldaña, se suma la renuncia de Edmundo Jacobo Molina, el secretario ejecutivo.
A ellos, junto a los consejeros que aún permanecerán en el cargo, les tocó consolidar al Instituto, pero también el dar una batalla en favor de su independencia. Enfrentaron una embestida inusitada desde el Poder Ejecutivo, porque en el diseño del sistema electoral nunca se contempló que algo así pudiera ocurrir.
¿Hicieron bien en señalar con claridad los riesgos que existían para la democracia? Sí, porque de otro modo, de todas formas, se habría lanzado la maquinaria que tenía –y tiene– el propósito de debilitar a cualquier órgano autónomo.
Por supuesto que no es lo ideal tener a los árbitros en el debate público, pero fueron obligados a ello. El silencio no es la mejor estrategia, cuando es evidente que existe el objetivo de desmontar lo que se fue haciendo, con esfuerzo de varias generaciones.
Es más, la renuncia de Edmundo Jacobo hay que entenderla en ese contexto. El secretario ejecutivo fue removido brevemente, porque así lo disponía un transitorio del Plan B, pero tuvo que ser reinstalado por orden judicial. Molina demostró en los tribunales la ilegalidad ocurrida, volvió al cargo y tomó la decisión de renunciar de forma definitiva, pero con esa legitimidad que proviene del actuar en forma correcta y de preservar el interés del INE, sobre el suyo propio. Jacobo Molina señaló que el protagonismo al que se vio orillado, le redujo el margen de acción para una posición en la que se requiere de discreción. Además, su continuidad habría sido pretexto para múltiples ataques, los que harían que se perdiera el foco en lo más relevante: la organización de la elección del 2024. Toda una lección.
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A los consejeros y funcionarios salientes, hay que reconocerles su valentía, porque están advertidos que su salida no significará que terminen sus problemas, por el contrario, pueden aumentar. Vendrán amagos y auditorías, pero los consejeros salientes tienen a su favor su propia biografía, en la que se constata su honorabilidad, y porque cuentan con el respaldo de amplias franjas de la población.
Se insistirá en la tontería de la burocracia dorada, escondiendo que el salario no es lo mismo que las percepciones, pero obviando que el centro de los ataques lo que terminará vulnerado es a los miles de servidores públicos del INE, los que están preparados y que consiguieron su plaza en concursos.
Desde Carlos Salinas, hasta Enrique Peña Nieto existió, así fuera a regañadientes, la disposición de avanzar en la consolidación de la democracia. No resultó un asunto lineal, por supuesto, porque existieron momentos complejos y resistencias evidentes, pero en términos generales se fue construyendo todo el andamiaje que ha hecho posible tres alternancias en la presidencia de la República desde el año 2000.
Hasta 2018, prevaleció un acuerdo de carácter reformista, que consistía en proteger a las instituciones electorales y de acordar, en pluralidad, los cambios que resultaran necesarios. La oposición llevó la voz cantante, y por ello, después de cada elección presidencial, vino un ajuste en la ley para mantener los consensos.
El presidente López Obrador no entró en esa lógica, porque no le interesa el INE, es más, lo desprecia, y porque insiste en que a él le robaron la elección en 2006. No fue así y hay múltiples análisis al respecto, pero ha logrado que su narrativa arraigue.
Antes de que termine la primera semana de abril, habrá ya una nueva integración en el Consejo del INE. Lo presidirá una mujer, lo que es también una novedad.
Por lo que ahora se vislumbra, no serán designaciones sin las impugnaciones respectivas. Eso también es distinto a lo que ocurrió en años pasados, donde los partidos sí pudieron ponerse de acuerdo sobre los perfiles que garantizaran el consenso más amplio.
Resistió el INE, pero ya se notan los saldos de la batalla. No será lo mismo, pero la clave consistirá en que conserve su papel de garante de la democracia. Ahí los consejeros, los de antes y los que van llegando, tienen una enorme responsabilidad en la que se juega el futuro de México.
@jandradej
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