EMEMEQUIS. Hace ya muchos años, cuando la transición a la democracia era una idea de cuya tenacidad hay que agradecer al PAN, a la apuesta de apertura del PCM y su constelación de izquierdas, a la visión de políticos como Jesús Reyes Heroles y del PRI progresista, y a José Woldenberg era un sabio en temas electorales.
Conocedor del sistema político, siempre apostó por lo posible. En retrospectiva, el logro de Woldenberg, y de las generaciones que lo acompañaron es inmenso.
Conocía el terreno que pisaba, porque le tocó padecer la dureza del régimen, las dificultades para impulsar un sindicalismo universitario democrático y en la edificación de organizaciones partidistas.
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Ser opositor en los años del partido hegemónico no era sencillo, como tampoco lo es ahora. El presidente era el faro y la guía, la cúspide de un autoritarismo que, sin embargo, se empezó a derrumbar desde los años sesenta, pero que se debilitó ya en los noventa, justamente con la fundación del IFE, con su primer consejo ciudadano, del que Woldenberg formó parte, para presidirlo una vez que se acabó con la tutela de la Secretaría de Gobernación.
El relato pareciera una línea continua y sin dificultades, pero no lo fue. Las resistencias autoritarias e inclusive reaccionarias siempre han estado ahí, esperando su oportunidad.
Es probable que, como en España, haya faltado memoria histórica, un recuento puntual sobre el México que dejamos atrás, para entrar en la incertidumbre de la pluralidad, que, entre otras cosas, significó tres alternancias en la presidencia de la República y por mandato del voto ciudadano.
Habitante del ambiente de la socialdemocracia, Woldenberg se formó en la convicción de que solo el diálogo, el respeto a los otros, y a la vez la búsqueda de los acuerdos, hacen posible los cambios, los que provienen de la buena política.
Por eso es un acierto que él sea el orador cuando culmine la marcha del próximo domingo en defesa del INE. Pocos personajes cuentan con las credenciales democrática del profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
En los últimos meses, sino es que años, Woldenberg ha advertido de las acechanzas que se ciernen sobre la joven democracia mexicana.
Hace unos meses escribió un texto central en el que preguntaba a sus ex compañeros de la izquierda, la que venía del PSUM o del PRD, y que ahora gravitan en Morena, cómo es que no se revelan ante lo que está ocurriendo. El cuestionamiento es pertinente, porque muchos de ellos, construyeron lo que ahora colaboran en derrumbar. Extraña paradoja, sin duda.
Es absurdo y hasta riesgoso, no hacernos cargo del desafío que implica la iniciativa de Reforma Electoral del presidente López Obrador. De prosperar, no solo retrocederíamos 30 años, sino que cancelaríamos las oportunidades para las generaciones siguientes.
Es oportuno recordar que la construcción de la democracia es un esfuerzo colectivo, un capítulo complejo, del que se desprenden múltiples historias.
Sí, todo es perfectible, todo pudo o puede ser mejorado, pero si no valoramos lo que todavía tenemos, después puede ser tarde.
Los defensores del INE eligieron salir a la calle, asunto que entraña riesgos, porque a lo primero que se enfrentarán es a la descalificación e inclusive de la propaganda negra. Sin embargo, hay una buena lección en todo ello, en volver a tomar las calles, sí, como cuando gobernaba el PRI cavernario, el de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, el que no toleraba la pluralidad, despreciaba a los intelectuales y se creía dueño de la verdad.
Pocas instituciones lograrían que los ciudadanos se movilizaran por ellas. Ahí ya ganó el INE, a pesar de la dureza y las angustias que vendrán los próximos días y semanas, cuando los diputados y senadores tengan en sus manos la suerte de nuestra democracia. Pocas veces una legislatura tuvo tal nivel de responsabilidad. Ojalá lo aquilaten en toda su magnitud.
Y sí, requerimos al INE, inclusive para que ganen electoralmente los que no lo quieren, pero también para que puedan expresarse e inclusive triunfar, los que tienen una visión distinta. De eso se trata y ha tratado esta historia, que es, en buena medida la de Woldenberg y la de todos los que han hecho posible que los votos se cuenten y cuenten.
@jandradej
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