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Opinión 51. El Metro capitalino: ante el riesgo de un ataque de alto impacto

Por décadas, el Metro de la Ciudad de México ha acumulado un historial de intentos de ataques por explosivos de uso militar y de bombas de fabricación casera. Los ataques terroristas pueden ocurrir dentro del Metro de la CDMX, hay antecedentes, por eso es desproporcional llamar “sabotaje” a unas aspas de lavadora o latas de refresco en las vías, señala experta en artículo de Opinión 51.

Por Emequis
2 / 07 / 23
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EMEEQUIS.– Yuriria Rodríguez Castro, especialista en prevención del terrorismo y en análisis de inteligencia delictiva, habla de los ataques que ha sufrido el Metro de la CDMX en su artículo para Opinión 51. También se puede consultar de manera auditiva. 

La autora inicia explicando que, por décadas, el Metro de la CDMX se ha enfrentado a una serie de ataques con explosivos de uso militar o caseros, “muchos fueron frustrados por la policía y otros más, encubiertos por las autoridades”.

De acuerdo con la especialista, las propias autoridades del Metro han reconocido que “había una agrupación del narcotráfico involucrada” en algunos de los ataques con artefactos explosivos, por ello, “la naturaleza del atentado y su autoría sólo confirma el vínculo de comportamiento criminal entre el narcotráfico y el terrorismo”.

En los últimos dos años, a partir de los accidentes que han cobrado vidas, las autoridades parecían justificar el deterioro del Metro, con la idea de sabotajes. Sin hablar de que mucho ha sido causado por el abandono del gobierno capitalino. De acuerdo con la autora, las declaraciones de las autoridades, “hicieron desconfiar a la opinión pública acerca del riesgo latente de terror en el Metro capitalino”.

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A mediados de enero, se detuvo a alguien en Metro Tacubaya. El detenido llevaba material placebo utilizado por terroristas para medir el nivel de seguridad y capacidad de las autoridades. “Los artefactos simulados que se incautaron correspondían al armado de un explosivo para detonación remota”. Comenta la investigadora y agrega que el hecho no se hizo público. 

Rodríguez Castro relata que el precedente directo, del terrorismo en el Metro,  se encuentra en lo ocurrido en 2008, en los alrededores de una de las estaciones con más afluencia de turismo y traslados, Insurgentes.

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Se trató de “Un explosivo de uso militar elaborado con un compuesto llamado C4, clorato, balines de medio centímetro de diámetro y gotas de mercurio, estalló ayer a unos 60 metros del edificio principal de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF)[1]”.  El saldo fue de un muerto, dos heridos y daños materiales. 

La autora contextualiza y menciona que el jefe de gobierno en ese momento era Marcelo Ebrard y “desde entonces existe una tendencia a minimizar el terrorismo por parte de las autoridades capitalinas”.

El sabotaje es indisociable del terrorismo, señala Yuriria Rodríguez. Foto: Especial.

En el 2009, un año después, un hombre armado atacó las instalaciones de Metro Balderas. Murieron dos personas; un policía de seguridad bancaria y un usuario del Metro. Este último se llamaba Esteban Cervantes y forcejeó con el atacante en un intento de desarmarlo y salvar la vida de otras personas.  

En reconocimiento a lo ocurrido, menciona Rodríguez Castro, a Esteban se le reconoció como “héroe del Metro” y para evitar que esto volviera a pasar, se colocaron detectores de armas en algunas estaciones del Metro, sin embargo, “muy pronto dejó de funcionar, pues las revisiones y los detectores fueron desmantelados o quedaron inoperantes”.

La autora comenta que un nuevo eufemismo, surge dentro del discurso de Sheinbaum “el sabotaje, término que define un terrorismo particular, que no hace referencia al ataque de un enemigo externo, sino aquel proveniente de un enemigo interno”.

Rodríguez Castro califica a los Metros de las grandes ciudades como “un objetivo latente de cualquier forma de terrorismo” aunado a ello, comenta que, el Metro de la CDMX es “el laboratorio de un caos organizado a conveniencia política”.

Agrega que “el gran riesgo de pretender  ‘organizar el caos’ o de controlarlo cuando se trata de un atentado al Metro, consiste en el altísimo riesgo de hasta mayores consecuencias violentas que las originalmente presentadas por los atacantes”. Por ello, urge pensar y prevenir el peor escenario y “no vernos superados por las consecuencias de estos actos a futuro”.

Rodríguez Castro menciona que, utilizar el concepto de terrorismo “nos permitirá entender mejor la autoría en el crimen” y explica la clasificación de los terroristas: El primero “solo ejecuta la acción por orden de quienes la planean y organizan” el ejecutante desconoce los alcances y consecuencias del acto, ya que solo es un mensajero.

Mientras que el otro tipo de terrorista es ejecutor y actor de la acción de ataque, es posible que tenga más conocimientos de los alcances y consecuencias “pero, aun así, el contexto espacial y el inevitable contacto con elementos sensibles a la detonación pueden generar efectos no planeados por el ejecutor-autor”.

AÑOS DE ABANDONO

Para la autora “la única diferencia en utilizar el término ‘sabotaje’, en vez del de ‘terrorismo’, consiste solamente en la especificación del tipo de ataque terrorista, pues se trata de un terrorismo particular, el del sabotaje.” El sabotaje es indisociable del terrorismo. Cuando el gobierno de la CDMX habla de sabotaje, la experta menciona que, se puede entender como “terrorismo interno”, una acción autodestructiva.

La articulista menciona que los mexicanos hemos interiorizado el terror, vive dentro de nosotros, y “lo que la cultura ha hecho inconsciente no lo podemos exteriorizar”.

Para ella, esto es lo que ocurre dentro del Metro de la CDMX. “El cual lleva décadas enfrentando verdaderos ataques terroristas y sorteando la instalación de bombas y explosivos que han logrado desactivarse por el trabajo de las fuerzas policiales y de investigación, pero ahora, con la policía que realiza una labor de inteligencia diezmada por el propio gobierno, se recurre a la Guardia Nacional para que vigile y evite estas contingencias”.

Rodríguez Castro deja en claro que el terrorismo es “una decisión de índole política, más no es necesariamente el resultado de una ideología política”. Este tipo de ataques cada vez están más desconectados de un discurso político internacional, “el terrorismo actual es toda intención y no requiere pedir a préstamo a la política tradicional para justificar sus acciones”.

El terrorismo genera terror “y eso es lo que está generando el gobierno capitalino en los usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro, quienes según sus propios testimonios, pensaron que morirían asfixiados en la estación Barranca del Muerto”.  

La autora también menciona que el gobierno de la Ciudad de México aun no se atreve a usar el concepto terrorismo “que es un concepto científico social y legalmente definido”.

En cuanto a los actos que el Gobierno de la CDMX ha calificado como “sabotaje” la autora menciona que es una desproporción, mientras que ignora “los ataques con drones, explosivos, los autobombas y bloqueos, además de los cuerpos despedazados regados en vía pública en prácticamente todo el país”. Los cuales, para ella, si deben de ser considerados terrorismo.

La especialista en terrorirsmo apunta que el gobierno de la CDMX “entienden por intuición, no por conocimiento, que el sabotaje es un subproducto del terrorismo que sí es inevitablemente político, pero tendrían que saber también que no todo el terrorismo es así”.

TERRORISMO Y FALTA DE MANTENIMIENTO NO SE EXCLUYEN

Rodríguez Castro aclara que una tesis o hipótesis no excluye a las demás, por el contrario, muchas veces se complementan entre sí “las condiciones del Metro capitalino son riesgosas desde hace décadas, pero tampoco los ataques han cesado”.

La articulista menciona que el terrorismo y los ataques de sabotaje conviven con la cultura del mexicano “¿alguien dudaría que un trabajador del Metro sea capaz de colocar un artefacto explosivo oculto en un objeto anodino sin revisarlo antes, a cambio de un pago insignificante?  La corrupción y la ignorancia pueden ser el detonante de una crisis en seguridad de mayor impacto en México”.

En su artículo, Rodriguez Castro agrega una gráfica de Escenarios posibles de un atentado al Metro de la Ciudad de México:

[1] “Usaron explosivo C4 de tipo militar en bombazo de avenida Chapultepec”. (16 de febrero de 2008). Diario La Jornada.

@Opinión51  

@EMEEQUIS 

@yuririaunam

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