Entre los pañuelos verdes que se agitan frente al Palacio de Bellas Artes, se asoma el rostro de una niña que sonríe desde lo alto, en los hombros de su madre. Se lleva la mano a la boca y aúlla; tiene seis años. Su madre, Mónica, 33. Juntas han andado así por todo el Paseo de la Reforma, por Avenida Juárez y ahora van rumbo al Zócalo. Su madre tiene una misión: “Quiero que vea que los derechos se exigen y que, así como hoy, siempre: nunca callada”.
Mónica no es la única madre que asiste con hijos a la marcha del Día Internacional por el Aborto Legal que ocurre en la Ciudad de México, un eco del llamado que se lanzó desde Argentina para el “Grito Global por el Aborto Global”. Dice que están aquí porque su maternidad fue elegida, pero que quiere que si su hija, cuando crezca, por alguna razón no quiere continuar un embarazo, pueda elegir y tener opciones seguras para hacerlo.
Lo mismo piensa Ximena, 32 años, madre de una niña de cinco. “Soy mamá y mi hija es lo máximo porque yo quise tenerla, yo lo elegí; pero si hubiera estado en otro momento de mi vida, no la habría tenido y quiero que así como yo, todas en este país, puedan elegir”.
En México, solo en dos estados es legal la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas de gestación. En la Ciudad de México las mujeres pueden ejercer este derecho desde 2007, mientras que, en Oaxaca, apenas el 25 de septiembre de este año el Congreso local aprobó, con 24 votos a favor y 10 en contra, las reformas al Código Penal local que lo ponen a la par de la CDMX.
La marea verde avanza firme por el Centro Histórico. No se amedrenta con las mentadas de madre de algunos espectadores, tampoco con los huevazos que llueven desde la terraza de un bar de Avenida Juárez, desde ahí un grupo de hombres muestra el dedo medio a las manifestantes. “Y tiemblen y tiemblen y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista”, les responden.
A unos metros está Adriana, 30 años, quien sostiene en sus manos un cartel que exige #AbortoLegalYa para que las niñas, víctimas de violación, no se conviertan en madres. “El argumento de los Provida no considera a las víctimas de violación. Su mentalidad retrógrada ha frenado durante décadas la posibilidad del aborto para las niñas violadas que terminan siendo madres cuando sólo deberían dedicarse a disfrutar su infancia”, reclama.
Esta tarde los Provida no estuvieron presentes, a diferencia de lo que ocurrió en la calle Madero. a las siete de la mañana, cuando decenas de mujeres acudieron al llamado de diversas organizaciones y colectivas que impulsan la interrupción legal del embarazo, para grabar un video, a través de un performance acción, y así impulsar el movimiento marea verde porque “el aborto es un asunto de democracia y justicia social: penalizado o no, las mujeres abortan, y las mujeres sin recursos son más vulnerables a abortos inseguros”. Atrás, los grupos religiosos que oraban y reclamaban que “el aborto es un asesinato”; delante, las mujeres que declaraban: “mi cuerpo es mío, solo mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía porque no, te dije que no”.
En México, siete de cada 10 niñas mexicanas que tienen entre 10 y 14 años, reportaron que el padre de sus hijos tenía entre 18 y 78 años, según el estudio Violencia Sexual y Embarazo Infantil en México realizado por Ipas el año pasado. Además, niñas de hasta 10 años siguen teniendo hijos producto de violaciones, aunque el gobierno mexicano debería garantizarles la Interrupción Legal del Embarazo. Tan solo en 2018, 50 niñas de esta edad dieron a luz.
Al paso de la marea verde, algunas mujeres, con los rostros cubiertos, han roto vidrios y hecho pintas en paredes. “Son vidrios, los vidrios rotos se vuelven a poner, las vidas rotas no, vamos a romperlo todo hasta que el mensaje se les grabe”, dice una de ellas, que prefiere no dar su nombre. Metros antes hicieron arder la puerta de la Cámara de Comercio de la Ciudad de México. “Somos malas, podemos ser peores”, les coreaba la multitud; “fuimos todas”, gritaron como respaldo desde los contingentes. “El miedo está cambiando de bando”, se lee en una pared cercana.
En sus manos, M. revela un secreto guardado durante años: “yo sí aborté”. Tener esa posibilidad, en la Ciudad de México, dice, le permitió continuar con sus proyectos personales. “Madre sí: por elección, no por obligación. No necesitamos proyectos de vida coartados”, expone. Parece que el resto la escucha y entonces comienzan a gritar “¡juntas, juntas!”, luego “asesinos, asesinos de mujeres, las que mueren en abortos clandestinos son mujeres”; entonces, de una bengala, sale humo verde, que sube al cielo: los gritos y aplausos explotan.
“Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer”, cantan y danzan las mujeres al ritmo de tamborazos. Sonríen, se abrazan. Alzan los puños, agitan los pañuelos verdes, las pancartas gritan también: “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”, “somos mayoría”, “adiós clandestinidad (acompañado de un gancho de ropa, un instrumento usado por muchas mujeres en el mundo para realizarse abortos)” y, sobre todo: “En todo México, será ley”.
@AleCrail