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El largo camino al Zócalo: AMLO rinde informe y la gente se cansa de esperarlo

Los participantes de la marcha se hacen presentes en el Zócalo y calles aledañas, pero la tardanza en llegar por parte de López Obrador hace que muchos se vayan antes de su discurso o durante el mismo. Sheinbaum festeja el cálculo “oficial” de 1.2 millones de asistentes, aunque en imágenes se veían huecos en la plancha principal.

11 / 28 / 22

EMEEQUIS.– ¿Amor con tiempo de espera se paga? 

La dinámica ya la conoce la Ciudad de México, está acostumbrada. Aunque algunos ya se habían adelantado para esperar al presidente desde la madrugada, otros muchos llegaron desde distintos lugares de la República en las siguientes horas. Se les repartieron banderas, recibieron comida y sonrieron para iniciar un paso lento, pero seguro, hacia el Ángel de la Independencia. 

Esta marcha es una marcha antagonista. Luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador viera el “músculo” de la oposición en el Monumento a la Revolución por la marcha a favor del INE, el asunto se convirtió en una revancha. Por eso llegaron personas uniformadas, guindas, y sí, en mayor cantidad, en parte por la propia fuerza del Estado, que impulsó a funcionarios de la Cuarta Transformación a hacer presencia, sacarse la foto y apoyar a su presidente. 

Se eligió un lema extraño: “No somos acarreados”. 

Entre las primeras diferencias con la marcha Pro-INE, estuvo el Ángel descubierto, sin vallas. Así los simpatizantes pudieron tomarse fotos y darse a la tarea de vociferar, una y otra vez: “Es un h-o-n-o-r estar con OBRADOR”. 

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El modelo para estas presencias, de todas las clases sociales, fue el uniforme que hacía nacer la duda, ¿cuánto habrá costado cada playera, bandera, chicharra, pancarta y muñeco? Y las otras prácticas, porque corrieron las tortas, las aguas y el personal con playeras de Morena que se decían no acarreados, pero que traían en la mano la comida, la frutita, los regalitos para la jornada. 

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Gobernadores se tomaron la imagen del recuerdo. Foto: Cuartoscuro.com.

Si la marcha a favor del INE estuvo conformada por expresidentes, exgobernadores, excandidatos, esta, a favor del presidente y de toda su figura, estuvo encabezada por los grandes cargos del país. Los más importantes, las tres “corcholatas”: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto, todos bajo un mismo gesto de lealtad política. 

Si al presidente le tocaron empujones, ¿por qué a los demás no? El canciller Ebrard sufrió un golpe con un objeto y tuvo que revisar sus lentes. Sin embargo, continuó con las selfies sonrientes. La jefa de Gobierno Sheinbaum defendió su lugar y caminó a la derecha del presidente, también vestida de blanco. Adán Augusto, titular de Gobernación, quedó un poco atrás de su jefe, pero no dejó de sonreír, alzar la mano y recibir las fotos. 

Se vieron las caras de Miguel Barbosa, Lord Molécula y Dolores Padierna. También hicieron presencia Luisa María Alcalde, Fernández Noroña y hasta Epigmenio Ibarra, que se sintió mal y tuvo que recargarse en el cofre naranja de un automóvil. Fue el susto de la tarde. 

Y un poco la metáfora del día: el desgaste. 

Porque el presidente avanzó lento entre la multitud y sin una ruta clara. No era extraño ver acumulaciones de gente que alzaba sus teléfonos, decía “ahí, viene, ahí viene” para luego ver decenas de militantes, pero no el más importante, al que vinieron a ver. 

 A Marcelo Ebrard le arrojaron un objeto a la cabeza. Foto: Moisés Pablo / Cuartoscuro.com.

Aunque tal vez la historia más triste ocurrió en la plancha del Zócalo. Los contingentes llegaban y llegaban, pero no el más importante, el del presidente. Desde los balcones ondeaban banderas y un señor sin camisa observaba a la multitud. Entraban por todas las calles, Pino Suárez, 20 de Noviembre, 5 de Febrero, 16 de Septiembre, aunque la más importante fue la de Madero, por la que venía el flujo principal de la marcha. 

En la plancha, lo que inició como ilusión y como gritos a favor del presidente, con el paso de las horas, se volvió en cientos de caras molestas por el calor; luego, fue habitual ver mantas extendidas y hasta gente dormida ¿Por qué? Porque el presidente no llegaba, porque pasaban las horas y los gritos de consignas, contra el INE, Ricardo Monreal, Lorenzo Córdova, se transformaron en gente comiendo snacks o saliendo a las calles aledañas para quitarse el aburrimiento. Ya para la una de la tarde, algunos simpatizantes decidieron partir y quedarse con las ganas de ver al presidente. En el fondo cantaba el mariachi, una canción tras otra, hasta que las notas se quedaron sin sabor, entre los semblantes de cansancio, insolación y hambre. 

Por fin, se corrió la voz y se dijo que ahí venía el presidente. A los pies de un semáforo y con la calle Madero a las espaldas, cientos de personas se prepararon para recibirlo. Ciscados varias veces, ilusionados varias veces, ¿viene, no viene? Esperaron casi 50 minutos cuando por fin se confirmó que “él” venía: los celulares se alzaron al cielo. 

Cuando el presidente cruzó por el semáforo, llegaron los empujones, los golpes e incluso las peleas entre militantes que querían ver a AMLO. “¡Un zapato, un zapato!”, gritó alguien, mientras la gente perdía sus sombreros, sus bebidas y pedía que tuvieran cuidado, que iban a aplastar a los niños. Y, entre la multitud, una cabellera gris intentó avanzar lo más pronto posible hasta adentrarse en las vallas y colocarse en el templete para dar su discurso. 

 

Los empujones provocaron que varias personas se desmayaran. Video: Miguel Ángel Teposteco. 

Lo siguiente que pasó sorprendió: mientras el presidente recordaba a sus héroes, a Madero, a Juárez, varios asistentes empezaron a irse. Las fotos clásicas, del Zócalo a reventar, se perdían entre huecos de un público disperso. Más al centro, todavía en la plancha, la multitud fiel aguantó. Esa que celebró cada dato del presidente.

En su discurso, el presidente destacó que “tres millones 732 mil familias con niñas y niños de preescolar, primaria y secundaria reciben becas de mil 680 pesos bimestrales”. A esto agregó que 4 millones 155 mil alumnos, de bachillerato o escuelas públicas de nivel medio superior “reciben becas de mil 680 pesos bimestrales”.

En cuanto a la lucha contra la pandemia, el titular del Ejecutivo presumió que se “han aplicado 228 millones de vacunas”. 

Asimismo, señaló que la inversión extranjera en su gobierno ha “alcanzado niveles históricos”. En los primeros nueves meses de 2022 se habrían recibido “2 mil 147 millones de dólares, creció en 29 por ciento en comparación con el mismo periodo del año pasado”. 

En cuanto a la ciencia, dijo con orgullo que “se liberó al Conacyt”, ya que “estaba al servicio de las grandes corporaciones económicas y financieras”. 

“Es muy importante, que se sepa”, dijo a sus seguidores, “en nuestro gobierno no hay funcionarios como García Luna”. El presidente, despeinado por el viento, volvió a la carga: “No se permite la violación de derechos humanos, la autoridad no es cómplice, encubridora y ejecutora de torturas y masacres”. 

“No se admiten relaciones de complicidad con nadie. No es: me entiendo con una banda para proteger a esa banda y hacer la faramalla para perseguir a otra banda”. 

“Ni se hace ningún acuerdo con ningún grupo de la delincuencia organizada”. 

Hubo reconocimientos a Lula da Silva y a América Latina por compartir “los valores de justicia social” de la Cuarta Transformación. También hubo reconocimiento a Joe Biden, e incluso un recuerdo con Donald Trump y Justin Trudeau, por los beneficios del TMEC. El presidente incluso recordó una canción: “El que no quiere a su patria no quiere a su madre”, pero erró el autor: “De Rubén Blades”, dijo, en vez de Residente, quien inventó la rima. 

El presidente propuso impulsar este y otros valores de su movimiento a través de un “humanismo mexicano”, con una economía a favor de la justicia social y una política que piense en el bien colectivo. Y para finalizar, dio un “¡Viva México, Viva México!” Antes de bajar del templete con su esposa y sus funcionarios cercanos, dando pie al fin de la marcha, un poco antes del anochecer. Hubo aplausos, fotos y cuerpos cansados que regresaron a casa. 

 Imagen de los momentos en que AMLO daba su discurso. Foto: Miguel Ángel Teposteco. 

SHEINBAUM CALCULA 1.2 MILLONES DE ASISTENTES 

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, estimó que asistieron “1.2 millones de personas” a la marcha. A diferencia de la movilización a favor del INE, el número no lo dio Batres, sino ella, calificándola de “marcha histórica con el presidente”, en la cual hubo “saldo blanco”. 

Sin embargo, aunque no se cuestionó el número, sí cayeron burlas sobre los espacios vacíos que fueron visibles en el Zócalo mientras AMLO daba su discurso. “Eso sucede en una marcha obligatoria, no en una marcha voluntaria”, escribió en un tuit Claudio X. González. 

El economista Mario Di Costanzo agregó que las personas: “Empezaron a dejar el Zócalo mientras AMLO aún hablaba. ¡SE CANSARON DE OÍR MENTIRAS!” Margarita Zavala no comentó pero compartió publicaciones sobre los huecos de la plancha del Zócalo. 

FUERON MUCHOS… PERO SE ABURRIERON

Y los asistentes, ¿qué vieron? Definitivamente: más gente que en la marcha del INE. En especial con esos espacios donde no se podía avanzar, donde se perdía la respiración y donde no se podían mover las piernas ni los brazos, solo la cabeza. 

Pero lo que pudo ser una victoria contundente, por lo menos con los números, “con los otros datos”, se ponchó por el “pueblo bueno” que se hartó. Que llenó los restaurantes en el centro histórico, que buscó sombras, que chupó congeladas, bebió aguas frescas bajo el calor de la plancha. Y que decidió que el cansancio era más fuerte que la voluntad de ver a Andrés Manuel López Obrador en un Zócalo que no quedó para la foto. Una superficie con los fieles que se esperaron al último, entre basura dejada por la multitud y el presidente desapareciendo entre las rejas de Palacio Nacional, en la que dijo podría ser su última marcha. 

@Ciudadelblues

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