EMEEQUIS.– “Alguien subió a un avión desde cierta ciudad este fin de semana, y el avión estaba casi completamente lleno de matones que vestían uniformes oscuros, uniformes negros, con equipo de esto y lo otro”. La frase, más propia del héroe de una película de acción, que del presidente de Estados Unidos, dejó perpleja por unos segundos a la conductora de Fox News, Laura Ingraham, mientras Donald Trump aseguraba que “un grupo que está en las sombras más obscuras” controla la agenda del candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, Joe Biden.
–Pero eso suena a teoría de la conspiración. ¿Quién es esa gente? –preguntó la periodista.
–Gente de la que no has escuchado hablar. Gente que está en las calles, controlando las calles –respondió Trump–. Alguna vez te diré quiénes son, pero ahora no puedo porque el asunto está bajo investigación.
Esa misma teoría había circulado unos días antes en Facebook, al estilo Facebook; es decir, gente compartiendo notas sin fuente, sin información precisa y utilizando imágenes tomadas de otros sitios. Al parecer, Trump la escuchó y decidió lanzarla al aire a menos de dos meses de la elección presidencial.
Como es sabido, Trump suele usar teorías de la conspiración para dirigir la atención mediática a donde mejor le conviene, y es bueno haciéndolo. Primero como candidato, y luego como presidente, Trump ha instalado en el discurso público teorías que afirman que Barack Obama no es ciudadano estadounidense –y ahora lo hace con Kamala Harris–; que en la elección presidencial de 2016 –¡en la que ganó él!– hubo fraude electoral; que en la caravana de migrantes de 2018 viajaban terroristas y delincuentes organizados; que el coronavirus es una creación malévola de un laboratorio chino, y que las personas que protestan por la violencia policiaca son terroristas “antifa” (antifascistas), incluido un hombre blanco de 75 años agredido por la policía de Buffalo.
Trump dice que cree en estas teorías, y las arroja como un anzuelo que todos muerden. Mientras más descabellada sea la declaración del presidente, más lugar ocupará en los medios nacionales e internacionales y logrará su objetivo: desviar la atención y la conversación de los asuntos graves que le podrían restar popularidad. Sin embargo, es posible que en esta ocasión, justamente debido al malévolo coronavirus, la estrategia no le funcione.
Y ENTONCES LLEGÓ LA PANDEMIA
En Estados Unidos los presidentes se eligen por un periodo de cuatro años con una posibilidad de reelección continua. Durante la campaña para el primer periodo, como en todos los países, el candidato suele apuntar a los errores del gobierno en funciones y explicar por qué él lo puede hacer mejor. En el caso de Donald Trump, el hartazgo de la gente tras la crisis económica de 2009-2010, fue campo fértil para, como candidato, posicionarse como un hombre de negocios exitoso que podía reactivar y recuperar la economía del país en magnitudes insospechadas. Durante esa campaña de 2016, el tema más importante para el 84 por ciento de los votantes era la economía ––inmigración, que mucha gente piensa que fue el arma definitiva de Trump, estaba en el sexto lugar de las preocupaciones nacionales.
Ya como presidente, esa siguió siendo la fortaleza de Trump. Incluso en los momentos con el menor índice de aprobación a su gestión como presidente, el que corresponde a la economía se había mantenido más o menos estable, con una tasa de aprobación superior al 50 por ciento. Pero entonces llegó la pandemia.
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Desde el inicio del 2020, la calificación de Trump en materia económica ha bajado notablemente, pasando de un 56/39 por ciento de aprobación/desaprobación entre enero y febrero, a 48/48 en la segunda semana de agosto. Su popularidad en general ha bajado cinco puntos desde enero, sin duda por razones vinculadas a su mal manejo de la pandemia de COVID-19 y a su falta de estrategia para reactivar el país tras la cuarentena; pero en el caso de la economía, además del descenso en la aprobación (de 56 a 39), el alza en la desaprobación (39 a 48) es una tendencia a observar. De mantenerse o aumentar esta durante las semanas que faltan para el 3 de noviembre, la pandemia podría haberse comido la carta más fuerte de Trump.
PANDEMIA ON MY MIND
Si las elecciones para el primer periodo de un presidente son un ejercicio de cuestionamiento al gobierno en turno, las de segundo término constituyen un referéndum a la gestión del propio candidato. Trump no parece entender esto. Reviviendo su eslogan de “Make America Great Again”, su plataforma de campaña ha centrado su discurso en una hipotética situación económica estable ––en un momento en el que hay 14 millones de personas desempleadas en el país–– y en las manifestaciones que han llenado las calles de varias ciudades contra la violencia policial y racial. Esta última ha sido su línea discursiva de las semanas recientes ––los “antifa” misteriosos en un avión inexistente–– para asegurar que el país no podrá estar seguro si Biden gana la presidencia. Solo ha olvidado mencionar que la violencia ocurre ahora, mientras ÉL es presidente.
Cuanto un elector va a las urnas, suele decidir su voto en función de cuál es el tema que más le preocupa en ese momento, y votará por quien considere que puede atenderlo mejor. Como en el 2016, hoy el tema más importante para los estadounidenses es la economía, seguida del cuidado a la salud, y la pandemia de COVID-19. En una encuesta mensual realizada entre votantes en general, 73 por ciento afirma que el coronavirus le preocupa “mucho” o “algo”. Estos porcentajes se han mantenido más o menos igual entre marzo y septiembre, lo que indica que el tema sigue como prioridad en la mente de los votantes.
Al evaluar el manejo de la pandemia por parte de Trump, 57 por ciento desaprueba cómo lo ha hecho y solo 39 por ciento lo aprueba. Esta cifra fue en ascenso de marzo julio, y se ha mantenido desde entonces. En un desglose por partidos, la mayor parte de los republicanos aprueba lo que el presidente ha hecho con respecto a la COVID-19, y la mayor parte de los demócratas lo desaprueba; pero entre los votantes que se declaran independientes, y que podrían decidir la elección, solo 34 por ciento lo aprueba. En contraste, entre los votantes en general, Biden supera por diez puntos a Trump en cuanto a la confianza en el manejo de la pandemia.
El equipo de campaña de Trump sabe todo esto, de manera que su objetivo para las próximas semanas es sacar la pandemia del ciclo noticioso. Las teorías “antifa”, la amenaza de violencia expansiva, el discurso de “ley y orden”, serán su distracción mediática de aquí a la elección, intentando que los noticieros repitan en “loop” las imágenes de las manifestaciones violentas, sin recordar qué es lo que las provocó. La violencia, sin su explicación, es vandalismo.
Es la segunda semana de agosto y Biden rebasa a Trump por 7 puntos en las preferencias electorales, pero esa cifra se moverá. Lo que probablemente no se mueva mucho, son los resultados de una encuesta que pregunta a los simpatizantes de ambos candidatos la principal razón para votar por él. En el caso de Trump, 44 por ciento respondió que por su liderazgo o por su posición política. En el caso de Biden, 56 por ciento dijo que la principal razón para votar por él, es porque no es Trump.
@eileentruax