CONFIDENTE EMEQUIS
EMEEQUIS.– La Fiscalía de Nueva York transita por un camino fangoso. Los testigos de cargo en contra de Genaro García Luna son personajes de una calidad moral nula y son depositarios de historias negras.
Quizá no podría ser de otra forma, ya que ellos son los que saben de los manejos en los bajos fondos, pero sorprenden los testimonios distorsionados y aún inverosímiles.
Es como una tormenta de lodo que va a generar daños en propios y extraños, pero que a la vez muestra el poco aprecio que en las fiscalías de Estados Unidos sienten por sus contrapartes mexicanas.
Es válido preguntarse si validarían semejantes testimonios, si el juicio fuera contra un ex jefe del FBI o de la DEA. Sospecho que no lo harían, porque cuando se trata de ellos, suelen buscar algo más que los dichos.
Y, por supuesto, no se trata de que se evadan responsabilidades, pero sí que se tenga al menos algún decoro al momento de destruir reputaciones ajenas y muchas veces colaterales, en aras de sorprender a un jurado que ya debe estarlo con lo que han escuchado, aunque no tengan modo de contrastarlo.
La semana pasada, un ex oficial policiaco señaló que presenció un encuentro del ex secretario de Seguridad Pública con Arturo Beltrán Leyva y Édgar Valdez “La Barbie”. El testigo explicó que se dirigía “a comer unos tacos de pollo” en un puesto callejero en el rumbo de Tepoztlán en Morelos. Inclusive señaló que “La Barbie” iba con arma larga.
Extraño que un funcionario visible y poderoso, como García Luna, conversara con un capo buscado por la PGR, el Ejército, la Marina Armada y la DEA en la vía pública. Lamentable que al policía curioso no se le hubiera ocurrido, ni por asomo, tratar de indagar si su jefe no requería de algún auxilio, toda vez que ya se había percatado que estaba ante dos rufianes y uno de ellos armado.
Lo que sí le vino a la mente, es acudir a una legisladora, Layda Sansores, quien, en lugar de acompañarlo a presentar una denuncia, lo conminó a filtrar la información a una revista.
El más reciente participante en las audiencias es Edgar Veytia, quien estableció un reinado de terror mientras estuvo a cargo de la procuración de justicia en Nayarit (2013-2017).
Funcionario de las confianzas del entonces gobernador Roberto Sandoval, el fiscal se creía, y acaso lo era en parte, dueño del destino de su entidad.
Sobre Veytia pesan, en México, acusaciones por despojo, tortura y homicidio. Acaso por ello le apodan “El Diablo”, y quienes se toparon con él o afectaron sus intereses, señalan que el apodo no es solo adecuado, sino descriptivo.
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Veytia se educó hasta el nivel medio superior en San Diego, lo que le sirvió para aceitar las rutas de trasiego de drogas hasta California.
Aliado a los hermanos Beltrán Leyva y posteriormente al Cártel de Jalisco, activó toda una red delictiva que funcionó hasta que lo detuvieron en Estados Unidos en 2017.
En la actualidad está sentenciado a 20 años de cárcel por los delitos de tráfico de heroína y cocaína.
En la Corte de Brooklyn, portando un uniforme del Centro de Detención, Veytia dijo que la instrucción, durante el gobierno del presidente Felipe Calderón, era apoyar a Joaquín “El Chapo” Guzmán. Señala que esto se lo dio a entender Luis Cárdenas Palomino, entonces jefe en la Policía Federal, al afirmar que los nayaritas “estaban del lado equivocado” y el antecesor de Sandoval, el gobernador Ney González, cuando le comentó que “acababa de llegar de una reunión muy importante en la Ciudad de México con Felipe Calderón y con Genaro García Luna donde nos dijeron que la línea era ‘El Chapo’.”
Lo que destaca de las afirmaciones es que la orden, en caso de haber existido, le importó poco o nada, ya que, a lo largo de su trayectoria, primero como jefe policiaco y después como fiscal, Veytia siguió al servició de los Beltrán Leyva.
El expresidente Felipe Calderón de inmediato señaló que él no hizo pacto alguno con la delincuencia organizada. Ataja lo que será la estrategia de los fiscales, que no tendrán –no han tenido—pudor alguno para presentar relatos que, hasta ahora, no han sido acompañados de pruebas.
Y sí, el Diablo en Brooklyn, nada menos.
@jandradej
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