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“Lo que importa es contar la historia que hay detrás”: Cristopher Rogel Blanquet

“Todavía no lo asimilo, está cabrón”, dice Cristopher Rogel Blanquet quien, al ser uno de los ganadores en la categoría de Proyectos de Largo Plazo, con la serie “Hermoso Veneno”, sobre el uso de agroquímicos en cultivo de flores, puede recibir el galardón mundial del World Press Photo. El 20 de abril se dará el resultado.

4 / 05 / 23

EMEEQUIS.– Un grupo de periodistas se adentra a las montañas de Michoacán, entidad cruzada por el fuego de los cárteles –con la disputa abierta entre Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana–, las autodefensas que buscan repeler al crimen organizado –y algunas se vinculan con éste–, más los policías y las fuerzas armadas –algunos miembros también ligados al narcotráfico.

Es 2014. Les han dicho que hay halcones de los Templarios que los siguen e, imperceptibles entre el ramaje, sicarios que los acechan. No hagan nada raro, les repiten, mientras cruzan por un paraje en el que hay una camioneta rafagueada y hubo muertos. Huele aún el metal caliente. Todos disparan sus cámaras para retratar la postal que es un legado de la violencia que consume al territorio michoacano, pero Cristopher Rogel Blanquet, entonces un novel videógrafo, abre la puerta del vehículo porque miró que adentro había una Blackberry y pensó en la revelación periodística que podría ser la información que contuviera el aparato sobre operaciones de algún cártel.

La alarma de la camioneta se activó y su ruido estridente rompió la pasividad del territorio. Todos lo miraron con rabia y desesperación. “Recuerdo que todos me voltearon a ver como diciéndome: ‘¡eres un idiota!’”, y luego reconoce: “estaba poniendo en riesgo la vida de todos”.

El chofer de uno de los medios que iba con ellos abrió el cofre de la unidad y consiguió desactivar la alarma. Uno de los periodistas le gritó airadamente a Cristopher, para reclamarle, y en ese momento fue doloroso, pero el aludido ahora piensa: “me parece que fue muy noble, porque yo (ya en este tiempo) me hubiera gritado más”, si alguien cometiera el mismo error y los dejara a merced de ser acribillados por los Templarios.

“Aprendí que las escenas son las escenas y jamás se deben de tocar. Yo no lo quería hacer por alterar la imagen. Yo sólo quería ver qué contenía ese teléfono, pero aprendí; aprendí. Es algo que ahora tengo bien claro”.

HERMOSO VENENO

Nueve años más tarde, Cristopher Rogel Blanquet, que, entre otras coberturas, ha documentado la guerra entre Rusia y Ucrania, es uno de los ganadores del World Press Photo 2023 con “Hermoso Veneno”, un fotorreportaje que da cuenta de las consecuencias a la salud de los habitantes de Villa Guerrero en Estado de México, como malformaciones y enfermedades terminales, por el uso de agroquímicos en el cultivo de flores.

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De aquella experiencia cuando la alarma de una camioneta baleada se activó, dejando a todos ante el riesgo de ser acribillados, Cristopher recuerda: “Yo vi la Blackberry y en mi novatez y en mi inexperiencia, porque era mi primera cobertura fuerte, y en esa hambre de a lo mejor encontrar información exclusiva, vi el celular dentro de esa camioneta rafagueada, y en mi lógica, dije: ‘a lo mejor tiene información que podemos utilizar’. Yo vi la camioneta baleada, destrozada, y se me hizo fácil abrir la puerta”, cuando “ya nos había dicho que en ese momento los Templarios estaban merodeando la zona y que no hiciéramos nada estúpido, pero yo hice algo estúpido”.

El recién galardonado con uno de los premios más prestigiosos de la fotografía periodística valora los errores tanto como los aciertos, porque, asegura, ayudan a reconstruirnos en una profesión siempre en acecho en la que el aprendizaje es continuo, pero suele no hacerse valer el derecho a ser falible, ni reconocer que también estamos hechos de fallas o fracasos.  

“Ahora que estuve en Ucrania había muchas escenas del crimen, por así decirlo. Yo ya sé que no toco nada por seguridad. Por ética, yo ya lo sabía desde antes, pero por seguridad no lo hago”, remarca en entrevista con EMEEQUIS

Parte de la serie ganadora. 

Habla con una soltura que, por momentos, vuelve la conversación íntima, como quien se descubre ante otro sin temor a ser juzgado. Parece, entonces, que no hay un entrevistador y un entrevistado, sino que hemos vuelto al ritual casi religioso de hace una década, cuando compartíamos las palabras y las horas, de por medio alguna botella, después de las jornadas fatigosas de nuestros primeros empleos. Fue la primera vez que escuché de los World Press Photo, porque él me dijo: “algún día los voy a ganar, cabrón”, y ese día llegó la madrugada del 29 de marzo.

Por eso en esta entrevista a veces se rompe la tercera persona, y la formalidad puede perderse hasta volver a un diálogo entre dos “valedores” que se reencuentran para celebrar una buena nueva. Cristopher ha pedido que no sea condescendiente, que lance el dardo, y después de hablar de la historia en Michoacán, meto el dedo en la llaga de un episodio doloroso –por la dimensión de lo que sucedió–, y por lo que detonaron sus fotografías: la explosión de Tlahuelilpan el 18 de enero de 2019, el día que una toma clandestina estalló y dejó 137 muertos.

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador se retiró, y después el entonces gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, tras de ellos se fueron la mayoría de los medios del predio de San Primitivo, donde estaban los cuerpos calcinados. Iniciaba la madrugada del 19 de enero. Olía a carne quemada y a gasolina; cuando el hedor entraba a los poros, quemaba como si alguien pusiera dentro un cerillo. Tenía unas horas que la columna que se levantó, como rascacielos de lumbre tras el estallido, había sido apagada, pero de la tierra emanaban unos vapores, como si fueran espíritus desprendiéndose de los cuerpos, que en realidad eran la consecuencia de la carne carbonizada.

En ese momento, Cristopher dijo que si nos quedábamos ahí apenas cayeran los primeros rayos del amanecer podríamos contar los cuerpos y arrojaríamos una primera cifra, pues entonces no se conocía el número de muertos en el campo. Había cinco reporteros, incluyéndonos. Con esa idea estábamos cuando los pobladores, que llevaban horas contenidos por un primer retén militar y ya eran demasiados, rebasaron el cerco militar y comenzaron a buscar a sus muertos, que eran los fragmentos calcinados sobre la hierba. De aquellas escenas atroces, Rogel Blanquet tomó las primeras fotografías, que generaron una opinión dividida en redes sociales sobre el deber de retratar un momento como aquel de la manera en la que el fotoperiodista lo hizo, o no hacerlo. 

“Yo no estoy arrepentido de esas fotos, eso sí lo tengo claro. Cuando llegué a Tlahuelilpan estaban los militares custodiando justo el área, la zona cero por así decirlo, pero en ese momento iba a llegar Andrés Manuel y toda la atención se fue a donde él iba a llegar; entonces, esa parte (la del lugar del siniestro) quedó como vacía. Yo estaba esperando a la orilla de un camioncito (militar) qué es lo que iba a pasar, y en esos minutos se dejaron venir muchos familiares, porque ellos querían ‘no identificar a los cuerpos’: querían que no fueran sus familiares” los que estaban tenidos en la parcela quemada de San Primitivo.

“Entonces, cuando se acercan, escucho que un militar le dice a otro (supongo que era de mayor rango): déjalos pasar, porque no querían enfrentamientos, aunque la orden era de no dejarlos pasar. Sin embargo, imagínate la catarsis de las personas que están ahí, con el deseo de que quienes están en el campo quemados no sean sus familiares, sus esposos, sus hijos, sus padres. Los militares decidieron ni siquiera aparentar, solamente se quitaron.

“Cuando veo esa situación yo me meto con los familiares y resulta que quedamos todos en medio de estas escenas de cadáveres; es cuando yo empiezo a retratar la tragedia. Yo creía que era indispensable; lo creo, porque al final era algo que nunca había pasado y era necesario que se informara. La escena era muy dura y yo sí cuidé no sacar cuerpos en los que se pudiera identificar la identidad de las personas.

“La foto que me critican fue la de un cráneo, pero en mi lógica, y en la lógica que sigo teniendo ahorita, no sabías si era hombre, no sabías si era mujer, no sabías nada, sólo era un esqueleto que para mí mostraba la dimensión de lo que había ocurrido, por eso saqué esa foto”.   

El fotoperiodista insiste en que las personas, pobladores de Tlahuelilpan y Tlaxcoapan, municipios donde converge el predio siniestrado y ahora hay altares a la memoria de los difuntos, buscaban “no encontrar” a sus familiares, hasta que una esposa lo hizo y el llanto ensordeció alrededor, ante la mirada estoica de los militares, que no actuaron contra los dolientes.   

“Yo llegué a escuchar que decían (cuando se acercaban a los cuerpos): ‘no, éste tiene un tatuaje. No, gracias a Dios (no es él), él no tiene tatuaje’. Como que el saber que no eran sus familiares les daba un poco de esperanza. Cuando en algún momento una señora sí identificó a su esposo, colapsó y se puso muy muy mal, y entonces ellos y nosotros entendimos que ya no podíamos hacer fotos y bajamos la cámara y nos salimos”.

No se arrepiente –remarca– de las imágenes que capturó “porque no relevan la identidad de nadie de los cuerpos y era algo que tenía que documentarse al ser una tragedia tan grande, que se pudo haber evitado”.

De las opiniones en torno a esas gráficas, Cristopher lo sintetiza en una idea: “uno siempre tendrá detractores de su trabajo, y gente que esté a favor, pero yo creo que siempre y cuando tú seas coherente y sensato con tu postura vas a tener argumentos para defender tu trabajo. Podrán estar o no estar de acuerdo las demás personas, eso es otra cosa, aunque a mí me da tranquilidad y creo que eso es suficiente”.   

 Cristopher Rogel Blanquet.

PRECARIZACIÓN LABORAL

Rogel Blanquet dice que una palabra lo define: “terquedad”. “Profesionalmente, hay muchas historias que contar. Este tipo de reconocimientos (los World Press Photo) sé que te pueden abrir una puerta para colocarte en niveles en los que puedes hacer tu trabajo de una manera más desahogada, que es al final lo que nosotros buscamos, tener un lugar estable, con un ingreso estable, para poder hacer lo que sabemos hacer.

“Entonces, en ese sentido creo que soy muy terco porque a fuerza de trabajo y constancia he logrado colocarme. Cuando empecé, en Milenio, escribía, hacía video y hacía foto, aunque no me latía todo, porque yo quería crecer profesionalmente; eso me abrió las puertas en El Universal, donde entré siendo videógrafo, pero yo quería ser fotógrafo, y me costó un año y medio haciendo asignaciones fuera de mi horario de trabajo para que el editor y el director vieran mi trabajo, hasta que los harté y me dijeron: ‘bueno, ya, pásate a fotografía’.

“Luego intenté colocarme en los escenarios internacionales del fotoperiodismo, pero no ha sido fácil, y aunque todavía no lo logro, tengo la fortuna de que ya colaboro con Getty y en un periódico de Estados Unidos que está muy contento con mi trabajo, el Courier Journal, además de que tengo un pequeño guiño con el New York Times. Me considero una persona muy terca: sé muy bien a donde quiero llegar profesionalmente y sé bien qué tipo de historias, y ésta (“Hermoso Veneno”), es también reflejo de cierta adversidad”.   

De los medios tradicionales en México, Cristopher se alejó hace seis años por dos motivos: la precarización laboral, que demanda un involucramiento total a las asignaciones, pero una remuneración baja para un trabajo profesional, y la falta de coincidencia entre lo que los periódicos determinan que es importante cubrir, muy asociado con la nota política y algún hecho significativo que rompa con la agenda predominante, y sus motivaciones personales, que evidencia en proyectos como ”Hermoso Veneno” e “Invisibles”, que data de hace tres años y consiste en retratar a personas en situación de calle después de un cambio de imagen, el cual, al igual que los viajes a Ucrania, Marruecos y Turquía para coberturas sobre la guerra, violencia y migración, lo financia personalmente, aunque en “Invisible” también ha recibido el apoyo de “patrocinadores”, que no son otros sino amigos, personas de a pie que empatizan con la idea de, a través del cambio de imagen, recuperar la identidad y el pasado antes de que una persona llegara a la indigencia.

Ahí, ha conocido historias como la de Carlos, que nació en Honduras y huyó de su país por la amenaza de Las Maras. Buscaba cruzar la frontera e internarse en Estados Unidos, pero cayó del lomo de “La bestia” en Lechería, Estado de México y se volvió indigente. En Honduras, dejó dos hijos que viven con su madre, y le dijo a Cristopher: “yo me siento solo, a veces lloro ahí adentro (la improvisada ‘casa’ en la que vive en la calle) por las noches”.   

¿CÓMO SURGIÓ LA SERIE GANADORA?

De “Hermoso Veneno”, Rogel, de 38 años, cuenta que es una historia que le propuso a una editora de Reuters después de que ella le sugiriera, debido a que no había empleo fijo, que le presentara como freelance una historia que tuviera como eje algún daño por el medio ambiente y/o la contaminación. Entonces recordó que en la adolescencia su papá le contó que en Villa Guerrero había personas que fumigaban flores y, por la exposición a tóxicos, se creía que habían tenido daños a la salud.

Se decidió a investigar y fueron los pobladores de la localidad quienes le abrieron las puertas para contarles su historia y abrir sus casas, sus campos y sus cuerpos para ser retratados. Con este proyecto recibió una beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y ganó la Eugene Smith, uno de los galardones por este trabajo.

Como hecho curioso, dice, “Hermoso Veneno” no había sido publicado en ningún medio, aunque ya había recibido varios premios en tres años, debido a que, por la pandemia, Reuters aplazó su reproducción. Fue hasta hace un mes que Getty lo difundió. Con ello, más el último reconocimiento, el fotoperiodista espera que las autoridades atiendan esta problemática social, lo cual, afirmo, es el objetivo de visibilizar lo que, durante décadas, ha sucedido en este poblado mexiquense.

“Yo creía que era una historia importante y afortunadamente no me equivoqué, y he sido honrado con este premio porque la historia es importante. Ahora, espero que las autoridades volteen a ver y hagan algo. Espero que ese sea el siguiente paso, porque si no genera un cambio, no le vería sentido”.     

AMENAZA DE VIOLENCIA

Aunado a la precarización laboral en la mayoría de los medios tradicionales, Rogel Blanquet reconoce la violencia a la que están expuestos quienes se dedican a la labor periodística, en un país como México, que, en esta profesión, es el más mortífero de América. No obstante, se dice “privilegiado” ya que, aunque ha estado en situaciones graves en las que hay un riesgo por una cobertura, no ha recibido una amenaza de muerte directa.

“Sí está cabrón, pero la verdad quienes más le sufren son los compañeros que están en Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa. Ellos sí viven un gran riesgo, por la gente que están matando. Entonces, pues uno es privilegiado, de algún modo. Además, creo que la vida me ha tratado bien. O sea, he tenido riesgos de muerte, pero no directos. En Ucrania, en medio de una guerra, hay un riesgo de muerte latente; cuando estaba en la frontera (entre México y Estados Unidos) era un riesgo latente porque están en medio de una revuelta social, pero algo directo, directo, que a mí me hayan dicho: “tú”, afortunadamente hasta ahorita no ha sucedido”.

Cuestiono sobre episodios traumáticos en la profesión, y si hay alguno que parezca un temor vivo: menciona que cuando estaba en Ucrania, soñaba en ocasiones con escenas de muerte; sin embargo, piensa que el que más lo marcó fue el sismo de septiembre de 2017 en la Ciudad de México, cuando salió de su edificio con la cámara en mano y vio un ala de la capital en ruinas, en histeria colectiva. Las escenas le golpearon más, dice, porque lo sintió tan cerca: no era en un sitio remoto lejos de su zona de seguridad, sino en su propia ciudad. En aquel entonces vivía cerca de una estación del Metrobús. Cuando el vagón pasaba cimbraba la tierra y tambaleaba el edificio. Despertaba exaltado porque creía que era un nuevo temblor.  

VA POR EL WORLD PRESS FINAL

“Todavía no lo asimilo, está cabrón”, dice Cristopher, quien, al ser uno de los ganadores en la categoría de Proyectos de Largo Plazo (él a nivel Norteamérica y Centroamérica), puede recibir el galardón mundial del World Press Photo. De los que fueron premiados, considera que el trabajo de una fotoperiodista filipina sobre la violencia en su país tras una fallida política gubernamental es una competencia muy fuerte para “Hermoso Veneno”.

“Hace tiempo, el gobierno de allá declaró una guerra contra las pandillas, como lo que hizo aquí (Felipe) Calderón, pero éste más salvaje”, explicó el también fotodocumentalista.

Se trata del trabajo de Kimberly de la Cruz sobre la “guerra contra las drogas” impulsada por el expresidente Rodrigo Duterte, “Muerte de una nación”. Desde que comenzó, ella ha cubierto las operaciones y documentado desde las escenas del crimen hasta cómo los asesinatos afectaron a los deudos; por lo tanto, su trabajo fue elogiado por “su capacidad para capturar el impacto continuo de las familias involucradas”, según la consideración del jurado.

Un trabajo periodístico sobre asesinatos de víctimas durante la campaña antidrogas en Filipinas a cargo del fotógrafo Daniel Berehulak ganó el premio Pulitzer, cita Rogel Blanquet, para referir la trascendencia de este tema. El de De la Cruz, añade, tiene la característica del largo aliento, que permite una documentación a fondo, además de estructurar la cobertura de imagen con una trama, que en este caso es de alto impacto.

“El tema (de Filipinas) es íntimo, y en esta categoría es uno de los aspectos que califican”, refiere el fotoperiodista, quien menciona que el 20 de abril se dará el resultado.

Además del periodismo y la fotografía, Cristopher tiene una pasión de larga data: el boxeo. “Todavía lo practico. Ya no peleo, pero todavía para sacarme la polilla me agarro a madrazos, pero luego ya me duele la cabeza por los golpes; entonces, trato de no hacerlo, pero sí todavía le hago bien”, cuenta.

Para hacer un símil entre la disputa por los World Press Photo entre “Muerte de una nación” y “Hermoso Veneno” le digo que sería como una pelea entre Manny “Pac-Man” Pacquiao (Filipinas) y Julio César Chávez (México). Entonces le pregunto: ¿Quién crees que ganaría?”.

“No, pues la pregunta ofende: Chávez, Chávez”, dice, a la espera de que “Hermoso Veneno” dé el nocaut final.

@axelchl 

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Áxel Chávez

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