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El Cártel del Tabaco sigue firme: a Odín le rompieron la nariz en 4 partes para obligarlo a vender sus marcas

Este grupo criminal sigue activo, a pesar de los intentos por frenarlo: golpea y secuestra a dueños de tiendas de abarrotes para que vendan exclusivamente sus cajetillas de contrabando. La DEA ya los conoce, pero en el gobierno mexicano no se les combate y hasta se les descongela su dinero.

1 / 13 / 22

EMEEQUIS.– La última noche que Odín durmió plácidamente fue hace 133 lunas. Llegó exhausto a su casa en Jocotepec, Jalisco, después de atender todo el día la tienda de abarrotes que le heredó su papá y con la última reserva de energía que le quedaba en el cuerpo se tiró a la cama planeando dormir ocho horas seguidas… pero tres hombres violentos y ocultos en su patio tenían otros planes para él.

Eran las 10 de la noche del 2 de septiembre pasado, cuando Odín –casi dormido– oyó que alguien tocaba insistentemente a su puerta. Pensó en ignorar esos nudillos rápidos que querían llamar su atención, pero el ritmo frenético de los golpes en la madera lo convencieron de que alguien, tal vez su familia o una vecina, estaba en apuros y necesitaban su ayuda. 

Fastidiado, el joven de 33 años bajó de la cama, caminó perezosamente a la entrada de su casa y abrió la puerta. Acaso porque aún estaba adormilado, olvidó preguntar quién tocaba con tanta desesperación o qué necesitaba a esa hora en que el sureste rural de Jalisco es tan negro como una cueva. Abrió y, al instante, sintió que su cuerpo se estrellaba contra el suelo y un calor húmedo y espeso le empapaba el bigote y escurría hasta su barbilla.

“Es que no es como en las películas”, dice, sentado en la mesa de una cafetería con vista al Hemiciclo a Juárez en la Ciudad de México. “Uno ve en las películas que a alguien le pega a alguien con una botella en la cara y el vidrio sale volando en mil pedazos, ¿no? Pero no es así. La botella se queda intacta y lo que se rompe en mil pedazos es la nariz”.

Odín –un nombre que él pidió usar para ocultar su identidad– se lleva el dedo índice de la mano derecho al espacio entre las cejas y lo resbala por el tabique de la nariz haciendo un zigzag en cada hueso mal soldado en su cara. Así muestra que la nariz se la quebraron en cuatro pedazos y luego sus tres atacantes lo patearon hasta que se cansaron. 

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“Todo por no vender sus cigarros”, dice, mientras masajea su nariz partida con la mirada clavada en la mesa que compartimos. “Pero me fue bien, hasta eso. La gente que me hizo esto no tiene corazón. A un señor que tiene su tienda por los balnearios Buenaventura le fue peor…

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“¿En serio quieres que te diga? Pues le mocharon dos dedos”, dice tocándose el índice y anular. “Como para que no pudiera jamás agarrar un cigarro. Por eso se llaman el ‘Cártel del Tabaco’”.

 Venta de cigarros ilegales. Foto: David Polo / Cuartoscuro.com.

UN CÁRTEL NACIDO EN EL GOBIERNO

Conocí a Odín gracias a una organización no gubernamental llamada Ciudadanos Uniformados A.C., que aglutina a agentes federales que pertenecen o pertenecieron a la extinta Procuraduría General de la República y que hoy intentan limpiar de corrupción a la Fiscalía General de la República (FGR) en manos de Alejandro Gertz Manero.

Esos agentes han brindado acompañamiento emocional y legal a Odín desde que, aconsejado por un vecino que trabajó como ministerio público federal, el joven de Jocotepec se animó a denunciar a sus agresores en la delegación estatal de la FGR por sospechar que sus atacantes no eran simples golpeadores, sino miembros de un grupo criminal más grande de lo que él pensaba.

Y no le faltó razón: cuando Odín interpuso su demanda el año pasado en la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada, un agente que integra Ciudadanos Uniformados A.C. le confió que era altamente probable que sus atacantes fueran miembros de un peligroso grupo conocido como el Cártel del Tabaco.

“Me explicaron que lo que hace esa gente es meter al país las cajetillas ilegales a México… todo ese cigarro pirata que no tiene ni sellos ni nada… y se dedican a amenazar a la gente como yo que tenemos tiendas. Nos obligan a no vender cigarros ‘de marca’ y tenemos que vender los suyos y darles una comisión. Si no lo hacemos, nos golpean o peor”.

A diferencia de otros grupos criminales, el Cártel del Tabaco tiene su origen en el propio gobierno federal. Sus fundadores son los hermanos Carlos Alberto, Hugo y Genaro Cedano Filippini, exagentes federales, quienes son ubicados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos como los líderes de agentes corruptos –algunos de ellos hoy seguirían activos en la FGR– que controlan el mercado negro del tabaco apócrifo.

Su negocio es simple y complejo a la vez: al menos desde el 2013, los hermanos Cedano Filippini aprovecharon que fueron comisionados al estado de Jalisco para tejer una alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación. La empresa criminal del “Mencho” se encargaría de introducir los cigarrillos ilegales por la misma ruta que las drogas asiáticas y ellos, los agentes corruptos, obligarían a los microempresarios a venderlos.

Los obligarían, primero, a la “buena”: inventando operativos sanitarios que incautaría las cajetillas de marcas legales dejándoles únicamente las apócrifas. O por las “malas”: a fuerza de amenazarlos, golpearlos, secuestrarlos, torturarlos o asesinarlos, si no venden lo que se les pide. 

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Para ello, el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel del Tabaco se aliaron con una empresa acusada de tener vínculos criminales –Tobacco International Holdings (TIH)– que es dueña de cajetillas sospechosamente baratas y dañinas para la salud con marcas como “Laredo”, “Senator” o “Económicos” que se venden en tiendas de abarrotes en ocho estados del país y hasta en estaciones del Metro de la Ciudad de México. 

“Es un grupo muy poderoso, son pura gente de la Fiscalía (General de la República) y tienen un poder enorme. Les habían congelado sus cuentas bancarias, pero son tan influyentes que el gobierno ya les regresó todo su dinero”, asegura Odín. 

Con el inicio del año aumentó el precio de los refrescos y cigarros. Foto: Victoria Valtierra / Cuartoscuro.com.

CUENTAS DESCONGELADAS

La existencia del Cártel del Tabaco fue durante años un secreto a voces dentro de la Fiscalía General de la República hasta que su operación salió a la luz por sus escandalosos métodos de presión que hoy continúan sobre microempresarios como Odín. 

Desde 2017 se rumoraba que había una alianza entre los influyentes agentes federales Cedano Filippini y un cártel de las drogas; luego en 2018 se publicó el primer reportaje sobre sus operaciones ilícitas y en 2019 comenzó a circular entre integrantes de la FGR imágenes de Carlos Alberto fichado en el Centro Federal de Readaptación Social No. 4 “Noroeste” por delitos contra la salud.

Para 2020, su existencia ya era innegable: en mayo de aquel año, Matt Allen, director regional adjunto de la DEA, solicitó a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), entonces liderada por Santiago Nieto, información sobre los hermanos Cedano Filippini y su negocio ilegal con cigarrillos de tabaco presuntamente elaborados en Campeche en una fábrica oculta.

En ese año, la plataforma Servidores Públicos de la Secretaría de la Función Pública –donde se pueden revisar los currículum y datos personales de quienes han trabajado en la administración federal– arrojó que Carlos Alberto, Genaro y Hugo Cedano Filippini estuvieron en la nómina de la entonces PGR durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Más de 500 millones de pesos les fueron “congelados” en sus cuentas bancarias, según representantes de Ciudadanos Uniformados A.C., pero para sorpresa de los agentes de la FGR, en noviembre pasado el Poder Judicial otorgó un amparo a Genaro Cedano Filippini para que la UIF le regresara el control de sus activos bancarios.

Aquella decisión llegó sólo semanas después de que Odín recuperara parcialmente el olfato, tras una cirugía de emergencia para evitar que tuviera daños permanentes por la golpiza de los representantes del Cártel del Tabaco le dieron por negarse a vender sus cigarros. 

EL INSOMNIO CRIMINAL

“Es que yo no voy a vender lo que ellos quieran, ¡es mi tienda!”, dice Odín, mientras sostiene una taza de café e intenta olerlo con profundas aspiraciones que, a la distancia, parecerían exageradas. “Yo por eso les dije que no y mira lo que me pasó”.

Dos semanas antes del ataque, recuerda, tres tipos lo visitaron en su tienda ubicada casi a las orillas del Lago de Chapala. Al principio parecían amables, luego sus chistes comenzaron a sonar como amenazas. Le dijeron que era mejor que no vendiera cigarros de “marca” porque eran muy caros para el pueblo y que ganaría más dinero con los “baratitos”, pero Odín insistió en que sus clientes eran fieles a las marcas conocidas.

La conversación terminó con un “tú sabes lo que haces” que dio mala espina al joven de 33 años, pero con el paso de los días perdió importancia. Luego, su angustia comenzó a crecer cuando supo de dueños de tiendas de abarrotes, expendedoras de cerveza, puestos de dulces y hasta fondas que eran golpeados en circunstancias extrañas.

Parecía el estilo de los cárteles de la zona, pero Odín sintió calma cuando un amigo le pidió que no se preocupara: según él, eso le pasaba sólo a la gente que se negaba a pagar la cuota de extorsión y a Odín jamás le habían pedido un peso. Respiró aliviado y volvió a trabajar como siempre.

“Pero me llegó esa gente. Y dirás que estoy tonto o algo, pero no entendí nada. Y ahí voy a poner la denuncia. Yo pensé que eran vecinos borrachos o drogados los que me pegaron porque sí, pero ya me explicaron lo de los cigarros y ahí lo dejé.

“¿Que si ya vendo los cigarros de esa gente? ¿Qué te digo? No sé… no quiero responder, imagínate tú la respuesta”, me dice Odín, jalando aire como si estuviera constipado.

Van 133 lunas desde la última noche que Odín durmió plácidamente. Después de que el Cártel del Tabaco le rompió la nariz en cuatro partes, siente que no mete suficiente aire en los pulmones y se levanta sobresaltado seguro de que una mano invisible lo asfixia. Le arruinaron la vida porque no importa cuantas horas duerma… siempre tiene sueño.

@oscarbalmen 

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