Siempre sí… Fue Ana Margarita Ríos-Farjat. No hubo bancada completa que resistiera la presión que implica una candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que tenga el poder de conocer a la perfección las cuentas, el pago de impuestos, las condonaciones, los adeudos y la historia fiscal de cada legislador con posibilidad de votar a su favor o en contra.
Después de exponer sus motivos ante el Senado, se emitió la votación, que dio como resultado: 94 votos a favor para Margarita Ríos-Farjat, 25 para Ana Laura Magaloni y uno para Diana Álvarez Maury (122 en total), con lo que acreditó la mayoría constitucional de dos tercios de las preferencias. Hubo cero abstinencias y dos votos nulos.
Ríos-Farjat se perfiló como la favorita desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer la terna enviada al Senado de la República. No obstante, ella no “se durmió en sus laureles”, de inmediato comenzó a buscar, uno a uno, a los senadores con el firme propósito de ganarse, personalmente, su confianza pero, sobre todo, su voto.
Ríos-Farjat, quien se desempeñaba como jefa del Servicio de Administración Tributaria (SAT) nació en Monterrey, Nuevo León. Es abogada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Cuenta con una maestría en Derecho Fiscal de la misma universidad y cursos de especialización impartidos por el Instituto de la Judicatura Federal (1998) y por la Bolsa Mexicana de Valores (2003). Es doctora en Política Pública por la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey (2016).
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Ella combinó trabajo de campo y dejó que el resto de los factores a su favor fluyeran. Por su parte, Ana Laura Magaloni se desempeñó también como gran aspirante. Su respaldo más sólido provino de la sociedad civil y la academia. Contaba con las simpatías de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Testigos del proceso de cabildeo, señalan que Ana Laura decidió consolidar esos apoyos externos y el trabajo de convencimiento dentro de las oficinas de los senadores lo realizó después. En su comparecencia, ante la Comisión de Justicia del Senado, el eje rector de su exposición fue el compromiso con la imparcialidad de sus decisiones en caso de llegar a ministra, pero no sólo eso, prometió trabajar por una Corte que “pacifique”, por un Estado que recupere el espacio ocupado por la violencia y la corrupción, la frase: “Que el violento y el corrupto no impongan la ley”.
Su posicionamiento fue un éxito en las redes sociales. #MagaloniMinistra se volvió Trending Topic. Ahí se reflejó una campaña donde se hizo sentir también el apoyo de grupos intelectuales. No fue suficiente.
COMPROMISO CON EL CAMBIO
La exposición de Margarita destacó por su compromiso con el cambio, dentro del Poder Judicial, por cierto sumamente cuestionado en sus decisiones y en el actuar de algunos jueces e incluso ministros sumamente visibles como el caso de quien renunció, Eduardo Medina Mora, que es investigado por la Fiscalía General de la República, señalado de presunto ejercicio indebido del servicio público, desvío de recursos e incluso lavado de dinero. ¿Cómo no apoyar un cambio en el Poder Judicial?
Y, desde la mesa en el Senado, Margarita pareció cuestionar con una frase a los principales impulsores de su competencia: “La sociedad civil debe mejorar sus estrategias y coadyuvar al mayor desarrollo jurídico que nuestra nación requiere”.
Lo que si admitieron todos los sectores y actores políticos es que las tres mujeres que integraron la terna, también Diana Álvarez Maury, son inteligentes, preparadas, solventes para ocupar el cargo.
En una conferencia previa a la elección de la ministra Ríos-Farjat, el coordinador del PAN, Mauricio Kuri, avaló la legitimidad del nombramiento: “De entrada nosotros creemos que las tres tienen gran capacidad y gran trayectoria, legítimamente podrían llegar, tienen la aspiración y tienen el derecho para llegar, cosa que no tiene Rosario Ibarra de Piedra”.
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De esta forma, la elección de la nueva ministra confirmó, en los hechos, que fue superado el diferendo entre los senadores de la mayoría y los de oposición, provocado por la elección de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en la que el espectáculo se inscribió como otra penosa página en la historia legislativa de nuestro país. El nuevo protocolo ofrecido por Ricardo Monreal, coordinador de la bancada de Morena, a los opositores a fin de dar mayores garantías de una elección transparente, no fue aceptado y el procedimiento utilizado en el nombramiento de la nueva ministra fue el establecido específicamente en la Constitución y en la ley.
El coordinador Monreal logró sacar sin problemas la mayoría calificada para Margarita Ríos-Farjat que, según afirman allegados, no era su favorita. Ahora, la ministra Ríos-Farjat tiene frente a sí dos retos importantes. El primero, llevar a los hechos la imparcialidad e independencia de quien la propuso en su cargo anterior y en el que ahora asumió. El otro será de demostrar el cambio, que ya se alista desde el Ejecutivo y el Legislativo para reordenar el Poder Judicial. ¿Lograrán verdaderamente, convertir a la Corte, al Consejo de la Judicatura, a los tribunales, juzgados, a sus magistrados y jueces en territorio libre de corrupción e influyentismo?
A pesar de la abrumadora mayoría, nos cuentan que las cosas no estuvieron tan fácil en Morena, previo a la votación de la terna para ocupar el cargo de ministra. A puerta cerrada (votación interna), para decidir a quién iban a dar su preferencia, 40 senadores morenistas se inclinaban por Margarita Ríos-Farjat y 12 por Ana Laura Magaloni. En el PAN la antesala tampoco fue tan unilateral, pues 16 legisladores querían votar por Margarita.
@emeequis