EMEEQUIS.– Daniela y Miriam no se conocen, aunque posiblemente han caminado una junto a la otra sin darse cuenta. Ambas estudian en la UNAM. También comparten edad: 22 años. A pesar de que ninguna es originaria de la Ciudad de México, durante el inicio de su etapa universitaria tuvieron su primera experiencia como “foráneas”, palabra común en el argot universitario para referirse a personas que vienen de otros estados de la República para estudiar o trabajar.
Pero después llegó la pandemia y a media carrera fueron orilladas a regresar a sus hogares natales. Dos años después del inicio de Covid-19, se vislumbra más difícil regresar a la capital y las condiciones parecen haber empeorado. Este problema lo han experimentado muchas personas, que al igual que ellas, buscan retornar a la ciudad tras dos años de aislamiento.
LA VIDA “FORÁNEA”
Miriam Millán es estudiante de Relaciones Internacionales. Actualmente cursa su último semestre de la carrera. Es originaria de Taxco, Guerrero, ciudad en la que vivía con su madre y padre. En 2018, cuando supo que había sido seleccionada en la UNAM, fue inevitable la mudanza hacia la capital. Fue ahí cuando comenzó su travesía.
Daniela Vázquez es de Abasolo, Guanajuato. Estudia Ciencia Política. Al igual que su compañera en este texto, su primera experiencia en la Ciudad fue el 2018. Para las dos no fue nada fácil.
Ninguna tenía algún conocido en la Ciudad de México que facilitara su estancia. Por ello, la búsqueda de vivienda fue el doble de complicada. A Miriam le tomó varios días y varias caminatas por Ciudad Universitaria encontrar una buena opción de renta. A Daniela le tomó meses conseguir un lugar adecuado. Los precios y las condiciones fueron sorprendentes. Para mal.
“Siempre había una o dos cosas que no me gustaban de los cuartos”, dice Daniela. Se refiere a cuartos porque esa es la opción más común para estudiantes de fuera. Normalmente son más económicos, aunque las condiciones sean más que limitadas: “Creo que la calidad de los cuartos, o como los dueños le llamen a eso, es bastante deplorable”, reclama la joven.
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En la mayoría de las opciones que consultó tenía que compartir cuarto y baño, además de tener “roomies” hombres –situación que le generaba profunda desconfianza–. Además, agrega, no había zona de lavado y los cuartos estaban “súper pequeños”. “A veces sólo eran espacios para dormir”, expone.
Para Miriam fue aún más difícil ya que su presupuesto era más ajustado y sufrió abuso de parte de arrendatarios. “Lo que mayormente se rentaba eran cuartitos que medían dos por dos metros y te cobraban tres mil. Pero como veían que no sabías muy bien de la zona la gente abusaba y subía precios o mentían.”
Pese a las condiciones “deplorables” y la incomodidad –Miriam era limitada hasta para cocinar y alguna vez se dio cuenta de que su casera entró a su cuarto para revisar qué cosas tenía– ambas consiguieron un lugar para vivir en CDMX. Y al igual que 308 mil 686 personas provenientes de otras entidades (según el Censo de 2020), se volvieron “foráneas”.
Miriam Millán, originaria de Taxco, pagaba 2 mil por un espacio antes de la pandemia. Hoy son 3 mil 500. Foto: Cortesía.
NORMALIZACIÓN DE LA PANDEMIA
El mundo regresó a la “nueva normalidad” y al presentarse la oportunidad de regresar a la capital, Miriam y Daniela se movilizaron para encontrar un nuevo hogar en la Ciudad de México. Sin embargo, notaron con sorpresa que ahora resultaba más complejo que antes de la pandemia.
“Yo esperaba que regresar fuera muchísimo más sencillo. Pero con la pandemia los precios se encarecieron, sobre todo cuando anunciaron el regreso a clases presenciales. Veías en anuncios de Internet que un departamento de 7 mil pesos de repente lo subían a 8 mil 500 y luego más y más”, comenta Miriam.
En abril del 2021, la Ciudad de México llegó a posicionarse, pese a la pandemia, como la cuarta ciudad más cara de habitar en América Latina (según datos del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella). Aunado a ello, según un estudio del sitio inmobiliario Propiedades, los meses más recientes de la crisis sanitaria presenciaron un alza del 30% en las rentas.
Tras dos semanas de búsqueda, Miriam logró conseguir un espacio, aunque el precio no era el que esperaba. Antes de la pandemia pagaba 2 mil. Actualmente paga 3 mil 500 pesos al mes. Para dimensionar, comenta que con ese dinero podría pagarse la renta de un local comercial en el centro histórico del pueblo mágico de su ciudad.
La Coalición Internacional para el Hábitat (HIC) en América Latina realizó, junto con la UNAM, un sondeo para conocer la situación de la vivienda durante la pandemia. Este estudio centrado en la CDMX arrojó resultados pertinentes al tema:
- 68% de las personas que contestaron rentan un espacio en la capital
- 64% de las personas que contestaron el sondeo han enfrentado dificultades para pagar la renta o la hipoteca de su vivienda
- 32% tuvo que mudarse de vivienda. De ese porcentaje, poco más de la mitad se mudó a una de las alcaldías de la ciudad; es decir, se mantuvo en la CDMX. Las personas restantes se mudaron al Estado de México o a otra entidad.
- 29% de las personas que respondieron se encontraba viviendo en casas de amigos o familiares. Situación que refleja la importancia de los lazos familiares de la que a veces carecen las personas foráneas.
Para María Silvia Emanuelli, coordinadora del HIC en Latinoamérica, el sondeo “muestra claramente que ha habido un empeoramiento en las condiciones de vida debido a la pandemia. Es muy significativo porque al no haber apoyos específicos, las personas tuvieron que resolver como pudieron su situación y hoy viven peor que antes”.
Una de las razones de esto es que el Gobierno de la Ciudad de México no ofreció apoyos para vivienda durante la pandemia. A diferencia de 13 países del mundo que sí tomaron alguna medida para proteger al inquilino durante la crisis.
De acuerdo con la información de HIC, quienes tienen que rentar más son los y las jóvenes: son poblaciones que no pueden acceder a una hipoteca o crédito, por lo que deben apostar por este mecanismo. El problema de esta situación es que entre menos ingresos tienes, mayor porcentaje gastas en renta.
Según datos que Silvia Emanuelli proporcionó a EMEEQUIS, las personas que se encuentran en el escalón más bajo de ingresos llegan a gastar hasta 44% de sus ganancias en la renta de su vivienda. Según la Organización de las Naciones Unidas, máximo deberías dedicar 30% de tus ganancias a este apartado, para que quede suficiente dinero para cubrir otras necesidades básicas.
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¿Cómo afecta esto a las personas foráneas? Responde Emanuelli: “quienes son más jóvenes, tienen menores ingresos, vienen de fuera y no tienen el respaldo familiar aquí, son las personas que están viviendo peor y que justamente necesita rentar lo que sea. No se van a poner a mirar la calidad de vida, sino que tengan un techo y una cama en algún lado”.
Panorámica de edificios habitacionales en el poniente de la Ciudad de México. Foto: Victoria Valtierra / Cuartoscuro.com.
CON ESCASEZ DE VIVIENDA, PERO CON EDIFICIOS VACÍOS
En la Ciudad de México hay poco más de 9 millones 200 mil habitantes. Al mismo tiempo, esta ciudad alberga a la mayoría de esas personas en 2.75 millones de viviendas que se encuentran habitadas. Si a estos datos, recuperados del Censo de Población del 2020 realizado por el INEGI, le agregamos el hecho de que la densidad de población de la capital es de 6 163.3 habitantes por kilómetro cuadrado, casi 100 veces más que la media nacional, parecería que no hay donde vivir porque ya no caben más personas.
Caminar por la capital de México y mirar hacia las ventanas de las viviendas representa darse cuenta de que hay muchísimos edificios y casas desocupadas o abandonadas. De hecho, según INEGI, son exactamente 207 mil las viviendas desocupadas en esta ciudad.
A nivel nacional este dato crece enormemente: 19% de todas las viviendas de México se encuentran deshabitadas. Además, casi 25% de las viviendas en México tienen algún tipo de rezago habitacional (hacinamiento, falta de servicio sanitario o carencias en los materiales de construcción). Y otro 26.6% vive en riesgo o hacinamiento, según la CONAVI.
¿Por qué, a pesar de haber cientos de miles de viviendas deshabitadas, pareciera que no hay más espacio para vivir en la capital del país?
El tema de las viviendas abandonadas en la Ciudad de México es un tanto complejo de explicar. La coordinadora del HIC expone un factor que podría ser la razón de este fenómeno: la financiarización.
La experta lo define como “los cambios estructurales en los mercados que han dado lugar a que la vivienda se considere una mercancía. En esta visión, el objetivo ya no es dar un techo o tener rentas y vender; ahora el objetivo es tener estos edificios en la bolsa para poder seguir obteniendo créditos y préstamos en el mercado financiero”.
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Es decir, para gran parte del mercado inmobiliario no interesa si se tienen edificios con departamentos vacíos, lo importante es tener el espacio para continuar financiando créditos y permanecer en la bolsa de valores.
Rosalba González Loyde, Maestra en Desarrollo Urbano y experta en el tema de alquiler en la Ciudad de México, afirma que quizá para dueños e inversionistas, conviene tener una casa vacía porque ahorras todo el proceso que conlleva buscar un inquilino que cumpla con los papeles, que tenga el aval, que cuide tus departamentos. “Puede haber viviendas vacías en la Ciudad de México porque no hay una regulación del alquiler, como sí la hay en otras ciudades del mundo en las que se cobra si no se utiliza un espacio.”
DESIGUALDAD
Para Silvia Emanuelli, por supuesto que existe desigualdad en el tema de vivienda en la CDMX. “Por datos oficiales de 2015 identificamos que el 76.2% de la población mexicana no puede acceder a comprar una vivienda ni a través de subsidio ni a través del crédito.” Esto produce que la vivienda sea, para la mayoría, menos asequible.
Uno de los enemigos de esta historia es el mercado. “Parecía que el mercado lo iba a solucionar todo, pero no, porque todos los que ganan menos de cinco salarios mínimos en México durante muchísimos años han sido excluidos de esa posibilidad de acceso a la vivienda”.
Esta dificultad para tener un hogar propio en la capital es, quizá, la razón por la que la Ciudad de México perdió en los últimos 5 años casi 250 mil habitantes por efectos de migración interna.
Rosalba González, experta que habló con EMEEQUIS, coincide en que el tema termina por afectar mayormente a personas foráneas. “Desde todos estos requisitos que te piden para rentar –como que compruebes que ganas tres veces lo de la renta–, son condiciones que solo cumplen ciertos perfiles. Entonces, estudiantes o trabajadores en la Ciudad de México que vienen de fuera y no tienen ningún conocido que pueda dar fe que vas a pagar durante el tiempo que dura el contrato, quedan en peores condiciones.”
A Miriam, la joven que habló para EMEEQUIS acerca de su situación, para poder rentar llegaron a pedirle documentos como estados de cuenta, comprobantes de seguro social, comprobante de que no estaba en buró de crédito y 2 avales en la ciudad. “Son requisitos que jamás pedirían en otros estados de la República”, replica.
EL PAPEL DEL GOBIERNO EN LA SITUACIÓN. ¿DERECHOS VIOLADOS?
Para Emanuelli, es claro que se está violando el derecho a la vivienda con la situación actual de la ciudad, principalmente para foráneos. Y el gobierno debería ser el encargado de arreglar esta situación. “El gobierno debería dar un abanico de opciones y oportunidades para que cada tipo de población según sus ingresos y sus necesidades tenga la opción mejor a la cual poder recurrir. En el momento en el que no se hace esto automáticamente excluyes a los pobres. No se pensaron políticas para los pobres.”
González Loyde coincide. “No tenemos políticas de regulación ni de suelo, ni de vivienda en alquiler. Una de las razones por las que es precario, caro y por la que los precios aumentan cotidianamente incluso con la pandemia es porque no hay una participación del Estado. A pesar de que la vivienda es un derecho que está en la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, no parece ser un tema que interese políticamente.”
En el Código Civil se dice que el tema del alquiler es de interés privado. Es decir, todos los arreglos, desacuerdos y problemas que ocurran entre inquilino y propietario, son privados, por lo que el Estado no puede intervenir. El Estado no participa para regular ni la oferta ni la relación entre el inquilino y el propietario, ni mucho menos en asegurar las condiciones mínimas que debe tener una vivienda en alquiler.
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Para la Comisión Nacional de Vivienda del Gobierno Federal (CONAVI) “la vivienda adecuada, eje de la política actual, debe contar con los siguientes siete elementos: seguridad en la tenencia de la tierra; disponibilidad de servicios, materiales, instalaciones e infraestructura; asequibilidad, habitabilidad, accesibilidad, ubicación y adecuación cultural.”
Pese a lo que menciona la CONAVI, Daniela confiesa a EMEEQUIS que “sólo quisiera tener mi propio cuarto, un baño propio con regadera, una zona de lavado, una cocina integral para cocinar mis propios alimentos y pues nada más. No es mucho, pero creo que es lo mínimo y lo más decente que podría pedir una persona normal.” Esto al preguntársele qué sería lo que hubiera cambiado de su vivienda en la capital si pudiera escoger.
Por lo tanto, es esta ausencia de políticas públicas una de las razones de que la informalidad e irregularidad en el ámbito inmobiliario haya crecido tanto. La experta González Loyde ejemplifica: “Si tú tienes un contrato, el propietario está obligado a no aumentar más del 10% anual al costo de la renta con la que se originó. Esto no pasa así. Tampoco están permitidos los contratos menores a un año, pese a que vemos carteles y ofertas en las que se proponen contratos de 3 meses.”
La informalidad derivada de la ausencia del gobierno conlleva que, según datos que Rosalba González proporciona, más del 20% de personas que rentan en la Ciudad de México no tengan contrato. Incluso, nos explica que el subarrendamiento es ilegal, a pesar de ser una situación más que común en la capital.
El contexto para las personas muchas veces los ciega de entender lo contraproducente que puede resultar caer en este tipo de cosas. “No entendemos los riesgos que implica esa informalidad que conlleva perder todos nuestros derechos como inquilinos. Al no tener contrato no tienes garantías de nada”, explica Rosalba González.
Miriam, víctima y protagonista de este fenómeno, expresa su malestar. “Da coraje. Es difícil porque para que yo viva mejor, es a costa de que mis papás tengan que limitarse en la casa en donde viven. A mí me dejó mucha impotencia porque aparte estás con esa presión de que valga la pena que estás acá”.
Según su experiencia, ser foránea en la Ciudad de México implica un gasto de mínimo 5 mil pesos mensuales, “y eso siendo una persona sumamente ahorradora”, agrega. La beca pública más alta a la que aspira un estudiante de la UNAM es de 2 mil pesos al mes.
La revista Expansión expone que para poder rentar un departamento con dos recámaras en una zona céntrica o accesible de la ciudad se necesitarían, en promedio, poco más de 20 mil pesos, según datos de Vivanuncios. Mientras que el salario de las personas pertenecientes a la generación Millennial y posteriores se ubica alrededor de los 9 mil pesos mensuales, según BBVA.
@aldo_canedov