EMEEQUIS.– “Odio estar aquí”, “yo causé un gran desastre”, “solo fui a cambiar un giro a mi nombre”, “sí maté a uno, al otro no”. Variados y contrastantes son los testimonios de las personas privadas de la libertad y que viven en un reclusorio purgando una pena por un delito, lo hayan cometido o no.
Mariana Martínez Esténs es una periodista tijuanense con una trayectoria de más de 20 años en la que, más de una vez, su trabajo estuvo relacionado con personas reclusas y coberturas en reclusorios, tanto del norte del país como de Centroamérica. En entrevista con EMEEQUIS cuenta su historia pero también los retos a los que el periodismo se enfrenta, así como las decisiones que la llevaron a autopublicar su libro, Inside People: Historias desde la reclusión.
“Inside People” es un libro alebrije, define la periodista, ya que mezcla varios géneros literarios –como el ensayo y la novela– y periodísticos –pequeñas notas explicativas, entrevistas y crónicas de sus vivencias–, al tiempo que mezcla las ilustraciones de Liliana Ospina y fotografías captadas en distintos reclusorios por la periodista y el fotoperiodista David Maung, así como los “secretos” compartidos por personas privadas de la libertad que en conjunto dan muestra del abanico de historias que se pueden encontrar.
“Usar un título de inglés fue tanto un juego de palabras como de mi identidad pues en la frontera mezclamos mucho el idioma. ‘Inside’ (adentro) puede significar ‘personas viviendo en mi cabeza’, ‘personas viviendo en prisión’… al involucrar mis memorias, también yo he estado encerrada pero ¿en dónde?”, explica Mariana.
Todas estas personas dentro –ya sea de la cárcel o de las memorias de la autora– tienen una historia, una voz y un pasado que contar, por lo que el juego tipográfico o de la forma de relatar se acaba cuando su presencia aparece en el libro, aún ficcionando los nombres y lugares en los que estaban, pues se debe de proteger su identidad.
“Los periodistas nos quedamos con ganas de contar cosas. Tuve que ser muy cuidadosa con la identidad y la confidencialidad de las personas que entrevisté en Tijuana y Centroamérica pero era necesario ficcionar para poder contar la verdad”, relata.
HISTORIAS DESDE LA RECLUSIÓN
En Centroamérica, Claudia es una mujer que llegó a la cárcel por amor. Su novio le pidió que fuera a recoger el dinero de un giro a su nombre y cuando lo hizo fue detenida, pues se trataba del pago de un secuestro. Su hijo, de 4 años, la espera, mientras la joven comparte una celda con 12 mujeres más.
En Tijuana otras mujeres viven distintas experiencias con el común denominador de estar recluidas. “Las Ceresas”, bautizadas así por vivir en los Centros de Reinserción Social (Ceresos), disfrutan de los momentos de esparcimiento, como los talleres literarios donde más que una clase de cómo escribir propiamente un poema o un cuento, aprenden a compartir sus historias y secretos, así como experiencias propias de la reclusión como el hacinamiento, la falta de comida y el desabasto de artículos de primera necesidad.
“Mientras las espero, escucho que no hay papel de baño. Ahora me cuentan que esto sucede cada diciembre cuando va a cambiar la administración”, relata la periodista en el libro.
De acuerdo con un estudio realizado por el INMUJERES en 2006, los penales mexicanos “obedecen a una arquitectura establecida”, la cual busca satisfacer principalmente a la población varonil por lo que el espacio es reducido y “difícilmente tienen acceso a servicios recreativos, educativos, de capacitación, trabajo y áreas verdes”.
“Las Ceresas”, relata Mariana, son mujeres que principalmente son madres y no han terminado la preparatoria y en muchos de sus testimonios principalmente relatan sus experiencias, sin tabú, como la frustración por estar separadas de sus familias, arrepentimiento o la espera de pronto volver a abrazar a sus hijos.
De acuerdo con la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés), el encarcelamiento de mujeres madres y cuidadoras puede tener consecuencias devastadoras para sus dependientes, quienes quedan expuestos a situaciones de abandono y marginalidad.
Sin embargo, en el libro también se relatan historias de hombres presos en Centroamérica, algunos que cometieron un crimen, otros que fueron detenidos por migrar sin papeles y relatan, entre otras cosas, lo que significa cruzar México y encontrarse con grupos criminales como los Zetas o los Maras.
“No se necesita adjetivar la tragedia. Yo no tengo nada qué hacer más que observar las historias y por ejemplo, el que una muchacha de 19 años madre soltera decidiera que sólo el cartel era su única opción de vida y empezar a decirle a sus jefes papá, mamá, tío… ante estos testimonios soy muy sobria, pero ante las personas que –incluyéndome– tenemos privilegio, poder, blanquitud y un chorro de cosas, sí juego un poco más con la narración”, explica.
Asimismo, la autora destaca que contar con herramientas como la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL), realizada por el INEGI, da herramientas para poder relatar correctamente las historias y que den un panorama más completo sobre las personas presas, quiénes son, por qué llegaron.
EL PAPEL DEL PERIODISMO Y LA ÉTICA
Algunas de las experiencias relatadas en Inside People son a partir de la experiencia como periodista intérprete o traductora para documentales extranjeros donde tanto productores como colegas periodistas incurren en prácticas colonizadoras, explica Mariana, por lo que la necesidad de hacer un ejercicio de autorreflexión y de introspectiva para todo aquel periodista que lea su libro se volvió una necesidad.
“Todo el mundo huye de las tragedias y nosotros (los periodistas) vamos a hablar con las personas, en el peor momento de su vida, a decirles ‘¿cómo se siente que se murió su mamá, oiga, qué le pasó?’ Es un proceso que puede ser muy deshumanizante para todas las partes, incluyéndonos. Entre esas partes crudas, sí puedo burlarme un poco del poder. Vamos a hablar si se es un periodista colonialista y cómo puedes evitarlo”.
Por ello, la autora relata las diferencias y el papel de los corresponsales y el periodismo local donde, medios internacionales envían a reporteros a trabajar con locales, quienes resuelven toda la producción del reportaje, sin embargo, éstos son descritos como “fixers” y no son incluídos en los créditos.
“¿Por qué los corresponsales no podemos narrar nuestras propias historias? Perdón, pero todos tenemos voz y por eso trato de hablar del desequilibrio del poder”, finaliza.
@FridaMendoza_
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