EMEEQUIS.– Desde hace más de una década México presenta un lado oscuro, victimario, triste y lleno de dolor para decenas de miles de familias. El próximo 7 de septiembre, en este México afligido, se cumplirá una década de la desaparición de Fernanda Rubí Salcedo Jiménez. Y también, una década de la lucha de Araceli, su madre, por encontrarla.
Araceli Salcedo Jiménez tiene un porte elegante: viste ropa oscura, utiliza maquillaje y sus ojos portan una mirada contundente, pero humana. Es la clase de mirada que anuncia un objetivo y una historia detrás: la de su hija, Fernanda Rubí, que a los 21 años de edad desapareció en la ciudad de Orizaba en Veracruz, en 2012.
El caso de Araceli, al igual que el de decenas de madres a lo largo del país, la ha llevado a cambiar drásticamente su vida. A raíz de la desaparición de Rubí, formó el Colectivo de Familiares de Personas Desaparecidas Orizaba-Córdoba, que actualmente tiene poco más de 360 integrantes y una participación importante en la búsqueda de personas desaparecidas en la entidad.
Sin embargo, tiene una cuenta pendiente desde hace ya casi una década: encontrar a su hija. Son 10 años de no verla, no tocarla, no abrazarla ni sentirla. Diez años de lucha, pero también 10 años de distancia. “Me da miedo olvidar su aroma”, dice Araceli. “Es una incertidumbre del día a día. Saber si mi hija come, si mi hija es violentada, si necesita algo; o si ya no está”.
LA HISTORIA DE RUBÍ
Derivado de las investigaciones de las autoridades, se descubrió que Rubí salió de su casa en Orizaba el 7 de septiembre de 2012 rumbo a un antro llamado “El Bulldog” acompañada de sus amigas. Araceli se comunicó a las 10:30 de la noche con su hija, quien cargaba un teléfono inteligente de la época. Como si el famoso instinto materno se lo advirtiera, en esa llamada le pedía a Fernanda Rubí que no fuera a ese lugar y que mejor se cuidara, dado el aumento de secuestros y desapariciones que la entidad comenzaba a presenciar.
Sin embargo, Rubí quiso divertirse con sus amigas, como cualquier joven de 21 años. Lo último que pudo decirle a su madre fue: “¿Sabes algo? ¿Sabes que te amo?”. Y colgó. Araceli se enteró que 15 minutos después de finalizar esa llamada unas personas ingresaron al antro y se llevaron a su hija. No se llevaron nada más. Ni sus cosas, ni sus amigas. Sólo a Rubí.
“¿Sabes algo? ¿Sabes que te amo?”. Y colgó. Fue lo último que Rubí le dijo a su madre. Foto: Especial.
Al poco tiempo, comenzó a recibir llamadas cada media hora, después cada 15 minutos, y ahí se dio cuenta que algo malo ocurría. Al otro día, ante la posible desaparición de Rubí, Araceli comenzaría lo que sería su primera historia de búsqueda y la más importante: la de su propia hija.
La primera parada de ese tour de la desesperación y la urgencia fue el antro donde todo ocurrió. Araceli se dirigió con el gerente y le puso una foto de su hija frente a los ojos. Para su sorpresa, el hombre tenía total lucidez sobre lo ocurrido. “Era una chica muy bonita, venía toda de rosa y estaba sentada ahí”, dijo señalando un sillón en la esquina del lugar. Y agregó una frase devastadora. “No pudimos hacer nada. Entraron y se la llevaron”.
Araceli corrió rumbo a la Comandancia de Policía que estaba a unos metros del antro. Ahí no consiguió nada más que revictimización: las autoridades le pidieron esperar 72 horas para denunciar bajo el argumento de que seguramente “se había ido con el novio”.
La tercera parada fueron los hospitales, y la cuarta la Cruz Roja. El estado de alerta en el que se encontraba la hizo percatarse de que en todos los lugares a los que iba a buscar a Rubí se encontraba con un común denominador: un señor con un suéter café que como por arte de magia parecía seguirle el paso. Después entendería la razón, ese hombre era padre de una de las nueve personas desaparecidas ese mismo día en Orizaba. Fueron siete hombres y dos mujeres.
EL MARTIRIO CON LAS AUTORIDADES
Tras la desaparición de su hija, una institución de atención integral en Veracruz avisó a Araceli que mudaría toda su información a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas en la Ciudad de México porque supuestamente, ahí podrían ayudarla mejor. Así comenzó una historia repleta de revictimización, desatención y decepción con la CEAV.
Pese al reporte de desaparición abierto y la promesa de ayuda de la CEAV, Araceli no se quedó de brazos cruzados y se dió cuenta que en este país no podría dejar las cosas en manos de las autoridades, y tendría que ser ella misma la que tendría que encargarse de encontrar a Fernanda Rubí.
Entre 2012 y 2020, Araceli Salcedo comenzó la búsqueda de Rubí, no sólo en el campo; sino también exhibiendo omisiones e irregularidades administrativas de las autoridades. Además, en algunas ocasiones, como en octubre de 2015, consiguió plantar cara ante la máxima autoridad y exigir justicia. Aquel día, encaró al entonces gobernador, Javier Duarte, quien se encontraba en Orizaba filmando su Informe de Gobierno.
Araceli fue contundente y, según medios locales, exigió al gobernador: “No se burle, quite su sonrisa porque yo no vivo desde ese tiempo (…) ¿Cuándo nos puede recibir señor? (…) El fiscal es lo mismo que ustedes, pura corrupción y ríase, que no le toque a su familia”, reclamó.
Le reclamó a Javier Duarte, quien se siguió de largo. Video: El Mundo.
A pesar de que Duarte decidió pasar de largo los reclamos en el momento, horas más tarde, a través de un comunicado, el gobierno estatal informó que solicitó al titular de la Fiscalía General del Estado (FGE), Luis Ángel Bravo Contreras, “redoblar esfuerzos en la colaboración de la investigación”.
No obstante, dicho redoble de esfuerzos fue completamente inútil. No hay avances, sospechosos, o algún indicio que acerque a Araceli a la verdad sobre el paradero de su hijo. Inclusive, tiempo después, la extinta Procuraduría General de la República (PGR), ante la presunta participación de la delincuencia organizada, absorbió el caso, pero tampoco ha habido resultados.
Los años pasaron y Araceli Salcedo unificó fuerzas con otros familiares de personas desaparecidas en la zona y se volvió coordinadora del colectivo de búsqueda de más de 360 personas actualmente. Su papel en la búsqueda ha sido tan relevante que ha sido víctima de amenazas, por lo que también es beneficiaria del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación.
EL ÉXITO DEL COLECTIVO
Araceli ha adoptado las búsqueda de personas como su propia responsabilidad. Ya no confía en el gobierno ni sus instituciones: para ella, son los padres y familiares los que deben tomar la estafeta y luchar. Y menciona esto porque muchas veces son ellas, las madres, las que hacen el trabajo de buscar, encontrar y ayudar a que las familias tengan de regreso a sus hijos desaparecidos.
Por ejemplo, el caso de Campo Grande, Ixtaczoquitlán, Veracruz, donde el pasado 18 de febrero el Colectivo cumplió un año de búsqueda en las fosas. Ella dio con ese sitio porque unas personas le dieron aviso de que posiblemente existían fosas clandestinas, o como ella les llama, “campos de exterminio”. Resultaron ser tres. Sin embargo, el plan de las autoridades sólo era recuperarlas y cerrarlas. Pero el Colectivo de Familiares de Personas Desaparecidas, tras una larga insistencia, consiguió que se hiciera un trabajo de búsqueda profundo y profesional.
Araceli en plena búsqueda. Foto: Especial.
Gracias a esa lucha se han logrado exhumar 53 cuerpos hasta la fecha. Este caso es un ejemplo de lo que declara Araceli Salcedo: “Si mi colectivo y el equipo de búsqueda hubiera sido permisivo con la autoridad, ¿te imaginas cuántos cuerpos seguirían en la clandestinidad?”, reclama.
Hasta agosto de este año, de todos los cuerpos exhumados, han logrado identificar y enviar a casa a 18. Según la fundadora del colectivo, el gobierno evita indagar en esas cosas porque las personas señaladas como perpetradores de esos crímenes pertenecen a la Policía Estatal del estado de Veracruz. “Entonces el gobierno no le quiere pegar a su gente, pero su gente es la que está desapareciendo personas”, explica.
Como ella describe, algunos de los cuerpos identificados no tienen más de ocho meses. “Gobiernos van, gobiernos vienen, pero son todos iguales. He visto madres morir con indolencia, sin encontrar a sus hijos. Morir con doble dolor: el de la injusticia y el de no volver a ver a sus seres queridos”.
Actualmente, el colectivo de Araceli se encuentra trabajando en un nuevo predio, del que describe, será un trabajo “arduo, difícil y llevará mucho tiempo”.
LA OTRA BATALLA DE ARACELI
En mayo del 2020, Araceli fue diagnosticada con cáncer de garganta en fase 4. Ella cuenta que pidió “a gritos” ayuda a la CEAV, ya que el avance de la enfermedad ameritaba una cirugía de urgencia y dicha comisión, en teoría, debía ser la encargada de apoyar a la mujer en este tipo de circunstancias. No obstante, la única ayuda que recibió de su parte fue una cita en el Centro Estatal de Cancerología (CECan) de Xalapa, que solo sirvió para que le dijeran lo que ya sabía y le negaran la cirugía (debido a la pandemia).
Tras recibir negativa en todos los hospitales públicos de la zona, tuvo que recurrir a un particular que cobraba en 200 mil pesos la operación, cantidad que no podía cubrir. Enterarse de que se agotaban las opciones fue algo muy fuerte para Araceli: significaba que posiblemente moriría y, peor aún, tendría que abandonar la búsqueda de su hija.
Cuando parecía no tener más opciones, “Chely” —como todo mundo le dice— rifó todo lo que encontró en su casa para ganar dinero. Su historia corrió de oreja a oreja en la zona y conmovió a muchas personas. Con lágrimas en sus ojos cuenta que las muestras de apoyo de decenas de personas fueron un envión anímico y la fe resurgió.
La operación fue un éxito, pese a su complejidad: como ella describe, “la degollaron”. Le abrieron desde la mitad de la garganta hasta atrás del cuello. Todo para retirarle dos tumores, la tiroides y cerca de 50 ganglios, de los cuáles 42 tenían metástasis. Su voz es ronca, fuerte y profunda. Aunque conserva tonos de suavidad. Una voz única que estuvo a nada de perder, pero que ahora le permite estar contando esta historia.
Araceli fue sometida a una cirugía de garganta. Foto: Especial.
Araceli no ha conseguido deshacerse por completo del “monstruito”, como llama a su cáncer, pero su lucha es constante: día a día se motiva con ejercicio, y sus seis nietos la mantienen con esperanza en la búsqueda de su hija.
El mayor deseo de Araceli es librar, de nueva cuenta, a la muerte. Poder seguir viva para encontrar a su hija y ayudar a más personas a recuperar a sus familiares desaparecidos —que, como ella dice, son las verdaderas víctimas del gobierno y su incapacidad—. Además, no parará de exigir y denunciar. Deberá hacer todo esto, probablemente, sin la ayuda de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas ni de ninguna autoridad.
EN VERACRUZ CONTINÚAN LAS DESAPARICIONES
La Comisión Estatal de Búsqueda Veracruz (CEBV) recordó a Fernanda Rubí, que el pasado 24 de agosto cumpliría 31 años de edad. “Solicitamos su colaboración para localizar a la C. Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, desaparecida desde el 7 de septiembre de 2012, cualquier información contactar al número y/o correo que aparecen al margen de este boletín.” La Comisión dirigió otro tuit a la joven: “Te nombramos en presente, porque te seguimos buscando. La búsqueda de una persona desaparecida debe continuar hasta conocer sobre su suerte y/o paradero, además de realizarse siempre bajo la presunción de vida”, explican.
Ficha de búsqueda de Rubí.
Pese al discurso, de acuerdo con los datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas, el 2021 representó el año con mayor número de desapariciones de personas en Veracruz, superando al 2014. En entrevista con El Sol de Orizaba, la activista Anais Palacios Pérez, integrante del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia A.C., puntualizó que actualmente Veracruz acumula 7 mil 186 casos de personas no localizadas o desaparecidas. Según el Registro Nacional, en 2021 fueron 599 casos de personas desaparecidas.
Además, Veracruz ocupa el tercer lugar nacional en víctimas de delitos del fuero federal inscritas en el Registro Nacional de Víctimas (Renavi), al sumar mil 830 personas, durante el periodo 2014-2022, según El Sol de Orizaba.
De acuerdo a la CEAV, a julio de este 2022, las cinco principales entidades con mayor número de víctimas de delitos registradas en el padrón nacional son Guerrero, Tamaulipas, Veracruz, Michoacán y Ciudad de México.
@aldo_canedov