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La vida de una madre tras el feminicidio de su hija

Laura Durán Guerrero volvió a convertirse en madre 31 años después, al hacerse cargo de sus nietos tras el feminicidio de su hija Araceli; también María Margarita Alanís Rosales, madre de Campira, ambas con apoyos insuficientes para lidiar con la terrible realidad de dolor y muerte

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EMEEQUIS.- Fisiológicamente imposible, pero no del corazón. Laura Durán Guerrero volvió a convertirse en madre después de 31 años de haber dado a luz a su única hija. 

La crianza fue muy distinta, porque en esta ocasión la dedicó a sus nietos, quienes quedaron en orfandad después de que su hija, Araceli Navarrete Durán fuera víctima de feminicidio el 15 de febrero de 2020 en la Ciudad de México. 

“Tenía 57 años y ahora voy a cumplir 62. Prácticamente volví a ser mamá. De un día para otro me volví madre de una adolescente rebelde de 14 y de un niño de 4 años. Ha sido muy difícil. Se me cerró el mundo, se me acabó la vida. Mi hija era todo para mí y seguí al pendiente de los niños aunque pensé que me iba a volver loca”, cuenta Laura en entrevista con EMEEQUIS

En su segundo proceso de crianza se encontró, a la vez, con la exigencia de justicia por el feminicidio que le arrebató a su hija. Actualmente su nieta tiene 16 años y el más pequeño tiene 9, con quienes ha tenido que sortear problemas emocionales que les causó presenciar la manera en que le quitaron la vida a su propia madre.

Situación similar la vive la señora María Margarita Alanís Rosales, madre de Campira Lisandra Carmolinga, asesinada el 31 de diciembre de 2016 en la Ciudad de México. 

Es una mujer jubilada de 66 años que de abuela volcó sus esfuerzos y recursos  para mantener y darle un futuro a sus nietos que tenían 3 y 11 años cuando su hija fue asesinada por Jorge Humberto Martínez que acaba de ser sentenciado a 60 años de prisión. 

“Estoy tratando de educarlos lo mejor posible, tratar de que estudien para que el día que yo les falte que tengan una buena vida, encaminarlos por un buen camino”, describe la señora Margarita sobre sus “nie-tijos” como le han llamado a los menores dentro de su familia. 

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La vida de una madre después de un feminicidio no se contaría sin el apoyo y los cuidados que, usualmente, suelen cubrir otras mujeres como abuelas, tías, hermanas, quienes ante la falta dentro de la familia, asumen una maternidad tras el duelo. 

Para las niñas, niños y adolescentes que perdieron a su madre por feminicidio, su destino se convierte un transitar entre problemas psicológicos, emocionales, intentos de suicidio, descersión escolar y múltiples carencias que aún siguen sin ser atendidas por el Estado. 

SIN PROGRAMAS FEDERALES DE APOYO

“Tuve que criar otra vez a un niño y un adolescente. El mayor era muy tranquilo, pero me preocupaba porque se encerraba, tenía problemas que no mostraba. La niña se la pasaba haciendo berrinches”, cuenta la señora Margarita sobre el asumir la responsabilidad de sus dos nietos que quedaron en orfandad.

Previo al asesinato de su hija, Margarita deseaba consolidad una vida más tranquila tras su jubilación, mudándose de la Ciudad de México a Acapulco con su esposo. Sin embargo, la pérdida de Campira los puso de nuevo en una situación de cuidado.

“Ya no estábamos nosotros en edad para crear niños tan pequeños y estar con tanto trabajo sobre sus tareas, la escuela, los uniformes y tantas cosas que conlleva el cuidar a un niño”, comenta que para sostener la vida de los menores, tuvieron que valerse de becas y programas sociales, aunque no existe uno en particular para víctimas infantes en condición de orfandad por feminicidio. 

Durante el primer trimestre del año 2024, se han registrado al menos 184 feminicidios en el país, una cantidad que representa dos casos diarios. Sin embargo también se han registrado 621 mujeres víctimas de homicidio doloso durante el mismo periodo de tiempo; con ello, la cifra aumenta a un promedio de 9 asesinatos de mujeres cada día tan sólo en lo que va de este año. 

Durante el gobierno del presidente López Obrador se han reportado 4 mil 846 presuntos feminicidios y 14 mil 357 presuntas víctimas mujeres de homicidio doloso. Un total de 19 mil 203 mujeres asesinadas durante los últimos cinco años. 

Pese a esta cantidad de violencia feminicida, el gobierno federal no cuenta con estimaciones oficiales, sobre el número de niñas, niños y adolescentes que quedaron en condición de orfandad a causa de un feminicidio. 

Las únicas estimaciones oficiales las publicó el Instituto Nacional de las Mujeres en 2019, a través de un análisis de monitoreo realizado en los 32 estados del país. 

Sin embargo, en esta muestra advierten que “no puede considerarse estadísticamente representativa, ya que no todas las fiscalías reportaron información; aunado a que, se identificó que no todas cuentan con un mecanismo de registro de esta población, por lo tanto, es posible que en diversos casos de feminicidio no se haya identificado a hijas e hijos de las víctimas”, responde la solicitud de información con folio 330019924000106 respondida en marzo de este año. 

El primer sondeo de INMUJERES estima que durante 2019 se reportaron 796 niños, niñas y adolescentes en condición de orfandad por feminicidio; de ellos 380 eran hombres y 338 mujeres. En tanto, los estados con mayor reporte de casos fueron Jalisco, Baja California y Michoacán. 

Sin embargo, no hay autoridad que tenga un conteo completo de la magnitud del problema. Esto a pesar de que El Protocolo de Atención Integral de a Niños, Niñas y Adolescentes en condición de orfandad por feminicidio fue publicado en el Diario Oficial de la Federación en agosto de 2021. 

Las autoridades competentes en la atención, seguimiento y registro estadístico de los casos son las fiscalías de las 32 entidades del país, comisiones de víctimas por cada estado, así como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.

DAÑO EMOCIONAL Y CARENCIAS ECONÓMICAS

Para sacar a sus nietos adelante, Laura Durán vende de todo los fines de semana en un mercado: ropa, electrodomésticos, utensilios de cocina, cualquier objeto al que pueda acceder y vender para llevar un poco de dinero al hogar. 

Pese a que ha intentado volver a trabajar a sus 62 años, el cuidado y crianza de sus nietos le impide tener tiempo para hacerlo. La familia se sostiene a través de la pensión de un adulto mayor y becas escolares de uno de los niños. 

En la búsqueda de contención y apoyo para los menores, Laura ha tenido que buscar intervención emocional enfocada en ellos, porque la adolescente de 16 años ha tenido intenciones suicidas. 

“Mi nieta sigue enojada con el mundo. Siempre está a la defensiva, está viviendo una vida muy rápida, dejó la escuela. Con el niño hay crisis de depresión y ansiedad que se están tratando con la psicóloga; pero no deja de sufrir en las fechas importantes como el día de las madres, en navidad y en el cumpleaños de mi hija”, relata Laura Durán. 

El único apoyo emocional enfocado en niños al que pudo acceder la abuela, fue a través de la Facultad de Psicología de la UNAM donde han atendido a la adolescente y el niño para afrontar el feminicidio de su madre; sin embargo, Laura afirma que existen pocos programas para atender a menores en esta condición, al igual de apoyos económicos. 

Pese a que la familia accedió a la Beca Leona Vicario, implementada durante este sexenio, para niños, niñas y adolescentes en vulnerabilidad como la muerte de sus padres, incapacidad o que se encuentren privados de la libertad; la señora Laura afirma que no es suficiente para tener mejores oportunidades de vida. 

“No es que uno quiera que lo mantengan, pero realmente los 400 pesos al mes que dan no alcanzan para mucho”, afirma que son necesarios programas de empleo y de cuidados, donde sea posible criar, laborar y continuar con los procesos de justicia para sus hijas. 

@GloriaPE_



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SOBRE EL AUTOR

Gloria Piña



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