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La verdad cruel. Racismo potencia violencia contra afromexicanos y migrantes

En México “se enaltece la cultura española, pero se invisibilizan nuestros aportes, en todas las ramas: desde arte hasta identificar que hubo un presidente afrodescendiente (Vicente Guerrero)”, señala la activista Gina Diédhiou. Aunado a los peligros, los migrantes sufren vejaciones por su origen todos los días.

1 / 9 / 22

EMEEQUIS.– Hace 10 años, a Georgina Diédhiou, activista afromexicana, militares le “cortaron cartucho” en Guanajuato, porque su apariencia era, para ellos, móvil suficiente para dudar si acaso estaba involucrada en un acto delictivo, sin tener ninguna prueba de ello. Era, entonces, el periodo álgido de la guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón. 

Lo detuvieron junto a tres amigos, un francés entre ellos, porque los veían sospechosos al tener rastas y ser personas de color.

“¡A ver, morenos, contra la pared! ¡Pinches morenos, ¿qué traen?!”, les gritaban los militares, mientras los tenían sometidos, violando todo protocolo. En la auscultación de pertenencias encontraron el pasaporte del ciudadano francés y el temor de un conflicto internacional por atentar contra un representante de una nación europea, “de primera clase”, permitió que los dejaran libres.

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Escenas como ésta, en la que representantes del Estado mexicano agreden o violan derechos humanos por prejuicios raciales, han ocurrido en reiteradas ocasiones a sus 36 años; sabe que ocurren también a migrantes, como los que cruzan actualmente el país en una caravana que busca llegar a Estados Unidos y huye de la hambruna, la guerra o la persecución en sus naciones; también a los afromexicanos cuyo propio país ha invisibilizado, al negar no sólo el reconocimiento de su existencia, sino de sus aportaciones culturales, históricas y artísticas.

Para Gina Diédhiou la migración se volvió un problema por el prejuicio de que hay personas que moralmente no son deseables, lo cual fue posible porque existe un mecanismo de poder, una serie de asimetrías de poder, de dominación, en agravio de los extranjeros, pero no todo extranjero, sino aquellos que dejan su territorio por pobreza o persecución, lo cual se potencia sin son afrodescendientes.

“Se empieza desde esta idea de que existen personas deseables y personas indeseables, que son como ‘ciudadanos de segunda’, como las personas afromexicanas, y otros, que no son ni siquiera ciudadanos, a quienes se les quita la calidad de seres humanos, que son las personas migrantes afrodescendientes”, afirma para EMEEQUIS la activista, pedagoga de formación, funcionaria y activista, quien sostiene que la persecución y señalamientos de los que son objeto se debe al perfil racial.

“Si es un mecanismo que ha operado históricamente, la misma sociedad dice: ‘hay sociedades de primera y sociedades de segunda’. Lamentablemente, (en este momento) etiquetan como ciudadanos de segunda a las personas que son centroamericanas (e intentan llegar los límites con Estados Unidos), entonces se empiezan a crear ideas de superioridad e inferioridad, tomando en cuenta que esta premisa es totalmente violatoria de derechos humanos”, denuncia. 

Niños migrantes de origen hondureño trabajan con sus madres para conseguir dinero para una rosca de Día de Reyes, en Saltillo, Coahuila. Foto: Alejandro Rodríguez / Cuartoscuro.com.

EL RACISMO EXPUESTO

Gina es afromexicana. Su padre es africano naturalizado mexicano, que llegó en los años 70 a estudiar ingeniería y se quedó en México, casado con una mexicana. Su abuela es de Huajuapan de León, en el municipio de Cosoltepec, Oaxaca, una región, la mixteca, con mucha afrodescendencia. Su mamá es poblana.

Hace 20 años, cuando viajaba con sus padres y su hermana a Chetumal, los detuvieron en un retén de autobús y los bajaron. Sólo a ellos, de todo el pasaje.

Los agentes argumentaban que no eran mexicanos, aunque presentaron sus identificaciones oficiales, de cuya legitimidad dudaron por su tono de piel. 

A su padre le pidieron que cantara el Himno Nacional y decir cuáles eran los tres últimos presidentes del país, lo cual no está en ningún manual de control migratorio, el cual no habría por qué aplicar, debido a que se acreditaron desde el principio como mexicanos.

“Es muy difícil estar en un país que todo el tiempo te dice: ‘no eres mexicana’, porque en México no hay personas afrodescendientes; México no podría tener gente negra, porque esos son de África, y en México sólo hay comunidades indígenas, que son pueblos originarios, y se acabó”, reclama.

En nuestra nación “se enaltece la cultura española, pero se invisibiliza de alguna forma en la construcción de este país nuestros aportes, en todas las ramas: desde arte hasta identificar que hubo un presidente afrodescendiente (Vicente Guerrero), independentistas afrodescendientes, que en la Revolución hubo personas afrodescendientes implicadas y que en la actualidad hay profesionistas que son también afrodescendientes y que se sienten orgullosos no solamente de su negritud, sino de sus tradiciones, de su cultura y de su historia”.

Sin embargo, por los prejuicios y los agravios recurrentes, refiere que hay quienes deciden abandonar sus comunidades y su cultura porque se dan cuenta que los pone en desventaja inmerecida el reconocer lo que son.  

MIGRANTES, VÍCTIMAS DEL RACISMO

Debido a que en nuestro país han existido distintas movilizaciones por diversas causas, algunas forzadas y otras voluntarias, Gina considera que hay una visibilidad histórica de migraciones internas y externas.

Sin embargo, opina que actualmente, en el país, no se le ha dado la importancia debida al tema, que ha dejado enfrentamientos como el de la caravana con la Guardia Nacional en Chiapas el pasado 4 de noviembre, y ataques a la comunidad por parte del crimen organizado, como la masacre de San Fernando, Tamaulipas, en 2010. 

“Se considera desde una visión bastante nacionalista y de acuerdo con un marco jurídico nacional que opera sin contemplar el marco internacional, sin haberse armonizado, sin que existan protocolos de actuar que velen por los derechos de esta población, porque estamos hablando de que vienen de distintos territorios a nivel internacional y que, aunque existen datos y referentes numéricos (de los migrantes que atraviesan el país), son personas como tú y como yo.

“Los gobiernos en turno siempre han hecho caso omiso, de alguna forma, porque no se dan cuenta qué hay detrás de todas estas migraciones. Consideran que es un problema, cuando no debería de ser planteado desde esa visión, porque los seres humanos no somos un problema”, afirma. 

Diédhiou expone que existen causas principales de que se lleven a cabo estas migraciones que se deben entender para disuadir la discriminación y la violencia en contra de las personas que transitan el territorio nacional: situaciones de hambre, de pobreza, de pobreza extrema, de destierro, porque muchas de estas familias huyen de sus comunidades por miedo, por guerras, por guerrillas, por genocidios históricos o por etnocidios.

Jóvenes y adultos de la comunidad afromexicana de Cerro de las Tablas, en la Costa Chica de Guerrero, se preparan para participar en la tradicional danza de “Los Diablos”. Foto: Carlos Alberto Carbajal / Cuartoscuro.com.

Los migrantes, “son arrancados de su espacio, de sus casas, de sus territorios y salen con cualquier cosa en la mano, algunos con documentos, porque mucha gente les pone la etiqueta de indocumentados, pero otros sin ellos” en busca de oportunidades, algunos con persecuciones políticas o religiosas, o que vivieron catástrofes naturales que destruyeron su patrimonio.

“Está este desplazamiento forzado histórico que viene de Sudamérica y Centroamérica, que está vinculado incluso con el narcotráfico y con una serie de redes de trata de personas que orilla este tipo de explotación y de violencia generada a través de estos grupos organizados”, planteó.

Como existen conflictividades sociales que provocan la migración, menciona que “la necesidad es crear un proyecto de vida”, porque cuando los gobiernos hablan de personas migrantes no se dan cuenta que son hombres, mujeres, personas de la diversidad sexual, de todas las edades, mujeres embarazadas, adultos mayores y niños, que requieren apoyos específicos.

“El tema sensible es este: imagínate tener que recorrer tantos kilómetros desde el sur del país, México, en movilidad, a pie, considerando las distancias, los distintos climas, expuestos al crimen organizado de nuestro país, que opera desde hace más de 50 años de manera visible.

“También tenemos que tomar en cuenta que vienen sin recursos, que existe una profobia por parte de la sociedad mexicana. ¿En qué sentido? En que si una persona viene del extranjero y tiene medios (económicos), es bienvenido; se recibe de diferente forma que cuando viene de escasos recursos, buscando empleo, pero no quiere permanecer en el país”. 

En este sentido, cuestionó cómo quedarse en un país que los maltrata y que no vela por sus derechos y ni siquiera respetan el libre tránsito, que es un derecho humano. 

“¿Qué es lo que está sucediendo? Una serie de violaciones a derechos humanos, de atrocidades relacionadas con temas vinculados con pobreza, con que se les señale y se les etiquete de manera permanente como si fueran ‘ilegales’, cuando son personas migrantes (…), porque el tránsito por el país no es ilegal, sino un derecho humano ratificado por México”.

La situación, considera, es crítica, e incluso tiene un impacto de manera directa hacia la comunidad afromexicana.

“Nos empiezan a etiquetar también como personas no nacionales, en retenes oficiales, formales, de agentes migratorios, de agentes militares, de policías locales, que se han tomado erróneamente atribuciones de revisiones exhaustivas, perfilándonos racialmente, deduciendo que las personas afromexicanas seguramente no son mexicanas porque están negras, porque están prietas, porque tienen estas características o el fenotipo de nariz ancha, labios gruesos, y por todo esto nos increpan”, denunció la activista, a quien las autoridades han cuestionado la autenticidad de documentos emitidos por instancias oficiales, por prejuicios raciales.

“Estas situaciones se prestan a actos de corrupción, en los que nos amenazan que nos van a deportar del país, pero cómo lo van a hacer, si somos afromexicanos. Sin embargo, como no existe esta visibilidad de que existe población afrodescendiente, mexicana, que lleva más de cinco siglos aquí, que está presente, que está registrada en la Constitución en el artículo segundo, pareciera que entonces nosotros también somos objeto de señalamiento, de perfilamiento racial, porque es más fácil identificar personas con tono de piel oscura y etiquetarlos como no nacionales, que aprender a diferenciar si ven a otra persona que aparentemente no parece nacional”.

Lo mismo, asegura, ocurre con quienes tienen características físicas que, para las autoridades, corresponden a personas guatemaltecas, venezolanas, colombianas, haitianas, entre otras, a quienes también someten a revisiones exhaustivas y actos discriminatorios, incluso por la diversidad de acentos, característicos de las regiones geográficas de México. 

Contrario a lo que sucede con ellos, las personas con características y fenotipo claro no son detenidas, lo cual, explica, refuerza el racismo existente en el país.

De acuerdo con datos del INEGI, el 1.16% de la población nacional se identifica como afromexicana. Se trata de un millón 381 mil 853 personas, principalmente en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Ciudad de México y Estado de México.

“HAY ODIO Y DESAMPARO HACIA LOS MIGRANTES”

Por los ataques a personas migrantes, quienes han sido vejados y explotados en distintas formas de trata, además de víctimas directas de la delincuencia organizada, Diédhiou Bello, recientemente designada para integrar el Consejo Consultivo Ciudadano de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y funcionaria de Conapred, afirma:

“Hay una forma de identificar que sí hay un odio dirigido hacia la población migrante y que sí hay un desamparo, lamentablemente, por parte del gobierno –no solamente éste, sino los anteriores– y que se sigue operando bajo la idea de que no se les va a facilitar nada porque es un ‘problema’ y no (como mexicanos) ‘nuestro problema’”.

Denunció que cuando intentan establecerse, incluso mediante procesos legales de asilo, las personas migrantes han vivido fraudes, despojo de la tierra que adquirieron, de negocios, y hasta acoso y violaciones sexuales por parte de sus empleadores. Las principales víctimas, remarca, son las mujeres, que son amenazadas con poner en riesgo su estadía en el país si denuncian.

“También hay un temor fundado en torno a la violencia, porque la gente llega a un país desconocido, que no los ha tratado bien y que en muchas ocasiones les brinda oportunidades laborales, pero con bajos sueldos, sin contrato; muchas de estas personas pueden tener licenciatura y, a pesar de tener documentos, los mismos empleadores aprovechan su situación de migración para evitar tener que contratarlos formalmente, lo cual imposibilita que puedan tener servicios básicos, y por servicios hablo de derechos humanos, como el derecho a la salud”, que le es negado, cuando “el simple hecho de ser una persona tendría que ser el aval necesario para que el servicio médico se diera de manera automática”.

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“Tenemos que entender que la mayoría de las personas huyen de las situaciones de sus propios países, y se enfrentan a situaciones todavía más complicadas de las que ellos habían pensado que abandonaron en sus territorios, y el discurso y el señalamiento siempre es que ellos tuvieron la culpa, porque vinieron a un país extraño y decidieron incursionar en esta aventura, (porque) como fue voluntario es algo que ellos debieron haber previsto”, critica.

El no entender esta realidad, remarca, lleva a una actuación desmedida por parte de las autoridades. Ejemplifica casos en los que “roban a veces por una cuestión de comer cualquier cosa, de tener ya sea para seguir o continuar su camino y entonces terminan en la cárcel y están ahí por algo mínimo, pero como no tienen abogados, no hay familia de por medio, quedan ahí abandonados a su suerte”.

¿QUÉ SUCEDERÁ CUANDO LA CARAVANA LLEGUE A EU?

Para Gina Diédhiou, instancias como la CNDH, el Consejo Nacional para Prevenir y Erradicar la Discriminación (Conapred), así como las comisiones estatales de derechos humanos deben asumir una responsabilidad para la protección de las personas migrantes, porque son “quienes históricamente han hecho este ejercicio de seguir trabajando a favor de que la migración sea un derecho humano y sea legítimo el poder movilizarse en todo el país”. 

“Ellos van a seguir movilizándose. Creo que algo que mantiene una fortaleza es que se desplazan de manera masiva, porque eso les da cierta seguridad para evitar dispersión. Es mejor ir así para cuidarse. Porque nosotros estamos siendo un país que los está cuidando, al contrario, hay quienes aprovechan su circunstancia”, recalcó.   

Mientras no existan este tipo de acciones, aseveró, no se generarán mecanismo ni protocolos, ni se empezarán a inhibir los actos de discriminación y violencia.

Las caravanas migrantes son éxodos iniciados en octubre de 2018, en búsqueda de mejores condiciones de vida. El 23 de octubre pasado, 6 mil migrantes más iniciaron el viaje y, tras 50 días, 321 siguen la ruta de mil 250 kilómetros para alcanzar su objetivo de llegar a la frontera con Estados Unidos.

A El Mundo, de España, un grupo de migrantes dijo, directo: “la policía mexicana es peor que el hambre y la sed”, por las ofensas y vejaciones que han sufrido, algunos, como una familia de guatemaltecos huyendo de los maras en su país, en busca de salvar las vidas sus dos niños, de cuatro y siete años.

@axelchl

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