CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Es gratificante constatar que miles y miles de ciudadanos acudieron al Zócalo de la Ciudad de México para refrendar su apoyo al INE y para urgir a la Suprema Corte de Justicia para que impida la puesta en marcha del Plan B.
La principal plaza del país, y que además es el centro del poder político, se llenó a reventar. Este es un dato que importa, porque revela que hay una ciudadanía dispuesta a participar en la protección de un legado que ha permitido la realización de elecciones limpias y tres alternancias en la Presidencia de la República.
Desde temprano, la Línea 2 del Metro, la que cruza el centro de la capital del país, se llenó de viajeros peculiares, porque en su mayoría portaban alguna prenda de color rosa. En los vagones dejaban claro a lo que iban y se intercambiaban información sobre posibles cierres de estaciones. En realidad, solo en Zócalo se impidió el descenso, y por cuestiones de seguridad explicables.
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Miles optaron por Pino Suárez, para doblar hacia 20 de noviembre y llegar a la Plaza de la Constitución. Para las 10:30 de la mañana ya era toda una proeza avanzar en la plancha y más bien los acomodos tuvieron que ser en las calles aledañas. El ambiente siempre resultó festivo.
Llenar el Zócalo no es un asunto sencillo, y mucho menos cuando no hay recursos públicos para hacerlo. Por eso, lo que ocurrió este domingo, tiene ese mérito que, además, devuelve el carácter ciudadano y plural a ese espacio tan paradigmático.
La política es de símbolos y en ese sentido, el 26 de febrero será recordado como un momento clave en el proceso de resistencia ante el deterioro de la convivencia.
La clave, por supuesto, es que ello se traduzca en otro tipo de acciones, pero las pasividades de ellos fueron captadas en las imágenes obtenidas por decenas de drones.
Así como ocurrió en noviembre, cuando el mensaje directo era para que los legisladores impidieran la reforma a la Constitución, ahora el tablero está en manos de los 11 ministros de la Suprema Corte.
Entre los asistentes, por sus consignas y carteles, se nota que hay un moderado optimismo, esperanza en que el Plan B no prospere y que en 2024 tengamos elecciones, para que gane quien obtenga el voto mayoritario, inclusive los que ahora intentan dinamitar la democracia.
Motivos hay para que la concentración del Zócalo resulte exitosa, no solo en su magnitud, que ya lo es, sino en el resultado concreto que se pretende. Persisten elementos para abrigar cierta confianza, porque, como expresó José Ramón Cossío, hubo “irregularidades en los procesos legislativos”, además de los aspectos que claramente contradicen al texto constitucional.
La decisión de que un exministro de la Corte fuera uno de los oradores, resultó acertada, no solo por la calidad y legitimidad del personaje, sino porque conoce al máximo tribunal y sabe de las presiones que ya se han desatado, la mayoría desde Palacio Nacional.
Cossío, al referirse a los jueces constitucionales, les pidió no hacer caso de denostaciones y amenazas. Les dijo con claridad que “los ministros podrían ser tenidos como defensores de los privilegios solo si debilitan a las instituciones electorales para que los poderes fácticos y la delincuencia organizada puedan determinar el rumbo de las elecciones y la conformación de los representantes populares”.
En efecto, uno de los aspectos más delicados del Plan B, es que debilitaría a la autoridad electoral, justo en una coyuntura donde los riesgos se van acumulando, uno tras otro.
De algún modo tradujo la esperanza de muchos, al expresar a los integrantes del Pleno de la Corte que “confiamos en su talante democrático”.
Beatriz Pagés, periodista y directora de la revista Siempre!, advirtió que “si permitimos que nos roben el voto, después vamos a permitir que nos roben otros derechos y libertades”.
Sí, los ciudadanos que acudieron a manifestar su inconformidad con que se tuerzan las leyes y se obtenga por la vía de las leyes ordinarias porque no se pudo hacerlo en términos de la Constitución, porque intuyen, o saben, que eso abre la puerta para toda clase de arbitrariedades, y además distorsiona el mandato ciudadano que proviene de las urnas y que establece la fuerza que le otorga a cada partido o movimiento.
@jandradej
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