Pronto se sabrá el destino de Osiel Cárdenas, liberado en EU. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Osiel Cárdenas Guillén siempre tuvo un cuidado especial en lo que respecta a su seguridad personal. Al menos desde 1998, cuando liquidó a su socio, Salvador Gómez, luego de derrotar a Óscar Malherbe y a Hugo Baldomero Medina, “El señor de los tráileres”, intuyó que las reglas del que a hierro matan a hierro puede morir eran algo más que una hipótesis.
Cárdenas Guillén forjó su propia leyenda bajo la premisa de que no se detendría ante nada y ante nadie en la consolidación de su liderazgo en el Cártel del Golfo, luego de que la escalera de poder quedó acéfala, en su cúspide, cuando Juan García Abrego fue capturado y extraditado a los Estados Unidos.
Por eso Cárdenas Guillén le encargó a Arturo Guzmán Decena, un exmilitar, que conformara un grupo para protegerlo.
Así nacieron Los Zetas, cuando al menos 31 elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales desertaron del Ejército y se unieron al Cártel del Golfo.
La última letra del abecedario se convirtió en un mensaje siniestro, ya que con ella se identificaban personajes que harían historia en los bajos fondos del crimen organizado: Guzmán Decena Z1, Lucio Morales Z2, Heriberto Lazcano Z3.
A Osiel Cárdenas Guillén lo detuvo el Ejército en marzo de 2003. La operación fue complicada, porque Los Zetas ya mostraban una capacidad de fuego hasta ese momento desconocida.
Pero tenían algo más, la posibilidad de establecer el reclutamiento y entrenamiento de sicarios para expandir su poder y su fuerza.
Inclusive, en 2005, el general Clemente Vega, entonces secretario de la Defensa Nacional, reveló en la Comisión de Seguridad Nacional, que se tenía información de inteligencia militar que sugería que el Cártel del Golfo estaba contratado ex kaibiles guatemaltecos para diseminar tácticas de amedrentamiento contra la población civil.
Aquello, ya lo sabemos, se convirtió en un verdadero espanto y consolidó a uno de los grupos más peligrosos de la historia reciente.
En 1999, Cárdenas Guillén cometió un error que a la postre fue el que le costó su libertad. Primero amenazó con matar a un agente del Sheriff de Cameron, en Texas.
Luego se topó, en Matamoros, Tamaulipas, con un agente de la DEA y otro del FBI que estaban realizando trabajo de campo e investigación y que tomaron fotografía de una propiedad en la que solía descansar el jefe del cártel.
Los tuvo secuestrados, los amenazó y les advirtió que con él era mejor no meterse.
Esto motivó una larga investigación en la que colaboraron las agencias mencionadas y a las que se sumó el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
Pero no todos los que se encontraban con Cárdenas Guillén tuvieron la misma suerte. En 2002, cuatro elementos de la Agencia Federal de Investigación fueron capturados por una célula del cártel del Golfo y ya no se supo más de ellos.
Eran las tácticas para meter miedo y evitar que las autoridades hicieran su trabajo, el esbozo de lo que se convertiría en una rutina en los años siguientes y que significaría un periodo de alta violencia y no sólo en Tamaulipas.
En 2007, Cárdenas Guillén fue extraditado a los Estados Unidos y en 2010 lo condenaron a 25 años de prisión. Las acusaciones englobaron las amenazas a los agentes de la ley, pero también el tráfico de 2 mil kilos de cocaína entre 2000 y 2001. Tan sólo en Atlanta, en un lapso de tres meses, logró ganancias ilícitas por 41 millones de dólares.
Hace unos días cumplió su pena y ahora se encuentra en una suerte de limbo, en la que podría integrarse al sistema de testigos protegidos o ser extraditado a México, donde tiene causas abiertas.
En días sabremos que le depara para los próximos años y servirá, de igual forma, para saber hasta dónde está descompuesta la relación entre México y sus vecinos del norte.
@jandradej