CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Notimex dejará de existir. Más de medio siglo funcionó la agencia, desde su fundación en 1968, hasta que llegó Sanjuana Martínez y terminó con ella.
Desde febrero de 2020 entró en huelga, porque los trabajadores se inconformaron con los malos tratos que recibían y debido al elevado número de despidos.
Los primeros que resintieron el golpe fueron los corresponsales en el extranjero. No les renovaron los contratos en 2019. Muchos de ellos llevaban décadas colaborando, y de manera destacada.
Pronto supimos que la en la 4T lo que iba imperar era la propaganda y el culto a la personalidad, y ahí cualquier esfuerzo de carácter periodístico sale sobrando.
Hay responsabilidades múltiples en que esto haya ocurrido, pero en particular del Poder Ejecutivo y del Senado de la República donde respaldaron el nombramiento de Martínez –que envió el presidente López Obrador– a sabiendas de que no tenía una visión de Estado sobre la información.
Notimex, conviene tenerlo presente, era patrimonio de la sociedad, no propiedad de un gobierno en turno. Su destrucción, porque eso es, implica daños para todos.
Además, era un negocio. Bien llevadas las cosas, no representaba una carga de importancia y su valor intangible era más que elevado.
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El presidente López Obrador sostiene que “no es algo que nos haga falta como gobierno, (ya que) tenemos la mañanera”. Y luego dijo que antes, en Notimex, se dedicaban a difundir boletines de prensa.
Es evidente que no tiene idea de lo que era Notimex antes de la llegada de la 4T a Palacio Nacional. Si bien apoyaba a las dependencias del gobierno federal y a los órganos autónomos en la difusión de mensajes, ello estaba lejos de ser lo relevante o inclusive lo sustantivo.
Notimex lo que tenía era un grupo de periodistas profesionales que hacían una cobertura de los temas de actualidad. Su agenda se construía como la de cualquier medio de comunicación.
Sí, sus reporteros estaban presentes en las ruedas de prensa de los gobiernos, porque su alcance era nacional, pero sobre todo tenían presencia en la batalla cotidiana, en el día a día ganando notas.
Se trataba de ofrecer productos informativos de calidad a sus clientes, que eran los medios de comunicación, en prensa, radio, televisión y en las plataformas de internet.
Notimex estaba justo en las zonas de acción y proporcionaba una mirada interesante a los fenómenos de interés periodístico.
Aunado a ello, funcionaba como una vitrina de México hacia el mundo, porque muchos de sus materiales eran retomados por la prensa internacional.
El gobierno de la 4T es aldeano y Notimex está pagando sus consecuencias. No requieren una agencia, porque piensan que solo la voz del presidente de la República es la que tiene que imperar. Se equivocan, y lo pueden constatar con la revisión cotidiana de los medios de comunicación, donde la relevancia periodística sigue imperando, más allá de los intentos del gobierno para que ello ya no sea así.
Esto por fortuna, porque un seguimiento de prensa que solo se sustentara en las mañaneras, sería muy aburrido, por propagandístico, repetitivo y tendencioso.
Es increíble la cultura del despilfarro disfrazada de austeridad o de combate a la corrupción, ya que no es lo uno ni lo otro.
Medio siglo de esfuerzos y patrimonio tirados a la basura, donde lo más grave es que será muy difícil repararlo, porque las urgencias para el país serán cada día mayores, debido a la forma en cómo se están administrando los recursos públicos.
Ojalá el cierre de Notimex no sea definitivo, pero hay que ser realistas y las cosas pintan mal para los próximos años y donde las dificultades para la prensa cada día serán mayores.
Hay que destacar, dentro de lo sombrío de la situación, la actitud valiente y decidida de los trabajadores de Notimex que defendieron y defienden su lugar de trabajo. Más de mil días de resistencia, soportando toda clase de presiones e infamias.
Su dignidad es la muestra de por qué la agencia merecía sobrevivir y tener una mejor suerte a la que la condenaron.
Es también una llamada de atención sobre el daño que causan a las instituciones las ocurrencias. Las designaciones equivocadas producen daños que van más allá de lo anecdótico.
@jandradej
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