Faltan pocos días para saber si las encuestadoras estaban lejos o cerca del resultado presidencial. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– En unos días sabremos sobre la calidad de las encuestas que miden la intención de voto en la contienda presidencial. Para todas ellas habrá una suerte de examen al contrastar sus estudios con el resultado oficial de la disputa por la presidencia de la República entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum.
Esto no es algo nuevo, cada seis años, dependiendo del triunfador, se suele desatar la polémica o no. Sospecho que, en esta ocasión, más allá de lo que definan los ciudadanos con su votó, sí habrá una ponderación del tema, porque es uno de los elementos del contexto de la lucha política.
Por ejemplo, la llegada de Vicente Fox a Los Pinos en 2000 y el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en el 2018, no implicaron quejas mayores, aunque en el caso del primero sí existieron errores notables.
En 2018, y a lo largo de toda la campaña, las encuestas siempre colocaron al candidato de Morena con ventaja.
En el año 2000, en cambio, se publicaron 16 encuestas y en 10 de ellas se pronosticaba que Francisco Labastida sería el triunfador.
Las empresas que acertaron, entre otras, fueron Arcop, Gaussc, María de las Heras y El Universal.
Uno de los problemas para las encuestadoras que erraron el tiro, fue que sobreestimaron el PRI entre cuatro y siete puntos porcentuales.
El error de diversas empresas no provocó un gran escándalo a nivel ciudadano, porque la derrota del PRI, luego de 70 años, hizo que la finura en el análisis quedara entre expertos, y así fue. El IFE (ahora INE) realizó un taller al respecto, del que se publicaron unas memorias de las discusiones.
Fox se impuso y, más allá de los pronósticos, la ciudadanía optó por un cambio o, más bien, por sacar al priismo del poder federal.
En 2006, en momento por demás complejo, ocho de 15 estudios demoscópicos señalaban que López Obrador se impondría y seis que lo haría Felipe Calderón; y una encuestadora señaló que había una suerte de empate.
Hay que señalar, sin embargo, que 11 de las encuestas ya anticipaban un resultado cerrado.
Estas discrepancias hicieron que López Obrador montara en cólera y que argumentara que las encuestas siempre estuvieron cuchareadas, las que no le favorecían, por supuesto, y que eran otro de los factores del supuesto fraude en su contra.
En 2012 todas las encuestas daban por triunfador a Enrique Peña Nieto, pero la polémica se desarrolló respecto a los márgenes de ventaja que se estimaron, los que podían ir de los 15 a los 20 puntos, cuando el resultado en las urnas fue de seis puntos para el PRI sobre el segundo lugar de la contienda, el propio López Obrador.
En aquel momento, la medición de Reforma resultó la más acertada, con 4 puntos de diferencia.
Alejandro Moreno publicó en 2018 “El cambio electoral, votantes, encuestas y democracia en México” (FCE), un texto notable que se ocupa de temas que eran y son centrales, inclusive los de la despolitización, que implica el debilitamiento de los partidos, frente a la ideologización de los electores que provoca la polarización.
Algunos de los datos que utilicé en este texto provienen de ahí, y del ensayo “Evaluación de la precisión de las encuestas electorales. Desafíos y retos metodológicos”, escrito por Lauro Mercado Garza.
Ambos análisis resultan más que pertinentes en un momento en que hay un alto grado de polémica por las diferencias que se advierten entre el margen del primer y segundo lugar posible.
Moreno señala que “las encuestas reducen la incertidumbre en las elecciones democráticas y ofrecen información valiosa a los ciudadanos y a los tomadores de decisiones, pero ciertamente no son un factor que legitime el resultado de la elección”.
En efecto, quizá se pide algo que las encuestas no pueden ofrecer y menos aún en un escenario en el que ahora irrumpen empresas totalmente propagandísticas.
Lo que ocurrió en el Estado de México, donde el Tribunal Electoral local sancionó el uso incorrecto de estos instrumentos, que tuvieron muy mal desempeño y que inflaron la supuesta ventaja de quien resultó ganadora, es un aviso de lo que podría ocurrir también en unos días.
LAS VÍSPERAS DEL 2024
En el INE decidieron ahorrar en cacahuates y los riesgos ya están a la vista: hay 818 vacantes, 769 de capacitadores y 49 de supervisores. Los salarios eventuales que se ofrecen no son competitivos. Un desastre.
@jandradej