Una innecesaria pausa en la relación. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Las vueltas de la noria. Otro 12 de octubre, ya sin destrozos en la estatua de Cristóbal Colón, porque la tienen guardada en una bodega, luego de que la desmontaron de Paseo de la Reforma.
Lo que sí, la reiteración en que el Rey de España extienda una disculpa por los excesos de la conquista. Es algo que no tiene sentido, no ocurrirá y desaprovecha las ventajas de una relación histórica.
La presidenta Claudia Sheinbaum insistió en que se quiso imponer un relato de que el encuentro entre los soldados castellanos y los pobladores originarios del continente fue pacífico y que nadie descubrió nada porque aquí había grandes civilizaciones.
Lo de lo pacífico ningún historiador serio lo señala, aunque dentro de los relatos de la historia que se enseñaba en los niveles básicos sí existió la intención de comprensión de los elementos del pasado que permiten entender por qué México es lo que es.
Vale la pena detenerse en la obra de Christian Duverger sobre Hernán Cortés, cuando señala que “el mestizaje no postula por superioridad de una cultura sobre otra, mas parte del principio de la diversidad de una riqueza y que el enriquecimiento es siempre mutuo”.
Duverger se hace, nos hace, dos preguntas centrales: “¿cómo leer una cultura en la que se yuxtaponen las hogueras de la inquisición y el espíritu del Renacimiento? ¿Cómo comprender el refinamiento de los aztecas y su pletórico recurso al sacrificio humano?”.
Ahora, con la idea de que es con la polarización con la que se puede construir una nueva historia de bronce, es que se vuelve a leyendas y distorsiones, y que conste que nadie puede negar el carácter que impusieron los conquistadores, ni sus excesos y barbaridades, pero al mismo tiempo es absurdo no aquilatar justamente el resultado de ese devenir.
Lo del descubrimiento de América es producto de una construcción intelectual. Edmundo O ‘Gorman lo dejó claro en uno de los textos más relevantes sobre esa polémica: “La invención de América”, porque, en efecto, el navegante genovés no tuvo ni la menor idea de a dónde había llegado cuando tocó tierra, y tuvo que ser Américo Vespucio quien diera luz al asunto y a la geografía posteriormente.
Escribió O’ Gorman que “es claro, en efecto, que no es lo mismo llegar a una isla que se cree cercana a Japón que revelar la existencia de un continente”.
La jefe de gobierno, Clara Brugada, estableció la efeméride como la de la Resistencia Indígena. Inclusive afirmó que existió un exterminio de los habitantes originales de lo que se convertiría en México.
Una idea adecuada para la propaganda, pero lejana en realidad de un proceso complejo en el que intervinieron diversos pueblos con lenguas distintas y muchos de ellos enfrentados al dominio de los aztecas.
Una idea cómoda que rehúye la actualidad, y en particular la que padecen los indígenas en Chiapas, quienes inclusive han tenido que huir a Guatemala, ante las condiciones de inseguridad y amenaza que ha impuesto el crimen organizado en la región fronteriza.
Los chiapanecos están en una verdadera crisis, a merced de grupos armados, como viene denunciando con persistencia el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.
La revisión del pasado, con más arenga que rigor, evita referirse a los despojos que están sufriendo los también indígenas oaxaqueños para el avance el proyecto de tren transístmico.
Miguel León Portilla escribió en la “Revista Mexicana de Política Exterior” (1992) en el contexto de lo que calificó como el encuentro de dos mundos: “posturas extremas son ciertamente las de quienes quieren celebrar ‘las glorias del descubrimiento’ o, por el contrario, solo buscan execrar la historia de la invasión y sus consecuencias. Ni los unos ni otros dan entrada a la reflexión que toma en cuenta cuanto abarca el proceso que llevó a la globalización de la humanidad”.
@jandradej