La pax narca y sus demonios. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Estar a expensas de la agenda e intereses de los grupos del crimen organizado es de un alto riesgo. La pax narca, que es la tranquilidad relativa a cambio del control del territorio y de los mercados ilegales, se rompe cuando los bandidos se pelean entre ellos, o cuando las autoridades hacen su trabajo.
En Sinaloa está ocurriendo lo primero, ya que el gobierno estatal y las autoridades de todos los niveles fungen como espectadores, dejando que la fuerza y la violencia restauren acuerdos.
El gobernador Rubén Rocha está rebasado por las circunstancias, y en otro contexto político no seguiría en el cargo, sino probablemente bajo investigación.
Los leales a Ismael “El Mayo” Zambada están en guerra con quienes se encuentran alineados con los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
La confrontación tiene que ver con el traslado de “El Mayo” a Estados Unidos, pero eso sólo es la punta de lanza de una ruptura mucho más profunda y de la disputa por el control de una de las organizaciones criminales más poderosas a nivel internacional, el Cártel de Sinaloa.
Hace algunos años, en 2008, un grupo criminal lanzó granadas a la población en plena celebración del grito de Independencia en Morelia.
Un hecho criminal que dejó un saldo de cinco muertos, pero hizo algo más, alertó sobre la enorme descomposición que ya privaba en la región y obligó a la realización de investigaciones de enorme calado, las que condujeron a la detención de alcaldes y al debilitamiento de las redes de protección al narcotráfico, pero sobre todo a las extorsiones que ya significaban una de las áreas de negocio más redituables.
Los granadazos en la capital de Michoacán eran apenas la punta de lanza de un problema que se mostraría con mayor claridad, cuando pobladores desesperados comenzaron a formar autodefensas.
En el arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto se optó por respaldar a algunos de estos grupos, inclusive se les integró a la policía rural.
También se indagó a personajes corruptos e inclusive un exgobernador terminó tras las rejas y otro tuvo que renunciar al cargo.
Los resultados fueron mixtos, se obtuvo información que llevó a la captura de líderes criminales, se recobró control territorial, pero con el tiempo todo se fue al traste, porque nunca terminan bien los esquemas en el filo de la legalidad.
Pero, a diferencia de lo que está ocurriendo en Sinaloa, antes, con los presidentes Felipe Calderón y Peña Nieto, siempre existió la voluntad de no dejar a la ciudadanía al garete.
Ahora, por lo que se desprende de acciones y declaraciones, lo que hay es el convencimiento de que la violencia terminará por reducirse cuando uno de los bandos aplaste al otro.
Por lo pronto, en Culiacán se canceló la ceremonia del Grito de Independencia, una decisión preventiva correcta, sobre todo porque no tienen, en el gobierno, control alguno de la situación.
Pero pasados los días patrios, ahora vendrán diversas consecuencias, por el deterioro de seis años de componendas y omisiones, y ante el enorme enigma sobre lo que harán los que llegarán al poder federal en solo unos días.
Aventuro que no habrá un cambio importante, porque uno
de los ejes del proyecto de seguridad actual es justamente el de dejar hacer para no provocar espirales de violencia, algo que sólo funciona en teoría y que está sujeto a variables incontrolables.
De lo que sí hay evidencia, es que inició la batalla por Sinaloa, que está será cruenta, en los últimos días han sido asesinadas 36 personas, y que los triunfadores no pelean por altruismo sino por intereses puntuales y entre ellos los de seguir siendo los jefes.
Quizá vuelva la pax narca, pero nadie se llame a sorpresa de cómo rompe el tejido social, pone en riesgo a la ciudadanía y debilita a las instituciones. Un drama redondo.
@jandradej