Un martes peligroso en San Lázaro y Senado, con reformas al vapor que pueden afectar la vida de los mexicanos. Fotos: Mario Jasso / Cuartoscuro.com.
Por Juan Ortiz / Lupa Legislativa
EMEEQUIS.– El cierre del último periodo ordinario del Congreso ha destapado de manera alarmante los peligros de centralizar el poder en una única fuerza política. Lo que hemos presenciado son no solo imposiciones y errores de técnica legislativa, sino una serie de irregularidades nos recuerdan una triste verdad: el Poder Legislativo, diseñado para equilibrar y fiscalizar al Poder Ejecutivo, ha fallado en su función esencial. Está en nuestras manos que recupere su sentido original.
Recientemente, la discusión sobre la Reforma de Pensiones propuesta por Morena ha sido lamentable, por decir lo menos. Tras no lograr el consenso necesario para la reforma constitucional impulsada por el presidente López Obrador el 5 de febrero, los diputados de Morena presentaron el 4 de abril una alternativa en forma de reformas a leyes secundarias. Y curiosamente, elaboraron un dictamen en pocos días sin consultar a los posibles afectados: los pensionados, así como trabajadores y sus familias.
Este dictamen se discutió en la Comisión de Seguridad Social ignorando el plazo reglamentario de cinco días de circulación, una clara señal de desprecio por el proceso legislativo.
Aún más alarmante fue que durante la discusión en el pleno se detectaron numerosas modificaciones no autorizadas entre el dictamen aprobado en comisión y el documento en debate, incluyendo la eliminación y adición arbitraria de textos, evidenciando un manejo legislativo desastroso y poco transparente.
El escándalo que siguió obligó a posponer la discusión y a devolver el dictamen a comisión, una maniobra que, en mi opinión, roza lo ilegal, ya que se aplicó a un documento aún en discusión que debería haberse devuelto únicamente si era rechazado mediante votación. Este acto seguramente será motivo de invalidación por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Paralelamente, el Senado ha impulsado en fast-track dos reformas altamente controversiales. La primera es una modificación a la Ley de Amparo que elimina la capacidad de las suspensiones judiciales para tener efectos generales y restringe severamente la facultad de los jueces de otorgar dichas suspensiones, incluso cuando negarlas podría resultar en un daño grave al interés social.
Esta reforma ha sido ampliamente criticada por su intento de blindar proyectos de ley y obras de infraestructura contra interrupciones legales, comprometiendo así el derecho fundamental de los ciudadanos a defenderse de actos de autoridad que infrinjan sus derechos.
La segunda reforma confiere al presidente la facultad de otorgar amnistías de manera directa en circunstancias donde el beneficiado proporcione información que aclare aspectos cruciales para el Estado, incluso si la persona está siendo procesada o ya ha sido sentenciada por delitos graves como feminicidio o secuestro.
La redacción vaga de esta reforma y la amplia discreción que otorga al presidente para determinar lo que constituye un ‘hecho relevante’ ha generado intensas críticas y preocupación sobre el abuso de poder y la erosión de la justicia.
Estos casos nos dejan un mensaje claro: La concentración de poder en una sola fuerza política no solo socava la democracia, sino que abre la puerta a decisiones autoritarias que pueden afectar profundamente nuestros derechos y libertades.
El Congreso no debe ser un mero espectador u oficialía de partes para el Poder Ejecutivo. Su función esencial es ser un verdadero contrapeso, una arena de debate y diálogo donde diferentes voces y perspectivas se confrontan y enriquecen la legislación.
Cuando el poder legislativo pierde su pluralidad, se pierde también la capacidad de detectar y corregir errores en las propuestas de ley.
Más grave aún, se pierde la oportunidad de escuchar y considerar las necesidades y derechos de todos los ciudadanos.
Los recientes ‘errores’ en las reformas legislativas nos muestran con claridad los riesgos de un Congreso monolítico: desde la falta de debate abierto hasta la implementación apresurada de leyes que no han sido suficientemente analizadas o debatidas, todo ello puede derivar en legislaciones que invadan nuestras libertades y derechos más básicos.
La próxima elección es una oportunidad crucial para asegurar que el Congreso refleje una composición plural y diversa.
Es necesario que los ciudadanos comprendan que su voto tiene el poder de prevenir la concentración de autoridad y fomentar un equilibrio de poderes que proteja y promueva los intereses de todos.
No podemos permitir que se repitan los errores del pasado, donde decisiones unilaterales han llevado a acciones cuestionables y a veces incluso a injusticias legales. México merece un sistema político que sea tan rico y diverso como su gente, uno en el que la transparencia y la rendición de cuentas no sean la excepción, sino la regla.
En nuestras manos está el poder de decidir el futuro del país. Participar en las elecciones, informarse sobre los candidatos y sus plataformas, y votar conscientemente son actos de responsabilidad ciudadana que pueden cambiar el destino del país.
No es solo una cuestión de elegir representantes. Es una cuestión de defender nuestra democracia y asegurar un gobierno que realmente represente y respete los deseos y necesidades de su gente.
@Juan_OrtizMX