CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– En el salón del Consejo de la CNDH había un retrato de Jorge Carpizo. La señora Piedra Ibarra decidió descolgarlo. Por fortuna, el óleo estaba en comodato y los burócratas de esa institución no pudieron destruirlo. Tendrá un mejor lugar: la biblioteca del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Ahí no quedó el asunto. Al más fiel estilo de Stalin, borraron el nombre del doctor Carpizo del edificio central de la CNDH para renombrarlo como Marco Antonio Lanz Galera, un activista asesinado en 1952.
Deberían saber que la historia no se puede manipular de esa forma, y menos aún con métodos tan silvestres. Curioso que lo hagan quienes provienen de ambientes trotskistas y que ya intuyen los daños que esas conductas autoritarias generan.
La señora Rosario Piedra Ibarra sostiene, sin prueba alguna, que todos los titulares de la institución, que ahora preside, hicieron mal su trabajo y que eran cómplices de los conservadores y los represores. Ella es la única calificada para el cargo, imagina, supongo.
Descalifica no sólo a Carpizo, sino a Jorge Madrazo, Mirielle Roccatti, José Luis Soberanes, Raúl Plascencia y Luis Raúl González Pérez.
Señala que se trataba mal a las víctimas, cuando en realidad sabe que ocurrió lo contrario. Otra cosa es que no les hayan gustado, a algunos grupos, las investigaciones o recomendaciones porque no se ajustaron a lo que convenía para sus proyectos de carácter político.
Piedra Ibarra no tolera la figura de Carpizo y es explicable, aunque no justificable, que así ocurra. Carpizo fundó a la CNDH desde sus cimientos y ella se ha encargado de destruirla. Debe ser difícil cohabitar con la memoria de uno de los intelectuales más destacados de la historia contemporánea, porque las comparaciones las hace la propia sociedad. Es irremediable que así se haga e inclusive es provocado por las actitudes sectarias del momento.
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La estatura intelectual del primer ombudsman se refleja en su amplia obra jurídica, en su compromiso con la legalidad y en su formación de constitucionalista. Carpizo fue rector de la UNAM, ministro de la Suprema Corte, secretario de Gobernación y embajador y, fundamentalmente, académico universitario.
Carpizo sí actuaba con generosidad y tenía grandeza, inclusive en los complicados días en que dio forma a uno de los sistemas de protección no jurisdiccional más amplios en el mundo. Una construcción que es también colectiva, que proviene del esfuerzo de verdaderos defensores de los derechos humanos y no de quienes los utilizan como coartada.
Además, durante el periodo de Carpizo se emitieron recomendaciones centrales, muchas de las cuales afectaron, precisamente, a poderes policiales hasta antes intocables.
Todo ello tuvo un costo personal que implicó contar con seguridad por el resto de su vida. Sólo personas resentidas no aquilatan y valoran semejantes situaciones.
Carpizo siempre mostró independencia frente al poder, inclusive el presidencial, algo que no pueden presumir ahora, porque están sometidos a los dictados de Palacio Nacional.
Piedra Ibarra nunca debió ser presidenta de la CNDH, no reunía los requisitos y además hicieron fraude en el propio Senado al momento de contar las adhesiones.
Eso querían, una funcionaria anodina en un esquema que para ellos es el ideal, se quitaron la molestia de defensores de los derechos humanos y donde es probable que la profundidad del desastre ya causado por la señora Piedra Ibarra se desvanezca, ese sí, ante la inutilidad en que ya colocó a la CNDH.
Es increíble la mezquindad con la que se conducen quienes ahora comandan lo que fue una de las instituciones con mayor prestigio en la defensa de los derechos humanos.
Indigna que borraran en nombre de Carpizo, no porque en realidad puedan hacerlo, sino por el resentimiento que los anima y que no debería estar presente en quienes tienen la obligación de defender la ciudadanía.
Lo inquietante es que Piedra Ibarra y su grupo todavía pueden hacer mucho daño. Por fortuna, esta mala época no será para siempre y ojalá en el Senado, el de ahora o el que se integrará en el 2024, sí estén a la altura de las circunstancias y rescaten a la CNDH.
En momentos de inseguridad y de presencia militar permanente, se requiere de un ombudsperson que no sea cómplice del poder en turno, porque ello debilita al Estado mismo y a las instituciones que se supervisa y equilibra.
@emeequis
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