CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Estela de Carlotto tiene una misión extenuante y a la vez esperanzadora: busca restituir la identidad de quienes fueron separados de sus madres para ser entregados a familias adoptivas.
Preside a Las Abuelas de la Plaza de Mayo, que iniciaron su búsqueda cuando eran madres, desde los primeros días de la dictadura militar en Argentina que inició en marzo de 1976 y terminó, de algún modo, en 1983.
De Carlotto tiene un listado de 500 infantes que adquirieron otro nombre y otros apellidos y que sus madres, que se encontraban en cárceles clandestinas, fueron asesinadas luego de los partos respectivos.
Van 132 nietos que han vuelto de aquellas brumas, en una situación ambivalente y profunda, porque también tenían padres adoptivos, a los que respetan y quieren. Un eslabón de la maquinaria del terror que idearon las fuerzas armadas y de la que no existe excusa posible.
Decía Ernesto Sábato, en el prólogo del informe Nunca Más, “de ese modo, en nombre de la seguridad nacional, miles de seres humanos generalmente jóvenes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los desaparecidos. Palabra –¡triste privilegio argentino! —que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.”
Hace 39 años de aquello, y hoy la atención está trasladada a México, donde hay reportes de desapariciones o no localizaciones de 43 mil personas entre diciembre de 2018 y el 30 de junio de 2023.
Por ello, la visita de Estela de Carlotto al presidente López Obrador, hay que verla como una posibilidad, una oportunidad de que las madres buscadoras mexicanas encuentren los respaldos y el cobijo que les hace falta.
Es un asunto distinto, aunque el dolor que genera sea el mismo. En Argentina se construyó una maquinaria del terror que “estableció la desaparición forzosa de personas como metodología represiva, se extendió la práctica de la tortura en los centros de detención ilegales, se simularon intentos de fuga inexistentes y se destruyeron los cuerpos de personas asesinadas para evitar su posterior identificación”, de acuerdo con lo indagado por la Comisión Nacional de Desaparición de Personas.
En México se está padeciendo un fenómeno también de grandes magnitudes, pero que no tienen una conceptualización teórica y que más bien fluye por los ríos broncos del crimen organizado, en el que muchas veces se confunden o empalman, bandidos y autoridades.
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En Argentina, el retorno a la democracia propició el reconocimiento de lo que fue “la más grande tragedia, la más salvaje” y los ajustes legales e institucionales para impedir su repetición.
Para nuestro país el reto se muestra en otros cuadrantes, porque el espanto cotidiano no tiene asideros de predicción y menos cuando la impunidad es la norma.
De Carlotto en Palacio Nacional se solidarizó con la situación mexicana, pero ahora falta que titular del Poder Ejecutivo muestre empatía con las que son las víctimas de esos padecimientos.
Rosario Robles lo advirtió al señalar que “la misma batalla que están dando las madres buscadoras de México para encontrar a sus hijas e hijos desaparecidos. Nada más que a ellos no los recibe ni escucha el presidente. Y eso es inhumano y cruel”.
En efecto, López Obrador sí puede hacer una diferencia, y no porque se vaya a resolver el problema de inmediato, es más, ni siquiera hay esperanza en el mediano plazo, pero lo que sí puede ocurrir es que se mande un mensaje contundente de respaldo a las madres que no cejan en su empeño de encontrar a sus seres queridos y que lo hacen en condiciones de inseguridad y de riesgo.
A ellas también las están matando.
El problema es que las buscadoras no provienen de movimientos que puedan tener alguna utilidad ideológica y son independientes y por ello impredecibles.
Pero al mismo tiempo, son la expresión más genuina de la resistencia que hay ante los maleantes, de los resortes que aún persisten en la sociedad, aunque cada día se tornan precarios.
Son, a su modo, como la propia De Carlotto, quien se convirtió en abuela con el paso de décadas de búsqueda, aunque con una diferencia que explica el drama mexicano, porque están por regla general solas, ante autoridades negligentes que quisieran que no fastidiaran y enfrentado a los capos más peligrosos.
@jandradej
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