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Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, la convergencia

Desde España, Zedillo y Calderón hicieron vaticinios nada prometedores sobre la democracia mexicana. Plantearon un debilitamiento de las instituciones, ante el inicio de las discusiones sobre Reforma Electoral en la Cámara de Diputados.

Por Emequis
10 / 24 / 22
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CONFIDENTE EMEEQUIS

EMEEQUIS.– Los expresidentes Ernesto Zedillo y Felipe Calderón estuvieron juntos en Madrid en una conferencia auspiciada por la Fundación Internacional para la Libertad que anima y conduce Mario Vargas Llosa

El encuentro, para nada lo niegan sus organizadores, se desarrolló dentro del tablero del liberalismo, de apuestas concretas hacia la derecha del espectro político, pero con un compromiso por la democracia que nadie podría negar.  

Lo que dijeron Zedillo y Calderón preocupa, porque hicieron vaticinios nada prometedores sobre la democracia mexicana. Zedillo, quien gobernó entre 1994 y 2000, describió una erosión en el sistema que está conduciendo al debilitamiento de las instituciones; Calderón, cuya titularidad del Poder Ejecutivo fue entre 2006 y 2012, inclusive afirmó que el riesgo es tan alto que quizá el próximo mes la democracia en México ya no sea lo que fue, hasta ahora, ante el inicio de las discusiones sobre Reforma Electoral en la Cámara de Diputados. 

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Los exmandatarios recordaron una etapa central en la historia reciente, cuando desde 1995 se desplegaron todos los esfuerzos que condujeron a la construcción del IFE, ahora INE.  

En aquellos días tuvieron que ponerse de acuerdo, el primero desde Los Pinos y el segundo como líder nacional del PAN, que al final se traduciría en una etapa reformista que permitiría concluir la transición democrática e inaugurar la alternancia en el año 2000. 

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México atravesaba por una fuerte crisis financiera, y la Presidencia de la República requería de apoyo para las medidas que se tendrían que tomar y lo obtuvo de los panistas. 

Un momento complejo, que inclusive se puede apreciar, como propuso el propio Zedillo, teniendo en cuenta que dos de los líderes partidistas, del PRD y del PAN, Andrés Manuel López Obrador y el propio Calderón, terminarían, con el tiempo, siendo presidentes de México.   

El expresidente Zedillo no duda en afirmar que estamos ante un periodo terrible, donde las dificultades económicas provienen de choques externos, pero también del repudio a las reformas que se emprendieron desde finales del siglo pasado y a principios del que corre. 

La gravedad de la cuestión es que no es sólo retórica, sino en los hechos, y que ello se profundiza por la falta de interés en completar las tareas reformistas. 

Las preocupaciones aumentan porque se están recuperando recetas del pasado, actitudes políticas e incluso ideológicas que probaron su fracaso. 

La actitud populista causa daños y un ejemplo de ello, puntualizado por Zedillo, es el lamentable desempeño de los gobiernos de Latinoamérica, que, con el 8 por ciento de la población, concentraron en 30 por ciento de la mortandad durante la emergencia desatada por el Covid-19. Un desastre que colocó a México entre las diez naciones peor evaluadas. 

Un mal momento, sin duda, al que se añaden acechanzas externas de pronóstico reservado, donde hay retrocesos sensibles en lo social. 

Por ello, la mayor amenaza, así lo definió Zedillo, es “la regresión democrática que estamos viviendo” donde “los liderazgos populistas accedieron al poder gracias a la democracia que otros construyeron” y ahora están en camino de desmontar. 

A estos malos augurios se unió Calderón, que recurrió al test que proponen Daniel Ziblatt y Steven Levitsky en “Cómo mueren las democracias” y, en efecto, muchos de los síntomas que ellos catalogan como peligrosos están presentes en la actualidad mexicana: No se acepta el juego democrático, no se dota de legitimidad a los oponentes y se tolera la violencia.  

Calderón recurrió a varios ejemplos, pero situó dos que describen la situación: Ricardo Anaya, quien fue candidato del PAN a la Presidencia, tiene que vivir en Estados Unidos debido a la persecución en su contra y en su propio caso, al enfrentar seis averiguaciones de carácter penal iniciadas en la FGR, algo inusitado al tratarse de un exmandatario. 

Es la visión de dos políticos que gobernaron el país. Sus juicios están matizados por su propia historia y responsabilidades, pero no por ello dejan de tener pertinencia y mucha actualidad.  

Es interesante, por supuesto, que Zedillo y Calderón sigan encontrando coincidencias, luego décadas, de caminos ante la política bastante distintos, pero que a la vez pueden converger en la defensa de un legado, el de la democracia y sus instituciones y que en los próximos días estará sujeto a prueba. 

@jandradej

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Emequis



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