CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El presidente López Obrador, en el 106 aniversario de la Constitución, dejó claro que abomina al que llama periodo neoliberal que, de acuerdo con sus datos, inició en 1983 y concluyó el 1 de diciembre de 2018.
Es interesante el cuidado que siempre tiene con lo que ocurrió antes del arranque de los años ochenta, sobre todo por los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo.
Afirmó López Obrador que en México se estableció una democracia simulada, y que cada una de las reformas al texto constitucional, antes de su llegada al poder, fueron retrógradas y en perjuicio del pueblo.
No abundó sobre la contradicción que ello entraña sobre su propio triunfo en las urnas en la Ciudad de México primero y a nivel nacional después. Tampoco del papel que jugó la izquierda, e inclusive el PRD cuando él lo presidía en las transformaciones que ahora pone en entredicho.
TE RECOMENDAMOS: CÁRDENAS Y LOS AGRAVIOS DEL PENSAMIENTO ÚNICO
Pero tampoco es algo que le preocupe, porque seguirá con el empeño de “abolir por la vía legal y democrática, las reformas impuestas en el periodo neoliberal”.
El plan de López Obrador es la restauración. No lo oculta, pero ahora sitúa su horizonte en 1917. Sí, quiere, dice, que vuelvan los esplendores del texto original.
Eso, ya se sabe, es imposible, por motivos prácticos y realidades políticas, pero no deja de ser un reflejo de lo que viene ocurriendo desde hace ya algunos años.
Hay una idea idílica sobre las gestas revolucionarias, acaso solo igual en la entidad en que se reprochan los cambios que ocurrieron a lo largo de un siglo.
Apartados del presidente. Foto: lopezobrador.org.mx.
Es una disputa por el pasado, en la que López Obrador suele llevar la delantera, porque quienes gobernaron con anterioridad no suelen ocuparse de la defensa de su propio legado.
Por ello, la estrategia discursiva de la 4T consiste en esparcir críticas y prejuicios contra los órganos constitucionales autónomos, que fueron los que permitieron equilibrar al propio poder Ejecutivo, pero al mismo tiempo dotando a la ciudadanía de herramientas para ejercer derechos como el de elegir a los gobernantes mediante elecciones vigiladas y donde los votos se cuentan y cuentan.
De ahí que sea relevante cuando otros actores del panorama político hacen frente a la situación y establecen con claridad lo que opinan. Eso hicieron la ministra Norma Piña y el diputado Santiago Creel.
El diablo está en los detalles y el solo acomodo del presidium en el Teatro de la República en Querétaro, ya daba pistas de cómo anda el ánimo presidencial. A Piña y a Creel los alejaron del primer mandatario, como no se hizo cuando ocupaban las mismas responsabilidades Arturo Zaldívar y Sergio Gutiérrez Luna.
Una falta de gentileza en el protocolo, que de todas formas poco ayuda a la hora de que se tiene que reflexionar sobre lo que dijo cada uno de los oradores.
La presidenta de la Suprema Corte hizo una defensa puntual de la independencia de los jueces. La colocó, no como un privilegio, sino como una garantía de imparcialidad para la sociedad.
También expresó que una judicatura fuerte es indispensable para la democracia. En efecto, y la ministra lo sabe, estará en su cancha, la del Pleno de la Corte, el futuro mismo del sistema político, el que se encuentra en riesgo por las arbitrariedades que se desprenden del Plan B.
El diputado Creel hizo una reivindicación de la política y de uno de sus instrumentos más relevantes: el diálogo.
El presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados recordó el costo que ha tenido la división y la ausencia de acuerdos. En efecto, México perdió hasta territorio por la mala costumbre de buscar la confrontación.
En contraste, ponderó los logros de generaciones que se tomaron el trabajo de ponerse de acuerdo para establecer un sistema electoral que ahora se encuentra en riesgo. Una situación deliberada por quienes ahora detentan el poder político y un riesgo para el futuro.
Creel percibe, a fin de cuentas, los desafíos que ya plantea el retorno al pasado en que está empañada la 4T. Una especie de viaje en el tiempo, cuando no se dialogaba ni se escuchaba a las minorías.
@jandradej
Powered by Froala Editor