Con los senadores y diputados de Morena no hay forma de deliberación alguna. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– En el INAI hicieron un esfuerzo por al menos diferir la sentencia que ya tenían desde que en febrero del 2023 el entonces presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, presentó la iniciativa de extinguir a ese y otros órganos autónomos.
Se prepararon para la tormenta, pero sólo parcialmente, quizá esperando que el resultado de la elección significara un equilibrio que impidiera que se diera luz verde a la destrucción.
Era una esperanza razonable, por supuesto, al grado de que fue uno de los ejes de las oposiciones, quienes se comprometieron, cuando buscaban el voto, a la defensa de las instituciones.
Decir que las cosas salieron mal, es poco, significaron un desastre que tuvo como puntilla las resoluciones del INE y del TEPJF que crearon una mayoría constitucional artificial en favor de Morena y sus aliados.
En el INAI equivocaron el rumbo al creer que el tema era de ahorros, de ir ofreciendo recortes para esperar que fueran receptivos, quienes ahora tienen las mayorías parlamentarias.
Una estimación incorrecta, porque con ellos, con los senadores y diputados de Morena, no hay forma de deliberación alguna en asuntos de los que tienen una instrucción específica y apremiante.
De lo que siempre se trató es de suprimir a un organismo que les es molesto a los poderosos y en particular a sus burocracias.
López Obrador nunca toleró el tema del acceso a la información pública y desde que fue jefe de Gobierno hizo todo lo posible por complicarle la existencia el instituto local respectivo.
Pero ahora, el problema en ofrecer reducciones, del rango del 20% del presupuesto, es que se cae en el esquema en el que siempre los quisieron colocar, es decir, asumen los marcos de referencia y mentales en los que transita la 4T y ahí es imposible salir bien librado.
Es más, podrían anunciar, los comisionados, su disposición a trabajar de forma meritoria y eso tampoco cambiaría lo que ya se decidió y desde hace mucho.
George Lakoff en No pienses en el Elefante abunda sobre el error de mantenerse en coordenadas que no son propias y que sólo fortalecen a los adversarios.
¿Adversarios? Sí, de lo que se trata es de quiénes quieren que prevalezca la transparencia y los que no. La ingenuidad en estos casos suele costar muy cara.
El INAI estaba en guerra por su sobrevivencia y la perdió, los ciudadanos también. Nunca pudieron sus comisionados hacer un llamado a la acción, despertar un sentimiento social que los cobijara, como sí ocurrió con el INE y la SCJN en su momento.
En parte esto fue producto de sus propias divisiones internas, un mal de los órganos colegiados que con frecuencia explica muchas de las complicaciones que se les presentan y que se revelan en la ausencia de reflejos, unificados, para hacer frente a la adversidad.
Y eso que los comisionados, todos ellos, son servidores públicos capaces y comprometidos con sus tareas. Adrián Alcalá, Blanca Lilia Ibarra, Josefina Román y Julieta del Río cuentan, además, con las mejores credenciales, las que provienen de su trayectoria pública.
Pero esto no es suficiente, porque ahí no radican los resortes que se desataron para disolverlos. Da igual cuál fuera la integración, quienes ahora gobiernan no quieren al INAI y dejará de haber INAI, para integrar sus funciones, de alguna forma, a la Secretaría de la Función Pública, que se convertirá en la Secretaría Anticorrupción y de Buen Gobierno.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha dejado muy claro que se procederá de esa forma, aunque al mismo tiempo promete que la transparencia estará mejor que nunca.
Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Gobernación, en realidad está dispuesta a dialogar, pero dentro de la propia capitulación del INAI.
El gobierno será juez y parte respecto a las solicitudes de información y no se necesita ser un experto para saber lo que ocurrirá con temas de alto impacto, o inclusive en los más cotidianos.
@jandradej