Los culpables son los mismos. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El presidente López Obrador entregó un prontuario sobre el caso Ayotzinapa a los padres de los jóvenes desaparecidos.
Novedades no hay muchas, o ninguna de relieve, aunque conviene destacar que en el fondo es un alegato en defensa del Ejército.
Desde su óptica, hay una trama internacional que alienta el desprestigio de esa institución.
Inclusive coloca la detención, provisional, del general Salvador Cienfuegos, en Estados Unidos, como parte de una estrategia desplegada por la DEA y por intereses en Washington a los que suma a la propia OEA.
El diario La Jornada lo publicó de modo íntegro, este sábado, adelantando lo que seguramente implicará una discusión entre los conocedores del caso y quienes están involucrados desde cuadrantes diversos.
Tiene razón el presidente López Obrador en que no hay elementos para implicar ni a mandos y mucho menos a tropas en los sucesos delictivos de aquella noche que ha marcado la vida política de México.
Se extraña, sin embargo, una cuota de autocrítica, aunque fuera modesta, porque cuando el titular del poder Ejecutivo era un opositor, alentó la narrativa que ahora condena. Es más, uno de los ejes de su campaña en 2018 se desarrolló a partir de la crítica respecto a la utilización de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública.
Casi seis años después, el viraje es total e inclusive ya se transita, acaso de modo irreversible en el mediano plazo, a lo que será una visión militarista y muy alejada de los reflejos policiales y de las teorías sobre la seguridad ciudadana.
Y no es que no existiera claridad sobre los responsables de la noche de Iguala, la había, el problema es que esta se desprende la estructura misma de la verdad histórica.
En el fondo, la distancia respecto a lo que concluyó la entonces PGR se ha reducido, al grado que no hay grandes diferencias, y coinciden ahora y antes, en que los responsables de la desaparición de los estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos fueron policías de Iguala, quienes detuvieron a los muchachos, para entregarlos posteriormente a los sicarios de los Guerreros Unidos, los que procedieron a matarlos y deshacerse de sus cuerpos.
Y en Cocula, porque el propio presidente López Obrador da cuenta de la identificación de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre y Jhosivani Guerrero de la Cruz cuyos restos se encontraron en el paraje de La Carnicería y cuyos estudios se realizaron en la Universidad de Medicina de lnnsbruck en Austria.
El presidente López Obrador aprovecha para desmontar lo que son teorías por demás disparatadas, pero al detenerse en ellas las alienta. Después de todo, sí se sabe con claridad quién es quién en los entretelones de esta historia.
Sorprende que Alejandro Encinas, quien fue el encargado de investigar lo ocurrido desde una perspectiva más amplia que la ministerial, no haya merecido ni una sola línea.
Un silencio que describe la complejidad del asunto y las lecturas, acaso antagónicas, que se pueden dar desde los distintos salones de Palacio.
En el fondo, la misiva presidencial es un deslinde puntual a las primeras etapas de la indagatoria en su propio gobierno, y por ello recordó que en la FGR se desató una rebelión cuando se dispuso la detención de Jesús Murillo Karam.
Hace patente su enojo con la irresponsabilidad del fiscal Omar Gómez Trejo, quien no hizo nada para impedir que 65 implicados en el caso recobraran la libertad.
Si este es el capítulo final respecto a la indagatoria, podría decirse que faltó el remate, que se hizo imposible, acaso por el enredo político que armaron quienes ahora gobiernan.
Y, como colofón, Murillo Karam sigue sujeto a proceso por pronunciar una frase que lo marcó, la verdad histórica, que tenía que ver con una hipótesis que, hoy por hoy, es la única que mantiene solidez.
@jandradej