EMEEQUIS.- Los debates también están en los gestos, en los detalles. La vicepresidente Kamala Harris empezó a ganar el que tuvo con Donald Trump en el preciso instante en que se acercó a saludarlo.
Un movimiento estudiado, aunque no por ello dejó de ser sorpresivo para los espectadores, a quienes por regla general les gustan las buenas maneras.
En 1995, Lech Walesa, entonces presidente de Polonia y quien buscaba la reelección, tuvo un buen desempeño en el debate televisivo frente a Aleksander Kwašniewski, pero, a punto de terminar la transmisión, se negó a corresponder el saludo de su rival, lo que le costó algunos puntos en las preferencias, los que, por cierto, le habrían servido para ganar la contienda.
Los debates no suelen definir los resultados, al menos no como lo hicieron después del encuentro entre Richard Nixon y John F. Kennedy, un caso de estudio que mostró que la imagen es más fuerte que las palabras. Y, en efecto, quienes escucharon el programa por radio dieron por triunfador a Nixon, pero los que estaban frente a la pantalla de televisión percibieron otra historia, la que terminó por imponerse en las urnas, donde vieron a un aspirante demócrata joven y bien arreglado, mientras el Republicano estaba sudoroso y cansado.
Hace unos días, Harris logró mostrar sus niveles de autonomía, sin negar el legado del gobierno al que pertenece, advirtió que “está claro que no soy Joe Biden, y desde luego no soy Donald Trump”.
El planteamiento era mostrar la cara menos presentable de Trump y eso se logró, al desesperarlo en varias ocasiones.
Trump llegó al absurdo de acusar a los migrantes de comer perros y gatos. La historia, falsa, tiene su origen en un post de JD Vance en X en el que afirmó que, en Springfield, Ohio, “según algunos reportes, los habitantes han visto a sus animales secuestrados y comidos por personas que no deberían estar entre nosotros, en nuestro país, ¿dónde está el zar de la frontera?”
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La forma de informarse Trump es caótica y está sumergida en lo que pulula en los grupos que lo apoyan. Por ello no tuvo el empacho de volver al tema y soltar que “los que han entrado se están comiendo los gatos y las mascotas en Ohio, los que han entrado se están comiendo a los perros, a las mascotas. Esto es lo que está pasando en nuestro país”.
Este dislate, sin embargo, sí le puede costar, sobre todo en la franja de electores indecisos, aunque seguramente refuerza toda una serie de prejuicios en poblaciones poco informadas, donde el mensaje de culpar a los migrantes cala hondo.
Por lo pronto, la cantante Taylor Swift anunció su respaldo a Harris posteando una imagen en la que aparece acompañada por un gato.
Pasarán muchas cosas de aquí a noviembre, pero en el partido Demócrata están respirando y tomando aliento. Pueden ganar la contienda, algo que parecía difícil hace apenas unos meses.
Los riesgos, sin embargo, siguen presentes, sobre todo porque Trump es visto, en amplios sectores, como la solución a los problemas que aquejan a Estados Unidos, más allá de que las mejoras con Biden sean evidentes.
El riesgo que Trump significa para la democracia no es apreciado en su justa dimensión, y ello más allá de las investigaciones que probaron su implicación en el asalto al Capitolio, cuando intentó impedir el traspaso del poder a Biden.
Un análisis ponderado de las candidaturas establece con claridad las virtudes y oportunidades que significará Harris ya como presidenta de Estados Unidos, pero las elecciones ya se sabe, se ganan más por las emociones que las razones.
De ahí que importe, también, que se escuche, “y estoy harta de que vuelvan a atacarme una y otra vez/ porque si yo fuera un hombre, entonces sería El hombre…” como canta, con pertinencia, Taylor Swift.
@jandradej