Erasmo Catarino, encontrado. ¿Y los demás? Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El presidente López Obrador se vanaglorió, en la lectura de su último informe de gobierno, de la localización de un desaparecido: Catarino Erasmo Garza Rodríguez, de quien no se sabía nada desde hace 129 años.
Lo fueron a buscar un grupo de militares hasta Panamá y sus restos serán llevados a Matamoros, Tamaulipas, donde se erigirá una estatua en su memoria.
A unos metros, en plena plaza del Zócalo, justo en la asta bandera, lo escuchaban madres de desaparecidos que ya se cansaron de pedirle audiencia, pero que no cejan en su empeño de localizar a sus seres queridos.
Se quedaron durante 15 días, aguantando las inclemencias del tiempo. Después del mitin se retiraron.
Con ellas, con sus distintos colectivos de buscadoras, nunca existió empatía. Para el libreto de la 4T los desaparecidos son una especie de chipote, un pelo en la sopa.
Ni una sola línea, ni una palabra sobre uno de los problemas más lacerantes del México contemporáneo. 115 mil personas permanecen sin ser localizadas, en un drama que golpea a familias enteras.
Vamos, hasta con los padres de familia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa la cosa terminó en pleito y con distancia, la que se fue exacerbando, porque los acuerdos iniciales provenían de una promesa insensata: la localización de los jóvenes.
Con el tiempo, lo que fue discurso de campaña y acusación contra los militares, se transformó en su contrario. Se pudrió el asunto, pero Catarino Erasmo ya descansa en paz.
El presidente López Obrador dejó claro que su legado debe continuar. Tiene que ser desmontado todo lo que se construyó desde 1988, que es la fecha que él coloca como el inicio del neoliberalismo, momento que también se puede datar como el de su salida del PRI, partido en el que militó desde que era estudiante en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.
El presidente López Obrador sostiene que se jubila con la conciencia tranquila, porque llegará al poder Claudia Sheinbaum, quien tiene la tarea de continuar con la aprobación de las 20 iniciativas que componen Plan C.
Una de ellas, la que afecta de modo directo al Poder Judicial se aprobará en los próximos días, junto a la que militariza, ya de modo permanente, el combate a la inseguridad.
En otro contraste, miles de jóvenes marcharon del Ángel de la Independencia al Senado de la República, exigiendo ser escuchados. Son, en su mayoría, estudiantes de derecho en universidades públicas y privadas.
Desconfían de la elección de ministros, jueces y magistrados, por voto popular, porque intuyen, con toda la razón, que para prosperar en el ámbito judicial se tendrá que transitar a la política.
Del mérito al mitin. Del estudio a la arenga.
Para ellos tampoco hubo una sola frase, un guiño al menos de que serán atendidos, pero lo que sí aconteció, es que se “aprobó” la pertinencia de la elección de juzgadores a mano alzada en la principal plaza del país. Unanimidad.
Un elemento de retórica, necesario para los suyos, pero también para los pocos que, estando en sus filas, se atrevan a dudar. La aceptación de la sabiduría del líder es consustancial al movimiento que construyó al amparo de un esquema legal y electoral que está condenado a desaparecer, al menos como lo conocemos hasta ahora.
Los jóvenes universitarios están iniciando lo que será una larga marcha. Más vale que se preparen para resistir, porque por el momento no hay forma de detener la reforma que someterá al Poder Judicial.
Septiembre negro, dirán algunos, aunque quizá, para ser prácticos, debemos verlo como el inicio de algo todavía desconocido, pero que no pinta nada bien.
¿Qué hacer? Insistir, como hacen las madres de los desaparecidos, aunque con ello se incomode a los poderosos, y resistir, como hacen los empleados del sistema judicial, al que ahora se suman quienes no quieren perder el futuro.
@jandradej