Lo que le espera a los ministros. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Se puso en marcha la maquinaria para obligar a la ministra Norma Piña a renunciar a la presidencia de la SCJN.
Los arietes de esta embestida son el senador Ricardo Monreal, el exministro Arturo Zaldívar y la ministra Yasmín Esquivel. Se sumarán otros en los próximos días.
El argumento es el siguiente: Piña no ha sabido establecer una relación adecuada e institucional con los poderes Ejecutivo y Legislativo, y por ello el país se encuentra a las puertas de una reforma de gran calado.
El senador Monreal inclusive habló de falta de “pericia política” de la ministra. Es más, señaló que la Reforma Judicial es una consecuencia de esa situación, lo que fortalece la hipótesis de que la venganza también es uno de los incentivos para proceder a uno de los errores de diseño institucional que harán parecer una nadería a la cancelación del Aeropuerto de Texcoco o la destrucción del Seguro Popular.
Puede ser que la ministra Piña no le entre con eficacia a la grilla, pero es absurdo negar que la clave de lo que está por ocurrir es quitarse de encima a la única institución que todavía es capaz de frenar abusos y mantener equilibrios.
Bajo esa lógica, el remedio para detener el ataque constante desde Palacio Nacional sobre ministros, magistrados y jueces es encumbrar a Esquivel en el Pleno, para que se abra un espacio de negociación, una suerte de armisticio.
Es decir, una rendición anticipada y total, a sabiendas de que el próximo año se elegirá, por voto popular, a una nueva integración de la Corte.
Esquivel estaría en posibilidad de ofrecer algún tipo de garantías sobre el futuro de los ministros, aunque nada pararía la destitución, porque esa es la cereza del pastel del proyecto.
En el pasado, hace seis años, ya cometieron ese error los integrantes del Pleno, al respaldar a Zaldívar, quien les vendió la idea de que sólo él sería el puente adecuado para establecer una relación constructiva con el presidente López Obrador.
Lo que ocurrió es conocido, Zaldívar se puso al servicio y a las órdenes de Palacio Nacional, al grado de que está siendo investigado por ello en el Consejo de la Judicatura.
Las prisas quizá indican que en la 4T hay alguna preocupación sobre asuntos que todavía podrían resolverse en los próximos menses y no quieren sobresaltos ni contratiempos.
Es dudoso que consigan su objetivo, sobre todo porque necesitarían que ocho ministros que respaldaran el golpe o que la propia presidenta de la SCJN decidiera hacerse a un lado, para en teoría no entorpecer el cambio de modelo en el sistema de justicia.
A estas alturas, lo que queda a los ministros, en su mayoría, es tener la dignidad suficiente para dejar claro el mensaje de que el país se encamina a un abismo en lo que respecta al Estado de derecho.
Nada bueno provendrá de una reforma que es fallida desde su concepción y que destruirá décadas de esfuerzo en profesionalización de los integrantes de Poder Judicial.
Es una carrera contra el tiempo, porque se irán sumando voces para fortalecer la narrativa de que es urgente el cambio, y buscando en los matices victorias por demás pírricas.
Quien lo dude, atienda el mensaje del coordinador de los diputados del PAN en San Lázaro, Jorge Romero, y notará que las consignas de apoyo a la SCJN se quedaron como promesas rotas de campaña.
“Yo he ofrecido que en el PAN habremos de cambiar y a comenzar a ser más propositivos”, aunque hay aspectos que les preocupan.
Romero sabe que no habrá ajustes relevantes, pero ofrenda el acompañamiento del desastre, como en 2018, por cierto.
Una falla que lo que hace es jugar en la cancha que quiere el presidente López Obrador, y con los resultados más que predecibles.
De ahí que solo quede, por ahora, lo que signifique el aguante y resiliencia de los todavía ministros.
@jandradej