Las investigaciones vuelven al punto de partida. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Volver al origen. En la Fiscalía del caso Ayotzinapa están recorriendo un camino que fue trazado por Jesús Murillo Karam en la primera etapa de la indagatoria.
Lo primero que están haciendo, es reaprehender a los implicados en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Así ocurrió con Gildardo López “El Gil” y con Felipe Rodríguez “El Cepillo”, ambos señalados como jefes de los Guerreros Unidos.
Las investigaciones, desde hace una década, ya indicaban que “El Cepillo” fue el encargado de recibir a los normalistas en la Loma de los Coyotes para que los condujera a Cocula por instrucciones de “El Gil”.
En declaraciones de sicarios, presentes en el momento, se reveló que los primeros cuatro muchachos llegaron ya muertos y que los entregaron oficiales policiacos.
Pero ahí no terminó el asunto, ya que posteriormente arribó una camioneta de tres y media toneladas y ocho patrullas municipales con decenas de detenidos.
“El Cepillo” recordaría que “comenzaron a subir a la camioneta a los normalistas y que, conforme los iban subiendo, a quienes traían esposas se las quitaban y que, una vez arriba de la plataforma de la camioneta, los acomodaron acostados, como costales unos boca abajo y otros de lado, formando una especie de torre, unos encima de otros hasta subir a todos los estudiantes.”
La narrativa de los sicarios da cuenta, de igual forma, del procedimiento para lanzar los cuerpos, columpiándolos ya en el vertedero de Cocula, donde les prendieron fuego.
Agustín García “El Chereje” referiría, en su momento, que permanecieron en el lugar por unas 15 horas, ya que los cuerpos tardaron “en quedar como cenizas” y que posteriormente estas se recolectaron y metieron en bolsas que posteriormente dejaron a las horillas del Río San Juan.
Terminada la operación, “El Cepillo” invitó cervezas y refrescos, pero también advirtió que ropa y pertenecías de “los paquetes” tenían que ser destruidas y que, si alguien se quedaba con algo, sería privado de la vida.
Todo esto se puede consultar en la Recomendación 15/VG/ 2018 de la CNDH, que es el esfuerzo más serio de documentación de lo ocurrido.
Es una historia dura, triste, para la que no hay reposo, porque pulula maldad.
A veces sorprende que no se vuelva a ella, que impere la narrativa de implicar a propios y extraños, sin detenerse en la evidencia de lo que confesaron los perpetradores de uno de los crímenes más atroces y graves en nuestro país.
Se perdió un tiempo valioso, sobre todo por el uso faccioso que se le dio a la Fiscalía de Ayotzinapa al inicio de esta administración, cuando la instrucción era la desmontar todo lo relacionado con la Verdad Histórica, al costo que fuera y este resultó muy alto.
El enredo es mayor, pero al parecer hay al menos intentos de corregir, o de lavar la cara en lo que sea posible, y por ello es relevante que la FGR haya encontrado, hace unos días, restos humanos en el vertedero de Cocula. Sí, en el repudiado basurero y centro de todas las controversias.
Ya se están realizando los análisis respectivos para cotejar si pertenecen a alguno de los jóvenes normalistas.
El abogado de una parte de los familiares, Vidulfo Rosales, fue quien dio a conocer el asunto, pero también cubrió al procedimiento de sospechas, porque sostiene que se están reeditando los modos que imperaron en la administración de Enrique Peña Nieto.
Rosales quiere que participe el equipo forense argentino, que es en al único que confían, ya que suelen descalificar de antemano a los peritos de la FGR, algo injusto, porque en las áreas forenses hay profesionales comprometidos con su trabajo, como desde hace diez años, por cierto.
Llegó una década de la noche de Iguala. La ruptura entre el gobierno de López Obrador y los familiares de los desaparecidos ya no tiene arreglo.
@jandradej