CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS. La Ciudad de México tiene tatuada la tragedia de los terremotos. Dos de ellos, espacialmente. El de 1985 y el de 2017, ambos ocurridos en un 19 de septiembre. En el primero fallecieron 4 mil 541 personas y en el segundo 219.
Pero las consecuencias siempre son profundas, ya que, a las pérdidas de vidas, hay que añadir daños en los inmuebles que suelen generar problemas sociales de largo plazo. En 1985 las construcciones afectadas fueron 16 mil 200, en las que un 14 por ciento experimentó un colapso total o parcial. Muchas familias se quedaron sin hogar, y algunos campamentos de damnificados permanecieron por décadas.
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Hace cinco años, la capital del país sí estaba mejor preparada para enfrentar la tragedia. Las áreas de prevención hicieron su trabajo y las operaciones de emergencia cumplieron con su cometido en circunstancias realmente difíciles, como solo suelen serlo en esos casos. El apoyo para la población afectada fue diverso, e inclusive se pagaron rentas para que nadie tuviera que vivir en las calles.
Pero siempre hay trabajo por hacer. El 17 de octubre de 2017, Patricia Mercado, entonces secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, remitió, por instrucciones del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, un informe al Senado de la República, en el que el Instituto para la Seguridad en las Construcciones, detallaba los trabajos que se habían realizado, previos al sismo, y lo que se debería de hacer para dotar a la Ciudad de México de mejor infraestructura para enfrentar eventualidades.
Tan solo entre 2015 y 2016 se detectaron 285 viviendas en riesgo estructural. Esto permitió realizar labores preventivas. En estos casos nunca se sabe realmente la magnitud de lo realizado, porque justamente en la falta de noticias es que está el éxito de los proyectos.
El Informe del Instituto, “Modelo para prevenir riesgos de colapsos mayores ante la presencia de movimientos telúricos de gran magnitud” firmado por Renato Barrón Ruiz, es un recetario de medidas que, de llevarse a la práctica, pueden salvar vidas y patrimonios.
Una de las propuestas es realizar un estudio de Vulnerabilidad Estructural ante sismos, en viviendas anteriores a 1942, entre 1943 a 1956, las de 1957 a 1984 y las posteriores a 1985. En cada rango hay problemas que atender, porque además había normas distintas para la construcción.
Un dato interesante, es que, en 2017, los edificios afectados fueron anteriores a 1985 y en los casos de edificaciones posteriores y daños graves, se encontró que las normas fueron esquivadas. Es decir, donde las reglas se cumplieron, que es en la mayoría de los casos, el impacto del terremoto no resultó catastrófico.
En 2012 se realizó un análisis preliminar de 12 mil 700 inmuebles en seis colonias, la Roma, Moctezuma, Doctores, Obrera, Juárez y Tabacalera y se detectaron 534 casos graves.
El estudio se realizaría en las zonas mayor riesgo, en un universo de 260 mil edificaciones. Los costos no son altos, tomando en cuenta los beneficios, ya que se calcula que cada dictamen significaría unos 800 pesos, para arrojar un estimado de 208 millones de pesos.
Pero también hay que ocuparse de sistemas de alerta en la Brecha de Guerrero, una zona de aproximadamente 230 kilómetros donde no se ha registrado actividad sísmica relevante desde el siglo pasado. Por ello se requiere de investigaciones y monitoreo, y una red de 120 estaciones de equipo sismo-geodésico, para construir un mapa de intensidades y daños potenciales. El costo de estas tareas, es del rango de los 20 millones de pesos.
Aunque lo más relevante, es justamente el contar con normas de construcción adecuadas, que provengan del análisis y el estudio de quienes son expertos. Luego del temblor del 2017, y aún antes, se hicieron varios esfuerzos en ese sentido y con ayuda del Comité Asesor de Seguridad Estructural de la CDMX.
Como se aprecia, hay tareas que se pueden emprender, aunadas a las que ya están en curso, y que en realidad no son elevadas y pueden ser la diferencia a la hora en que suenan las alertas sísmicas.
El terremoto más reciente nos demuestra que aún está palpable la angustia que provocan las tragedias, pero también la fortaleza de una ciudad capital que es resiliente y que sabe estar lista para lo que sigue.
@jandradej
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