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Un virus cobarde nos ataca. La guerra de Italia contra el COVID-19

“No puedes ver a tu enemigo y sabes que en cualquier momento te puede atacar”, cuenta Antonio Cuppari, de 83 años. Ancianos, médicos y virólogos relatan la batalla que ha dejado más de 10 mil muertos, entre los que se encuentran 52 doctores.

Por Emequis
3 / 30 / 20

MILÁN, Italia.– “Sí, esto es efectivamente una guerra, sólo que da más miedo porque no puedes ver a tu enemigo y sabes que en cualquier momento te puede atacar”, dice Antonio Cuppari, un anciano de 83 años que recuerda su infancia en medio de las bombas. Él tenía 8 años y estaba en Milán cuando las fuerzas aliadas la recuperaron de los alemanes en abril de 1945.

“Yo me acuerdo que las escuelas estaban abiertas, sólo teníamos que escondernos cuando sonaban las sirenas, pero seguíamos yendo a clases”. Ahora no es así. Desde el 21 de febrero se suspendieron todas las actividades escolares y, desde entonces, los niños están en casa.

Antonio, como millones de personas, pasa estos días encerrado. Él y su esposa no aceptan visitas de nadie. Siguen al pie de la letra todas las recomendaciones del gobierno y si necesitan algo, lo piden a los comercios más cercanos. Desde su puerta, reciben los productos que se preocupan por limpiar antes de tocarlos. Son parte de la población más golpeada por el coronavirus en este país, donde la media de edad por muertes, supera los 75 años.

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Desde que Italia entró en emergencia sanitaria por el COVID-19, todos los días alguien nos recuerda que esto es como una guerra. Una palabra aún presente en la población, que está entre las más longevas del planeta y que, por supuesto, muchos aún conservan recuerdos de cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Aquí, aunque la esperanza de vida es de 85 años, fácilmente los superan. Por cada 100 jóvenes hay 173 ancianos, según el Instituto de Estadística Italiano. Por eso cuando las autoridades dicen que estamos en una situación de emergencia como la que se vivió en aquellos años, gran parte de la población sabe de lo que se habla.

“Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hemos estado obligados a limitar algunas libertades fundamentales garantizadas de la Constitución,  en particular la libre circulación, la libertad de reuniones o de cultivar las prácticas religiosas”, señaló el primer ministro Giuseppe Conte, apenas este 25 de marzo ante el parlamento cuando fue a explicar las razones de sus últimos decretos cuando en Italia el número de contagios y muertes por coronavirus había superado por mucho a los de China, con una población 23 veces menor.

Hasta el domingo se contaban 10 mil 779 muertos de un universo de 97 mil 689 personas contagiadas. Con una media de 700 muertos al día, al menos los últimos 20 días. Algo que hasta ahora no se ha visto en ningún país del planeta con el COVID-19 y que tiene a los científicos italianos y de otras partes del mundo en continuo estudio.

“Se decide (a quién atender) por edad y por condiciones de salud, como en todas las situaciones de guerra”, dice un médico. Resumen de lo que pasa en un hospital de Bérgamo.

“Estamos en una situación tan fuerte como lo estuvimos después de la guerra”, repite Luigi Di Maio, ministro de Relaciones Exteriores al comunicar todos los días la grave situación en los hospitales del país y de los insumos sanitarios que logra rescatar de algún país que se solidarice con Italia.

Y es que, si esta epidemia de verdad es como la guerra, las batallas se están librando en los hospitales del norte, especialmente en Lombardía, donde hay días que parece que la están perdiendo, pues no sólo mueren pacientes.  A más de un mes de la emergencia declarada en este país, ya van 52 médicos muertos y más de 6 mil 200 contagiados. Lo doble de los enfermos contagiados en China y en donde sólo esta región aporta la mitad de enfermos y el 60 por ciento de los muertos en Italia. 

Ciudades como Bérgamo, Brescia y Milán están en el ojo del huracán COVID-19 por el alto número de muertes y contagios que siguen habiendo. Hoy, estas ciudades, son como una trinchera donde sus habitantes se mantienen inmóviles dentro de sus casas por el miedo de ser alcanzados por la enfermedad.

BÉRGAMO: “ESTAMOS MÁS ALLÁ DEL COLAPSO”

Otra trinchera es Bérgamo.  Hace 20 días que en esta ciudad se informó que ya no había lugares en las funerarias ni en las iglesias por la gran cantidad de cadáveres que salían de los hospitales y de las casas. El ejército tuvo que ir a recoger los féretros a las puertas del cementerio para trasladarlos a otras ciudades. Escenas a las que la población comienza a acostumbrarse.

Los periódicos se han llenado de páginas y páginas de esquelas con las personas muertas. Sólo aquí, unas mil en el último mes a causa del virus.

Daniele Belotti, un diputado, dice: “En Bérgamo no sabemos más dónde llevar los muertos, tampoco sabemos dónde meter a los enfermos”. 

“La guerra aquí explotó literalmente y las batallas son ininterrumpidas día y noche. Día tras día los enfermos se presentan en Urgencias que tienen mucho más que una influenza… ¡por favor dejemos de decir que es una fea influenza!”, se desespera Daniele Macchini, medico del hospital Humanitas Gavazzeni de Bérgamo, quien denuncia en sus redes sociales las jornadas tan intensas en las que los médicos trabajan, pero también que la información sobre la enfermedad no está realmente permeando como es.

“Día tras día los repartos se llenan a un ritmo impresionante. Los cartelones con los nombres de los enfermos, los colores diversos dependiendo de la unidad operativa a la que tienen que ser llevados, ahora son todos rojos porque todos tienen esta maldita pulmonitis que no los deja respirar y tienen que usar respiradores porque una vez contraída, hay mucha gente que no puede respirar por sí misma”, dice Macchini.

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Hace cuatro días, 13 médicos del Hospital San Giovanni XXIII de Bérgamo firmaron una carta denunciando las dramáticas condiciones en las que están trabajando.

“Trabajamos en el hospital Papa Giovanni XXIII de Bérgamo, y a pesar de que Bérgamo sea una ciudad relativamente pequeña, es el epicentro de la epidemia, más que Milán”, escriben. 

Aseguran que aquí, la epidemia está fuera de control. “Nuestro hospital está altamente contaminado y ya estamos más allá del colapso. Más del 70% de los lugares en terapia intensiva están reservados a los enfermos graves de COVID-19 con una esperanza razonable para sobrevivir, pero la situación es tan grave que estamos obligados a operar muy por debajo de nuestros estándares de cura. Los tiempos de espera por un lugar de terapia intensiva duran dos horas. Los pacientes más ancianos no vienen ya reanimados y están muriendo en soledad sin siquiera el confort de las apropiadas medidas paliativas”. 

Una muestra de cómo aumentan las esquelas en los periódicos de Bérgamo.

Recuerdan que a pesar de estar todos en el hospital en cuarentena desde el 10 de marzo, los pacientes siguen llegando por lo que ya es otro foco de infección dentro del foco de infección que se han convertido provincias como Bérgamo y Brescia.

Esta denuncia, que en cualquier momento podría ser un escándalo ha dejado de serlo simplemente porque así está todo el norte. Incluidos los hospitales de Milán, que siempre han presumido de una vanguardia única en Europa y en el mundo, pero que hoy, no hay estructura ni ciudad que pueda con todos los enfermos.

EL LLAMADO A LAS ARMAS

“Es una llamada a las armas para toda la sanidad italiana porque los médicos que están en primera línea contra la emergencia Coronavirus tienen necesidad de ayuda”, declaró Francesco Boccia, ministro para los Asuntos Regionales, el pasado 20 de marzo. Enseguida la Protección Civil lanzó en su página el procedimiento para contratar inmediatamente a 300 médicos para el norte.

En el lapso de pocas horas llegaron mil 500 solicitudes. El jueves 26 ante el Senado de la República, Giuseppe Conte informó que estaban ya por llegar 500 médicos y enfermeros a las zonas de desastre.

También han llegado médicos de China, Rusia Cuba, Albania, todos distribuidos en los diferentes hospitales de la Lombardía. El lunes llegarán otros 15 de Polonia. Este año, los estudiantes que estaban por terminar medicina y enfermería, el gobierno realizó un decreto para que, sin examen final y sin graduación, entraran a las filas de la gente que se necesita en los hospitales.

Apenas el sábado por la noche, el gobierno lanzó otro decreto para contratar a 500 enfermeras y enfermeros de todo el país.

Antonio Pesenti, médico de Terapia Intensiva del Policlínico de Milán, califica al COVID-19 como un virus cobarde, pues quien lo adquiere y enferma, se puede agravar de un momento a otro al grado que rápidamente lo deben entubar.

“Por eso hacen falta infectólogos, neumólogos, virólogos, además de las otras especialidades, porque quien se enferma tiene el 30% de posibilidad que muera”. 

Desde el Hospital San Donato de Milán habla Rosario Canino, otro médico que en estos días ha visto morir tanta gente. “Me parece vivir en un viaje sin retorno, donde más que nunca hemos vivido con los pacientes momentos muy solemnes pues saben que entrando quizá no salgan. Nos piden ser quienes, si se da el caso, seamos quienes los despidamos de la familia”.

En los últimos 15 días también se ha informado que por la falta de espacios en los diferentes hospitales, se han colocado 772 campamentos para atender a los que resultan positivos en las pruebas. Otras 75 estructuras hospitalarias que habían sido abandonadas, han comenzado a revivirlas para los pacientes de COVID-19. Afuera de las cárceles de todo el país han montado también un total de 151 campamentos de este tipo para atender a los presos que también se están infectando.

¿QUÉ PASA CON EL VIRUS EN LOMBARDÍA?

Los altos números en los contagios es algo que aquí, en esta parte del mundo, sigue estudiándose. Ya la misma región ha destinado 4 millones de euros de su presupuesto para apoyar la investigación.

Mientras en Italia, la media de gente infectada es de 63 años, en China lo fue de 46. Mientras en Italia la media de muertes es de 80 años, en China lo fue de 56. Una diferencia importante, tomando en cuenta que entre las víctimas el 3% no tenía patologías, el 48% contaba con al menos una enfermedad y el 49% tenía tres o más patologías.

Otra razón que han dado los expertos es que las relaciones familiares en Italia son de las más estrechas en comparación con el resto de Europa, lo que ha contribuido a la propagación del virus.

Sin embargo, estas razones no convencen del todo a los científicos. María Rita Gismondo, directora del laboratorio de Microbiología clínica, virología y diagnóstico de la bioemergencia del Hospital Sacco de Milán, el centro de referencia contra el COVID-19 en Italia, hipotiza sobre que el virus podría haber mutado.

En igual línea se encuentra la viróloga Ilaria Capua, docente de la Universidad de Florida: “En Lombardía hay algo que no comprendemos. Si ya han superado los muertos en China en un área infinitamente más pequeña y en menor tiempo, hay algo que no cuadra”.

“Está sucediendo algo extraño”, advierte Gismondo. “En Lombardía hay una agresividad que no se explica y por eso estamos lanzando un llamado a la comunidad científica: unámonos para enteder lo que aquí está pasando”.

Lo que es un hecho es que en los últimos 10 años fueron recortados 37 mil millones de euros de la sanidad pública que se tradujeron en 70 mil camas de hospital menos, 359 repartos cerrados y decenas de hospitales abandonados.

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De acuerdo con datos del Ministerio de la Salud, en 2017 había un respirador pulmonar por cada 4 mil 130 habitantes en Lombardía, 1 por cada 2 mil 500 en Emilia Romaña, 1 por cada 2 mil 250 habitantes en Toscana y 1 por cada 2 mil 550 habitantes en Véneto, las mismas regiones que hoy ya no saben cómo combatir esta guerra.

Sergio Mattarella reaviva los discursos de la guerra para animar a la población hoy envuelta por el miedo: “Debemos estar unidos como después de la guerra para renacer juntos”, dijo el pasado 24 de marzo durante la conmemoración de la Masacre de las Fosas Ardeatinas. Era 1944 cuando las tropas de ocupación de la Alemania Nazi asesinaron a 335 civiles italianos en Roma.

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