EMEEQUIS.– A la hora que este texto sea publicado, el doctor Aldo Israel Arias Rodríguez, de 36 años, acumulará una cuenta médica que supera los 2.3 millones de pesos tras estar 12 días intubado, esperando una máquina que puede salvar su vida, pero que el Instituto Nacional de Cardiología se niega a prestarle.
Esta es la historia de su lucha, y la de su familia, por ganarle a las probabilidades y a una cuenta médica que todos los días se eleva hasta cifras inalcanzables para cualquier familia mexicana.
“NO ME QUIERO CONTAGIAR”
El sábado 4 de abril, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) inició una agresiva campaña para reclutar hasta 19 mil médicos y enfermeras con el fin de hacer frente a una inevitable crisis sanitaria que barría al planeta de oriente hasta occidente, desde que la Organización Mundial de la Salud declaró al Covid-19 como pandemia.
La convocatoria iba dirigida principalmente a médicos generales, recién empleados en instituciones privadas o desempleados. A ellos –los valientes que se arrojaban a una arena contra un virus letal y desconocido– el gobierno les ofrecía prestaciones de ensueño para un sistema de salud quebrado desde hace décadas: sueldos de 29 mil pesos mensuales, puntos extras en los exámenes de residencias médicas, contratación indefinida en seis meses, aguinaldo, prima vacacional y seguro de gastos médicos y dentales para toda la familia.
Familiares y amigos piden ayuda del público.
Uno de los atraídos por esa oferta fue Aldo Arias, un médico general y aspirante a cirujano, quien tres años atrás se había estrenado como papá de Romel. Entusiasmado por darle a su hijo y a su esposa Erika una mejor vida, el doctor Aldo Arias se inscribió en aquel programa y fue dirigido a una clínica del IMSS en Ciudad de México.
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Pero en aquel trabajo solo duraría un día. En cuanto pisó la clínica, le pareció evidente que no habían los insumos médicos mínimos para garantizar que su salud estuviera a salvo. Tras 24 horas en el nuevo cargo, renunció.
“Me dijo ‘no me quiero contagiar, ustedes son primero en mi vida’”, recuerda Erika Rico, su esposa. “Y acordamos que seguiría trabajando en las clínicas particulares donde lo contrataban. Ahí tenía todo: careta, guantes, cubrebocas, Lysol… todo… pero para traer más dinero a la casa también daba consultas a domicilio. Y ahí fue donde algo pasó”.
EL VIRUS APARECE, LA AMBULANCIA NO
Una noche, a mediados de agosto, el doctor Aldo Arias recibió una llamada a su celular de una familia a la que trataba con regularidad. Alguien estaba muy mal. El paciente presentaba los típicos síntomas de alguien que ha enfermado gravemente de Covid-19. Y aunque trataba de mantenerse tan lejos del virus como pudiera, su vocación de médico lo hizo correr a esa casa familiar.
Aunque le recetó todo los medicamentos posibles, aquel paciente falleció al cabo de dos días. Luego, murió uno más de aquella familia. Y dos más cayeron en un estado muy grave.
Una semana más tarde, el 30 de agosto, el doctor Aldo Arias experimentó los síntomas de un resfriado normal: un incipiente dolor de cabeza y un malestar en el cuerpo que no le impidió trabajar. Pero el miércoles 2 de septiembre, los dolores se intensificaron. Su respuesta fue colocarse un suero que lo hidrató y lo hizo sentir bien, pero solo momentáneamente.
El viernes 4 de septiembre apareció una ligera dificultad para respirar que al día siguiente lo obligó a usar el tanque de oxígeno que había comprado y guardado en casa. Así transcurrió el domingo 6 hasta que el lunes 7 la situación se volvió crítica: el joven médico tenía una oxigenación, con todo y tanque, de solo 40%, cuando lo normal para alguien de su edad está entre el 92% y 98%.
“Me pidió que lo llevara al hospital. Mi suegro es médico y un amigo suyo le consiguió un espacio en un hospital particular, el Hospital SEDNA, y ahí lo llevamos. Lo subimos ya muy mal a mi coche”.
Aldo tiene un hijo de 3 años.
LA LETALIDAD EN LOS HOSPITALES PÚBLICOS
Un mes antes del traslado del doctor Aldo Arias a aquel hospital privado en Avenida Periférico Sur, alcaldía Coyoacán, el investigador Mariano Sánchez Talanquer publicó un estudio en Nexos sobre la letalidad hospitalaria por Covid-19 en México.
De acuerdo con sus hallazgos, con corte al 13 de agosto de este año, el IMSS concentraba el mayor porcentaje de pacientes hospitalizados que habían fallecido por el nuevo coronavirus con 44.6%; le seguían hospitales estatales de gobierno (32.9%), clínicas del ISSSTE (32.2%), hospitales de la Secretaría de Salud (31%), de Pemex (27.8%), de la Secretaría de Marina (19.3%) y, en penúltimo lugar, los hospitales privados (15.7%). En último lugar de letalidad están las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional, con 13.5%.
Porque sabía esas cifras, o porque las intuía, el doctor Aldo Arias llegó al Hospital SEDNA con un diagnóstico de probable neumonía severa a causa del nuevo coronavirus, que se había esparcido a toda velocidad por su organismo.
A TERAPIA INTENSIVA
De inmediato, lo estabilizaron con una mascarilla con oxígeno, confiados en que, por sus 36 años, la enfermedad no evolucionaría hasta un punto de mayor gravedad. Pero el jueves 10 de septiembre otra noticia cambió el curso de la atención médica: la mascarilla ya no era suficiente. Ahora sería intubado y enviado a la Unidad de Terapia Intensiva, pues su pulmón derecho estaba prácticamente inservible y el izquierdo solo funcionaba a un 10% de su capacidad.
“Y ahí fue cuando el costo se elevó muchísimo. Tuvimos que poner todas las tarjetas de crédito, pedir préstamos, pagamos hasta donde pudimos solo para que lo pudieran ingresar”, cuenta su esposa, Erika Rico.
Para el 11 de septiembre, la cuenta médica ya rozaba los 900 mil pesos. Pero también había optimismo entre los médicos que trataban al doctor Aldo Arias de que su mal estado podría revertirse.
MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS, LOS MÁS LETALES PARA LOS MÉDICOS
Washington, D.C., Estados Unidos. Conferencia de prensa de la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne. Miércoles 2 de septiembre, el día que el doctor Aldo Arias presentaba malestar general en el cuerpo y una ligera dificultad para respirar:
“La escala de esta pandemia no tiene precedentes, y ningún otro grupo lo ha sentido más agudamente que los mismos hombres y mujeres que componen nuestra fuerza laboral de salud.
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“En Estados Unidos y México, que tienen algunas de las cifras de casos más altas del mundo, los trabajadores de la salud representan uno de cada siete casos y estos dos países representan casi el 85% de todas las muertes por Covid entre los trabajadores de la salud en la región”.
UNA MÁQUINA PUEDE SALVARLO
“El viernes 18 nos avisan que van a bajarle la sedación, porque creen que ya estaba en condiciones de respirar por su cuenta. Luego, le quitarían la intubación el sábado 19 o domingo 20. Se veía bien, estaba despierto. Por videollamada lo vi ver la televisión en su cuarto de hospital… pero algo pasó el sábado”.
En la madrugada del 19 de septiembre, sus niveles de oxigenación decayeron de un momento a otro. Y en un efecto dominó, sus débiles pulmones tiraron la frecuencia cardiaca y afectaron al resto de sus órganos.
Los análisis arrojarían un escenario crítico: una infección hospitalaria llevó a una microtrombosis que hacía tan inestable el organismo del doctor Aldo Arias que ni siquiera lo podían mover del segundo piso, en Terapia Intensiva, a la planta baja, donde está el equipo para hacerle una tomografía. Los médicos ni siquiera se atrevían a subirlo a una camilla, sin riesgo de muerte.
“Nosotros preguntamos ‘¿cuál es la opción?’, porque este no puede ser el final. Nos casamos hace poco, tenemos un hijo de tres años, ¿qué hay que hacer? Y los médicos nos dicen que la última opción es una máquina ECMO, que pone una especie de cánula a través de las arterias principales para formar una especie de pulmón artificial. Eso le daría tiempo, mientras sus pulmones se fortalecen”.
HASTA 100 MILLONES PARA SALVARLO
El problema, narra Erika Rico, es que la máquina pertenece a un proveedor privado que cobra 2 millones de pesos como garantía para trasladar el equipo ECMO y un millón de pesos por día, además de los honorarios del equipo médico.
“Y uno de los doctores nos ha dicho que, a veces, los pacientes se pueden quedar conectados a esa máquina hasta tres meses, ¿de dónde creen que vamos a sacar 100 millones de pesos?”.
Una última opción se abrió en el horizonte: los médicos del Hospital SEDNA dijeron a Erika Rico que el Instituto Nacional de Cardiología tiene una máquina ECMO y que su uso es exclusivo para médicos que han tratado de pacientes con Covid-19.
Ese mismo sábado, los familiares corrieron a la zona de hospitales en la alcaldía Tlalpan a presentar la candidatura del doctor Aldo Arias para usar la millonaria máquina. Había esperanza en que el comité aprobara la última carta que se jugaba el papá de Romel.
A la 1 de la tarde llegó el fallo: negativo.
CAMPAÑA “UN DÍA MÁS PARA ALDO”
“¿Qué nos queda? El doctor ya prácticamente desahució a Aldo. El proveedor de la máquina ECMO quiere un dinero que no tenemos, así que nuestra única opción es apostarle a ese pedacito de pulmón que está sano en mi esposo, esperar a que la infección baje y que Aldo resista. Mientras tanto, la cuenta médica se está elevando muchísimo”, narra Erika Rico.
Hasta la mañana del lunes 21 de septiembre, la cuenta médica iba en 2 millones 384 mil pesos y contando.
La cuenta médica iba en 2 millones 384 mil pesos y contando.
Para cubrir aunque sea una parte de los costos, y garantizar que el doctor Aldo Arias seguirá recibiendo atención médica, la familia ha recurrido a una campaña de fondeo y donativos que se pueden hacer directamente a una tarjeta de débito, así como rifas de objetos que seres queridos y amigos han donado a la campaña “Un día más para Aldo”.
“Nosotros no perdemos la esperanza. Estamos confiados en que Aldo va a resistir, que tiene en mente a su hijo y que luchará por él y por mí”, cuenta Erika Rico, su esposa, quien no se ha separado de él en estos días.
“El 11 de septiembre fue su cumpleaños. Yo estoy segura que si muchos nos ayudan, el próximo año será muy distinto a este. A mi familia aún le faltan muchos cumpleaños juntos”.
La familia del doctor Aldo Arias ha solicitado donaciones a la cuenta BBVA 4555 1030 0095 4100 para poder costear los honorarios médicos, que para la mañana del jueves 24 de septiembre ya rozan los 3 millones de pesos.
@oscarbalmen