EMEEQUIS.– Por allá va a dar un niño de aproximadamente 8 años que termina de forma horizontal su loca carrera. El celular sale volando metros adelante. Se para. El llanto aflora luego de unos segundos de indecisión, no se sabe si por el raspón o por el celular. Su madre acude al rescate, pero no de forma tierna, más bien, lo regaña.
Estamos en la escuela primaria bilingüe Artículo Tercero Constitucional de Cuaxicala, comunidad indígena de Huauchinango, Puebla, de aproximadamente mil habitantes. Lo que era un día soleado comienza a ser abrazado por la neblina, que esconde las montañas de la Sierra Norte.
Los niños llevan horas esperando unas bicicletas que les donaron.
Si hablamos de una comunidad alejada no hay mejor ejemplo. Para llegar hay que subir por sinuosos caminos que empiezan al pie de la carretera libre a Tuxpan, Veracruz. Toma media hora más o menos en auto, cada curva más caprichosa que la otra, llegar a la punta del cerro. Y luego bajar a la planicie en busca de la escuela prometida.
Pero no es el agreste camino que retrasa las bicicletas.
Corrupción en Apizaco retrasó la entrega.
Ya son casi las 5 de la tarde y los niños, aunque bien portados, combaten el aburrimiento con risas, carreras (algunas terminan mal, ya se vio), cuchicheos. Y tamales de hoja de plátano. Las maestras platican por las esquinas. El capitalino que iba a tomar video del que iba a ser un festivo evento se rinde y se lleva su equipo.
Fueron convocados desde las 11 de la mañana del miércoles 8 de noviembre por el director, Saúl Franco Franco, para recibir 25 bicicletas, que fueron donadas por un grupo de empresas de la Ciudad de México que también hacen activismo por la rodada y son partidarias de la movilidad sustentable.
Escogieron esta escuela luego de investigar que algunos niños caminan media hora para llegar a su destino: las bicicletas aliviarán su recorrido.
Bicicletas detenidas.
EXTORSIÓN EN APIZACO
A 105 kilómetros de ahí, en Apizaco, Tlaxcala, el camión que transportaba las bicicletas fue detenido desde la mañana, sin razón aparente, por policías de tránsito municipales. Le encontraron supuestas fallas en documentos y fue llevado al corralón.
Mientras los niños de escasos recursos esperaban sus bicicletas, estos policías aturdían al chofer y su ayudante con amenazas: o pagaban 10 mil pesos, obvio, por debajo del agua, o perderían su valiosa carga.
No valen las explicaciones, no importa que vayan en camino de un acto altruista, los policías son implacables en su extorsión, no parece que vayan a desistir, emplean lenguaje rudo.
Las carencias son palpables.
Mientras, en un salón de clases vacío, las carencias son palpables: los niños dejaron sus útiles en los pupitres, pero en bolsas de hule, ninguno traía mochila.
Vuelan llamadas en busca de ayuda, pero incluso una funcionaria de la Procuraduría estatal reconoce que los policías de Apizaco detienen por cualquier cosa en busca de dinero mal habido y que por eso ella casi no va, no se sabe si lo dice por empatía o por burla.
Tras una larga espera.
En el gobierno del estado otro funcionario más práctico asegura por WhatsApp que está haciendo llamadas para destrabar el asunto y que “los guardianes del orden” del honorable municipio de Apizaco, cuyo presidente es Pablo Badillo Sánchez, dejen salir el camión.
Los policías parecen ablandarse ante el jalón de orejas y recurren a la semántica: ya no es “mordida”, ahora le llaman “multa” y reducen su demanda de dinero a 5 mil pesos, no dejarán ir al camión sin esquilmar a los conductores.
Ajenos al drama de corrupción, pues los adultos sentimos vergüenza de contarles cómo será su mundo cuando crezcan, los niños parecen perder la emoción. ¿Cuántas veces les han prometido cosas que nunca llegan?
No cabía el camión.
EL CAMIÓN ROJO NO CABE
“No mames, desde las 11… ¿cuántas horas?”, platica uno de los niños con otro, haciendo cuentas con sus dedos. Ya van 6 horas de retraso. Otra vez las llamadas, pero en tono optimista: ya van llegando las bicicletas.
Arriba el desvencijado camión de color rojo con su valiosa carga: relucientes bicicletas con su envoltura plástica. Pero los niños ya están cansados y su entusiasmo, aunque presente, es débil.
Otro obstáculo: el techo del camión es incompatible con el techo del portón. O sea, no cabe. Habrá que cargar las bicicletas unos metros para llevarlas al patio. Además, hay que ajustarles el manubrio: otra media hora de espera.
“Me tumbaron 5 mil pesos”.
El chofer Juan Manuel Pantoja narra lo sucedido: “Sí me tumbaron 6 mil 500… no, quedamos en 5 mil, fue lo que les di”.
–¿Cuántas horas los tuvieron detenidos?
–Pues desde las 8 hasta como las 2 o 2 y media, como 5 o 6 horas.
–¿Piensas que valió la pena al ver las caritas de los niños?
–¡Ah pues cómo no! Era lo que les estaba diciendo yo. Cuando mandaron el video del morrito sentí hasta culero.
Las palabras del director.
El director Saúl Franco dice que es “triste y lamentable” lo que ocurrió, pero deja en manos de las autoridades la extorsión de los policías de Apizaco. Se enfoca en los niños: “Ellos son el motivo de nuestro ser, de nuestra existencia, la razón de ser por la que estamos en este lugar y estamos muy felices, a su vez, de verlos muy contentos a ellos”. Dice gracias en náhuatl: “Tlazocamati”.
La noche se empieza a asomar cuando los niños se forman a petición del director. Fueron escogidos por varios criterios, explica: ya sea porque les queda muy lejos su casa, buenas calificaciones o buen comportamiento.
Les entregan sus bicicletas, pero una niña dice que no sabe usarla. Su compañero David Cruz Trejo se ofrece (bajo presión) a enseñarle a los que no saben.
Alejandra Olguín, directiva de una de las empresas que hicieron la donación, opina sobre el exabrupto que casi deja sin bicicletas a los niños: “Sí nos deja una mala imagen de la región, de los oficiales, porque aunque se les entregó la carta de que teníamos una cita, procedieron así”.
“Compermiso”, dice un niño que pasa raudo y veloz en su nuevo artefacto.
@AnayaSeconds
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