EMEEQUIS.– La tranquilidad que cubrió a Culiacán durante Nochebuena y Navidad fue breve, casi ilusoria. El 26 de diciembre, la sindicatura de Costa Rica, al sur de la ciudad, se convirtió en el escenario de una serie de eventos violentos que rompieron la aparente tregua entre las facciones del Cártel de Sinaloa: Los Mayitos y Los Chapitos.
El primer indicio de lo que sería una jornada trágica llegó con el hallazgo de una hielera gris abandonada en un terreno de terracería de la colonia Progreso, cerca del bulevar Manuel Clouthier. En su interior, los restos de un hombre de entre 45 y 50 años revelaron la crudeza de la violencia. Vestía pantalón azul marino, y su mutilado cuerpo fue depositado como si se tratara de un macabro mensaje.
Apenas unas horas después, otro reporte ciudadano encendió las alarmas: perros callejeros merodeaban un camino de terracería en el ejido El Quemadito, devorando lo que parecían ser extremidades humanas. Cuando las autoridades llegaron al lugar, confirmaron lo peor. En el paraje, junto a los huesos humanos, se halló un cráneo y una playera negra que podría haber pertenecido a la víctima. El estado de descomposición dificultó la identificación, obligando a las autoridades a recurrir a pruebas de ADN para determinar el sexo y la identidad de la persona.
OTROS HALLAZGOS MACABROS
Pero estos no fueron los únicos hallazgos. En distintos puntos de la sindicatura, otros tres cuerpos aparecieron: uno de ellos en un canal de riego en el campo de Nuevo México, un hombre que presentaba impactos de bala y las manos atadas. Otros dos cadáveres se localizaron en las áreas conocidas como El Diez y El Quincito, aumentando el saldo macabro de la jornada.
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La sindicatura de Costa Rica no es ajena a la violencia. Durante los últimos años, se ha convertido en uno de los epicentros de la lucha interna del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, los días 24 y 25 de diciembre habían transcurrido con relativa calma, alimentando la esperanza de una tregua. Esa esperanza fue aplastada por la realidad de una guerra que no cede, ni siquiera en fechas señaladas por la paz.
UN ESCENARIO REPETIDO DE HORROR
Los hallazgos no solo refuerzan la percepción de inseguridad en Culiacán, sino que evidencian la fractura y la ferocidad de los grupos delictivos que operan en la región. Los restos en la hielera y los cadáveres encontrados en distintos puntos son un claro mensaje de control territorial y de poder, un recordatorio de que, en esta zona del país, la violencia es la norma, no la excepción.
Mientras tanto, las autoridades estatales y federales enfrentan el reto de contener la ola de violencia, una tarea que parece inalcanzable en un contexto de impunidad y lucha constante por el control del territorio. La tregua rota en Culiacán es un espejo de lo que ocurre en muchas otras partes del país, donde la violencia parece no tener pausa, ni tregua, ni fin.
@emeequis