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La lucha contra el ruido: la gran batalla de CDMX

El ruido lo invade todo, va ganando territorio como mancha de aceite, se va colando en nuestras vidas durante más horas, inunda prácticamente todo espacio de interacción social. En su colaboración para Opinión 51, Jimena de Gortari explora tres escenarios en los que el ruido va ganando la batalla en la Ciudad de México.

Por Emequis
11 / 02 / 22

EMEEQUIS.– ¿A dónde escapar del ruido en la Ciudad de México? Parece perseguirnos en el hogar, el trabajo o los lugares recreativos. “El ruido lo invade todo, va ganando territorio como mancha de aceite, se va colando en nuestras vidas durante más horas, inunda prácticamente todo espacio de interacción social; está en un absoluto descontrol y cada día con mayor frecuencia contribuimos a que esto sea lo común”, escribe Jimena de Gortari para Opinión 51. 

Esto sucede por una o varias razones, expone: porque no nos hacemos responsables del ruido que producimos, nos habituamos rápidamente a él y lo asumimos como algo normal.  “Desconocemos su ser nocivo y por ello su impacto en nuestra salud”.

¿Qué se ha hecho en la Ciudad de México para frenar la contaminación auditiva? No mucho. Las estrategias planteadas hasta el momento no han sido efectivas, acusa de Gortari. “En este país aquello que se hace norma si no va acompañado de campañas de sensibilización y aterrizado en formas que la ciudadanía entendamos, se queda como letra muerta”. 

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Entre las medidas más utilizadas está la multa para quien hace ruido, lo que nos enfrenta a la posibilidad de que, quienes puedan, paguen por su derecho para hacer ruido, apunta. “No es una medida adecuada para una sociedad como la nuestra, en donde el espacio que habitas está determinado por tu capacidad socioeconómica, en donde es probable que quienes menos ingresos perciban sean quienes vivan rodeados de un ruido que no causan, pero que les impacta”.

De Gortari ejemplifica con tres escenarios el daño que hacen la vida nocturna, los establecimientos irregulares para comer, expendios de cerveza las 24 horas, obras de construcciones interminables… 

Escenario 1: “Vives hace años en el mismo lugar, has coexistido con la transformación de tu barrio que ha resistido a una ciudad dominada por los carteles inmobiliarios y la construcción de ejes viales y segundos pisos. Una mañana se escucha el ruido de una construcción que inicia: están tirando la casa que está al lado, pero no sólo eso como se requiere hacer un estacionamiento subterráneo están luchando contra terreno rocoso. Así durante meses, más de los que te acuerdas cohabitas en una suerte de película de ficción de máquinas contra la tierra. Al final de la película la dinámica de la zona es otra, no queda nada del territorio que reconocías como propio, porque además no construyeron sólo viviendas sino una especie de pequeña ciudad accesible sólo para una minoría, el ruido que ahora acompaña ya no es el de máquinas ahora aparecen coches, camiones de mercancías, música de centro comercial”.

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Escenario 2: “Vives en uno de los barrios que alberga una enorme cantidad de establecimientos mercantiles que se mezcla con edificios patrimoniales, jardines y plazas y calles estrechas. La vida nocturna ha sido parte de la cotidianeidad y han cohabitado no sin conflicto, pero en un relativo equilibrio de acuerdos mutuos. Un día amanece y notas que están tirando una de las casas más antiguas del barrio, que en la esquina en donde antes se encontraba la tienda de abarrotes hay un nuevo establecimiento mercantil que vende bebidas alcohólicas al 2×1 desde que amanece, de la instalación de una feria porque el político en turno de la alcaldía ha decidido que en las calles pueden coexistir puestos de comida, tanques de gas, toldos y bocinas para cada puesto durante días. Te organizas con los vecinos y empiezan las denuncias, también las amenazas; el ruido va ganando la batalla”.

Escenario 3: “Te mudas, después de muchos esfuerzos logras comprar un lugar para vivir. Las primeras noches duermes como si el mundo no existiera, pero después de un idilio que parece rayar en la perfección a mitad de la noche te despierta el ruido de la terraza del bar que está a unas cuadras o el ruido de las motocicletas que han decidido tomar las pequeñas calles que rodean tu nueva vivienda o el ruido de los aviones que ahora sobrevuelan un territorio más amplio con el rediseño. Esto alerta a tu oído y así al día siguiente descubres que el ruido del tráfico es permanente: el sonido de la fricción de las llantas al acelerar y frenar, del claxon que en la vida citadina se considera su uso como algo que destrabar nudos viales, de las sirenas de las patrullas que la usan para que les cedan el paso, de la vibración de los cristales  y del retumbar de prácticamente cualquier objeto que adorna tus paredes o muebles porque tu vecino tiene un helicóptero y usa este medio para llegar a su edificio de oficinas. La solución que tienen, quienes pueden permitírselo, es invertir en un mejor aislamiento de tu vivienda o buscar otro lugar en el que vivir”.

“Se hace necesaria la voluntad política de quienes toman las decisiones para dar información sobre este contaminante”, señala Jimena de Gortari. Foto: Opinión 51.

De Gortari señala que puede haber otros escenarios más en la lucha contra el ruido, en la que es indispensable “el entendimiento de las dinámicas urbanas”. 

“Se hace necesaria la voluntad política de quienes toman las decisiones para dar información sobre este contaminante y sus efectos a toda la población, el hacerlo visible y formular estrategias adecuadas que no privilegien a ninguna persona. No se puede pensar en una batalla trasladando el problema o ni siquiera considerarlo. Exijamos que la contaminación acústica forme parte de la agenda”, apunta.

@jimenadegortari

@emeequis 

@Opinion_51

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Emequis

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