EMEEQUIS.– Miguel Martínez decidió fundar con su hijo una pequeña empresa de seguridad privada. Iniciaron con una planta de 15 trabajadores por la que cada mes pagaban alrededor de 40 mil pesos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por concepto de cuotas obrero patronales.
A medida que la empresa creció, las cuotas mensuales también aumentaron hasta llegar a 150 mil pesos por casi medio centenar de empleados. “De un guardia que ganaba el (salario) mínimo pagábamos mil 300 pesos al mes de seguro”, narra el hijo de Miguel.
Sin embargo, a juzgar por las historias de algunos de sus trabajadores, la calidad del servicio médico deja mucho que desear: uno tenía diabetes pero nunca le daban su medicamento, otro se fracturó el pie y tuvo que esperar seis horas para ser atendido y a la esposa de uno más le negaron el servicio cuando estaba por dar a luz bajo el argumento de que no estaba dada de alta.
Al menos en el último año, la satisfacción con la atención médica del instituto va en sentido contrario a las cuotas que las empresas aportan por cada empleado.
Personas esperan afuera del Hospital de Infectología por noticias de sus pacientes. Foto: Mario Jasso / Cuartoscuro.com
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Los ingresos del IMSS por cuotas obrero patronales crecieron 37% en la última década, pasando de 225 mil millones a 309 mil millones de pesos entre 2009 y 2018, revela el Informe al Ejecutivo Federal y al Congreso de la Unión sobre la situación financiera y los riesgos del Instituto Mexicano del Seguro Social 2018-2019.
Para 2019, ya con Andrés Manuel López Obrador en el poder, los ingresos por este concepto se estimaron en 336 mil millones de pesos, lo que significa un incremento de 49% respecto a 2009. Estos montos están expresados a precios constantes, tomando como referencia el año 2018.
Las cuotas al IMSS comprenden cinco conceptos: un seguro de enfermedad y maternidad, uno de riesgo de trabajo, uno de invalidez y vida, la pensión por retiro o edad avanzada y el servicio de guarderías para hijos de madres trabajadoras o de cualquier asegurado que tenga la custodia legal.
DETERIORO EN EL SERVICIO
En contraste con el aumento en las cuotas, la Encuesta Nacional de Satisfacción a Derechohabientes Usuarios de Servicios Médicos del IMSS revela que el porcentaje de pacientes contentos con la atención médica del instituto cayó de 86%, en 2018, a 81%, en 2019.
Este indicador, que con algunos altibajos había crecido en los últimos diez años, disminuyó cinco puntos porcentuales en el primer año de la llamada Cuarta Transformación (4T).
El instituto ha estado bajo dos liderazgos desde la llegada de la 4T: el expanista y hoy senador Germán Martínez Cázares, quien renunció tras cuestionar los graves recortes de personal y la agresiva política de ahorros implementada desde la Secretaría de Hacienda, y su actual titular, el morenista Zoé Robledo Aburto.
La encuesta de niveles de satisfacción también señala que 71% de los derechohabientes tuvieron que esperar más de 25 días desde que solicitaron su cita para ser atendidos en una consulta médica.
Durante 2019, los pacientes calificaron con 8.2, en una escala del 1 al 10, la limpieza de la unidad médica; y con 6.7, la limpieza de los baños. Para 55% de los encuestados, los sanitarios no contaban con jabón, papel higiénico ni agua.
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Por otro lado, 80% de los usuarios del servicio afirmaron recibir todos sus medicamentos en la farmacia de su unidad familiar, cuando un año antes esta proporción era de 95%.
El deterioro en el servicio también se refleja en otras fuentes. Un estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) indica que el tiempo promedio para recibir una consulta en urgencias dentro del IMSS pasó de 18.3 a 51 minutos entre 2010 y 2017, siendo el segundo tiempo de espera más alto, sólo por debajo de los hospitales que dependen de los estados.
DEMORAS, SATURACIÓN Y PÉRDIDA DE TIEMPO
Enfermarse puede ser mala idea si eres derechohabiente del IMSS. Cirugías que pueden tardar más de medio año, citas para estudios que demoran meses y consultas que significan perder medio día son algunas de las historias que se repiten cada día en sus clínicas y hospitales.
Este fue el caso de Margarita Torres, quien durante dos días no supo qué doctor la había operado de una hernia incisional porque su expediente se perdió. Para poder llegar a quirófano, esta mujer de 60 años tuvo que remar a contracorriente en un laberinto burocrático durante meses, pidiendo constantemente permisos en su trabajo para cumplir todo lo que el IMSS le requería.
Su gesta comenzó a principios de 2019, cuando sintió un dolor molesto a la altura del ombligo. Ella acudió a su clínica familiar pero la doctora que la atendió solo la revisó superficialmente. “No me hizo caso, me dijo que no tenía nada”, recuerda.
A finales de marzo el dolor se agudizó y le salió una pequeña protuberancia en el vientre. Desde entonces comenzó un ir y venir a clínicas y laboratorios para practicarse diversos estudios médicos, para algunos de los cuales tuvo que esperar meses.
Finalmente fue canalizada al servicio de cirugía del Hospital General de Zona 27 con un diagnóstico de hernia incisional. Su operación quedó programada para el jueves 12 de septiembre de 2019, a las 14:00 horas.
Margarita llegó puntual a su cita, acompañada de su hija Abigail. Dieron las tres, las cuatro, las cinco… Las horas transcurrían sin que ella pasara de la sala de espera. Alrededor de las seis de la tarde, el doctor encargado de su operación le dijo que tendría que reprogramar su cirugía porque no había quirófanos disponibles; la citó el martes 17 para revisión y reagendar la nueva fecha de la intervención.
Antes de que llegara el martes, Margarita recibió una llamada telefónica del hospital indicándole que su intervención quirúrgica sería exactamente ese día. Esa vez sí la operaron.
Todo parecía mejorar de no ser por un pequeño detalle: el doctor encargado de su cirugía no la operó, de hecho no sabía que su paciente ya había sido intervenida. Saber quién la había operado se transformó en un misterio porque su expediente clínico se extravió durante horas, y una vez localizado, ningún médico había firmado como responsable de la intervención.
Eso representaba un serio problema porque no había un doctor que se responsabilizara por alguna secuela en la operación o de darle seguimiento a la misma. Fue su hija quien tuvo que recorrer todo el hospital hasta dar con el cirujano.
POCOS RECURSOS PARA MUCHOS PACIENTES
El IMSS atiende a 68.2 millones de derechohabientes —entre trabajadores, pensionados y familiares— además de 13.1 millones que no cuentan con seguridad social, pero que reciben servicios médicos por parte del instituto a través del Programa IMSS-Bienestar. En suma, se trata de un universo potencial de 81.3 millones de pacientes en un país de 127 millones de habitantes.
En un día típico, el instituto otorga en promedio 484 mil consultas médicas (de las cuales, 53 mil son urgencias), atiende alrededor de mil 100 partos, realiza casi 4 mil intervenciones quirúrgicas y lleva a cabo más de 785 mil análisis clínicos, convirtiéndose en el mayor prestador de servicios de salud del país.
La institución cuenta así con el número más alto de pacientes por personal médico y por hospital en todo el sistema de salud público, lo que impacta negativamente en la calidad de su servicio.
Cálculos hechos por este medio revelan que en el IMSS hay 818 derechohabientes por cada médico, una cifra que supera los 603 derechohabientes por doctor del ISSSTE y los 504 que promedian los hospitales de las secretarías de salud federal y estatales, donde habitualmente asisten las personas sin seguridad social.
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Lo mismo sucede con la relación entre pacientes y enfermeros. Mientras que en el IMSS esta razón es de 637, en el ISSSTE es de 506 y en las unidades de las secretarías de salud, de 344. Y en cuanto a instalaciones médicas, en el IMSS hay 46 mil 606 pacientes por unidad mientras que en el ISSSTE y los hospitales de las secretarías de salud la relación es de 11 mil 418 y 3 mil 533, respectivamente.
Son los derechohabientes quienes terminan pagando los platos rotos de la brecha entre oferta y demanda.
DOBLE GASTO
Para Fátima Masse, coordinadora de Proyectos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), más importante que el promedio de espera de una consulta es el tiempo que transcurre entre la primera consulta de un paciente hasta su curación, pasando por el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad.
Y es que aun si su vida no peligra, el derechohabiente, desesperado por la demora en la atención médica, recurre al sector privado y termina pagando por partida doble: sus cuotas al IMSS y los honorarios del médico particular que consulta.
“No importa que tengas la derechohabiencia. Si sabes que te van a tardar, que es muy complicado llegar a la clínica, que vas a perder todo tu día y que además podrías tener represalias donde trabajas, mejor acudes con un médico privado en donde te alcance la consulta”, señala Masse.
Eso fue lo que pasó con Margarita. Después de encontrar al médico que la operó, el IMSS le agendó una cita para seguimiento y retiro de puntos el 24 de diciembre: tres meses después de la operación y en día festivo. “¿Y qué pasa si me siento mal antes?”, preguntó al enfermero que agendó su cita. “Pues váyase a urgencias”, le respondió.
A ella no le quedó más remedio que acudir con un doctor particular, quien se encargó de retirarle los puntos. El médico se percató que su herida se había infectado y le mandó a comprar medicamento para combatir la infección. Al final, esta trabajadora tuvo que desembolsar 10 mil pesos y descansar más tiempo de lo planeado para aliviar la infección.
Estas demoras también afectan al empleador debido a que sus trabajadores terminan pidiendo más permisos para atenderse, y si es una enfermedad crónica, las faltas al centro de trabajo se vuelven recurrentes.
Casos como el de Margarita orillan a los empleadores a pensar en un seguro privado como alternativa al IMSS. Sin embargo, Masse recuerda que por ley una empresa formal debe registrar a sus trabajadores al seguro social. Un seguro particular sería, en todo caso, una prestación adicional.
Y aun si el empresario pudiera elegir entre una u otra opción, el seguro privado no contempla para el trabajador todas las prestaciones sociales que tiene el IMSS.
“Creo que vale más la pena exigir mejores servicios del sistema de salud que salirse por otra vía, como la de los servicios privados, porque lo único que estos cubrirían es la parte de salud pero no te dan el resto de servicios de la seguridad social que tienen que ver con pensiones, guarderías y otro tipo de indemnizaciones”, apunta la especialista del IMCO.
AUSENCIA DE INDICADORES
Fátima Masse también considera que los indicadores de percepción, como es el caso de la satisfacción, son insuficientes para medir la calidad de los servicios, no sólo en el IMSS, sino en todo el sector salud.
Aun si la metodología con la que el instituto levanta sus encuestas es la apropiada, la percepción tiene un sesgo por el lado de los pacientes. Masse lo explica así: “Si a un paciente le tocó la dicha de tratar con un médico amable, sensible… puede ser que el doctor no necesariamente sea tan bueno, pero trató bien al paciente y este va a decir que es una maravilla”.
Debido a este tipo de sesgos, la especialista considera esencial combinar la percepción con otra batería de indicadores que reflejen de forma más objetiva la calidad del servicio por el que trabajadores y empleadores pagan. El problema, sin embargo, es que tales indicadores no existen en México.
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“Quisiera ver indicadores, por ejemplo, de pacientes diabéticos que evitan una amputación porque eso te diría que en el primer nivel están bien controlados y se hacen esfuerzos en ese sentido.
“Otro, por ejemplo, es el tipo de medicamentos que reciben (los pacientes) para cierto tipo de padecimientos. Tampoco lo podemos captar. En vez de eso tenemos un indicador terrible, que son recetas surtidas, porque puedes generar incentivos perversos: si yo soy un médico, para que no me califiquen mal le doy al paciente de hipertensión aspirinas o cualquier otra cosa que sí haya en la farmacia de la clínica”, considera Masse.
Sin esta clase de indicadores, la investigadora del IMCO opina que es difícil saber si la calidad del servicio está mejorando o no. “Ojalá, a raíz de esta pandemia, nos estemos moviendo hacia esas mediciones que ya las está haciendo la mayoría del mundo y que en México estamos bastante atrasados”.
@saulhht