¿Cómo será la ceremonia de toma de posesión de Sheinbaum? Aquí con AMLO en su última gira conjunta supervisando el Tren Maya. Foto: Cuartoscuro.com.
EMEEQUIS.– No todas las transiciones de gobierno han sido tersas o inmaculadas. Algunas han marcado el matiz de la gestión que aperturan, mientras que otras han sido distantes del devenir sexenal
Del “tedeum” de Vicente Fox en 2000 a la toma de poder adelantada de Andrés Manuel López Obrador en 2018; de la captura de tribuna de 2006 para impedir el juramento constitucional de Felipe Calderón, al acto en que el michoacano entregó la administración a Enrique Peña Nieto en 2012, en un acto televisado desde Palacio Nacional, la transmisión del poder suele revelar también los pendientes del presidente saliente y las prioridades del entrante, no siempre concordantes.
De los salientes, unos guardan silencio sepulcral tras entregar el mando, y se pierden para siempre en las sombras ―protectoras― de la vida privada. Otros tejen complejas tramas, siempre estériles hasta ahora, para retener alguna dosis de poder sobre el sucesor, como ocurrió con Luis Echeverría en el sexenio de José López Portillo.
También figuran, entre los salientes, quienes hasta el último de sus días litigan respecto de los tiempos que les tocó mandar, en una batalla perdida con la historia, incapaces de admitir que tuvieron ya su turno.
No han faltado los que dejan como último acto de poder una herencia maldita, para cobrar cuentas pendientes con sus ineluctables malquerientes y complicar, simultáneamente, la gestión de su sucesor, quizá con la esperanza vana de ser llamados aunque sea por consejo. Así sucedió con José López Portillo, que nacionalizó la banca en su último informe de gobierno, y que obligó a su sucesor Miguel de la Madrid, a recetar la dura medicina de la austeridad nacional ―una de verdad―, desde el discurso inaugural de su gestión.
Otros se entregan a nostálgicas giras de cierre, las cuales es difícil despojar de un funéreo acento; y a una compulsiva inauguración de obras, que casi nunca son la medida de su paso por el poder.
Y entre los mandatarios entrantes, los hay quienes se han sentido impelidos a dar un rápido golpe de timón, un manotazo espectacular, o se han apresurado a acometer el “parricidio” político con su antecesor, incluso enviándolos a misiones diplomáticas imposibles.
Ante la asunción de Claudia Sheinbaum Pardo como presidenta de México, EMEEQUIS presenta la revisión de un puñado de estampas de las transmisiones del poder en México, espejos en cuyo reflejo quizá puedan escudriñarse con mejor tino las claves del cambio de mando que está por ocurrir.
Sheinbaum llega a su juramento constitucional en medio de conjeturas públicas sobre la permanencia de AMLO con determinado nivel de influencia en la futura gestión. La realidad de esas afirmaciones están ya por confirmarse o desmentirse.
1994. SALINAS – ZEDILLO. LA PROMESA DEMOCRÁTICA
No en todos los casos el protocolo fue lo más relevante. En 1994, lo fue el discurso. El país se hallaba herido por la violencia política, principalmente por el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial priísta que Ernesto Zedillo sustituyó.
El mandatario entrante aludió brevemente al difunto: “Con honda, con irremediable tristeza, evoco al amigo, al compañero, al líder: a Luis Donaldo Colosio. Sabré honrar su ejemplo de amor y servicio a México”.
Apenas mencionó al presidente Carlos Salinas, y eso, sin las zalamerías acostumbradas en ese tipo de discursos: “Sucedo, en esta investidura, a un presidente que gobernó con visión; que con inteligencia y patriotismo concibió grandes transformaciones y supo llevarlas a cabo con determinación. Le expreso mi respeto y mi reconocimiento”.
Pero se centró en la deuda histórica del PRI con la sociedad, es decir, la ausencia de una democracia electoral plena y una vida republicana auténtica:
“Ha llegado el momento de unirnos en la construcción de una nueva democracia (…); un nuevo código ético entre los contendientes políticos y una reforma electoral definitiva. Ha llegado el momento en que la democracia abarque todos los ámbitos de la convivencia social. Ratifico mi convocatoria a todos los partidos, a todas las organizaciones políticas y a las agrupaciones ciudadanas, para participar con espíritu franco y resuelto en la democratización integral de nuestra vida, de nuestra nación. (…) Construiremos un régimen presidencial mejor equilibrado por los otros poderes del Estado. (…) La premisa de las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo es el estricto respeto de su autonomía. La composición plural del Congreso de la Unión representa un factor fundamental para su independencia política.”.
Por entonces, se tomó como un discurso más de buenas intenciones que suelen decirse en ocasiones semejantes. Pero en 1996 se registró la reforma electoral más relevante de la historia del país, en 1997 el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, y en 2000 ocurrió la alternancia en la presidencia de México.
2000. ZEDILLO – VICENTE FOX. EL “TEDEUM”
En 2000, apenas tras terminada la ceremonia constitucional en la que entregó la banda presidencial, Ernesto Zedillo desapareció. Era la hora de Vicente Fox quien, rápidamente, dio cuenta de su hechura: en sólo un día estropeó el alborozo por la primera alternancia de partido en el poder en la historia mexicana, con los matices religiosos más cercanos a un ceremonial monárquico que republicano con que dotó a su acto de asunción al poder.
Antes de ir al Congreso a rendir protesta, Fox acudió a efectuar un acto de acción de gracias en la Basílica de Guadalupe. Luego, en su discurso de toma de posesión en San Lázaro, se dirigió, antes que a la soberanía nacional, a sus cuatro hijos.
Tras el juramento constitucional, efectuó un acto en el Auditorio Nacional, en el que se hizo entregar un crucifijo, de manos de una de sus hijas, con su recién nombrado gabinete en pleno, sobre alfombra púrpura, delante de la bandera nacional. Infantes, damas, pajes.
Y eso, después de que los diputados priístas habían gritado al nuevo presidente: “¡Juárez! ¡Juárez! ¡Juárez!”, en alusión a la naturaleza laica del Estado mexicano, consagrada en la Constitución.
2006. FOX – CALDERÓN. LA PUERTA DE ATRÁS
En 2006, Felipe Calderón ingresó al recinto legislativo por la puerta ubicada tras las banderas de la tribuna de San Lázaro, debido a la toma de tribuna que los obradoristas efectuaron con tres días de anticipación, pues se negaron a reconocer los resultados validados por las autoridades electorales.
El acto ocurría después de meses de bloqueo del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México operado por la estructura electoral del candidato perdedor, López Obrador, una onerosa instalación de protesta, tanto por el costo de su propio sostenimiento, como por las pérdidas económicas del ecosistema comercial de la zona.
Calderón rindió su juramento constitucional entre empujones, apretones y jaloneos de diputados, así como gritos de “usurpador” que le lanzaba la oposición obradorista.
En una sencilla ceremonia adicional, en la residencia oficial de Los Pinos, con la presencia de los gabinetes saliente y entrante, el presidente Vicente Fox entregó una bandera a su sucesor, quien la recibió y prometió defenderla con su vida si era preciso Se entonó el himno nacional.
2012. CALDERÓN – EPN. REFINAMIENTO DEMOCRÁTICO
En 2012, Felipe Calderón implementó un inédito protocolo de transmisión del mando a Enrique Peña Nieto, televisado en directo desde Palacio Nacional en el primer minuto del primero de diciembre de 2012, antes del juramento constitucional.
La ceremonia incluyó una especie de visita guiada y la entrega del despacho presidencial; la ceremonia de cambio de escoltas de los cadetes del Colegio Militar en el Patio de Honor, y un breve mensaje de los mandatarios.
Peña tomó protesta a su gabinete, y dió un breve mensaje: “En el primer minuto de este día ha entrado en funciones el nuevo gobierno de la República; ha concluido así una transición ordenada, legal y transparente. Este proceso ha contribuido a preservar la estabilidad política, económica y social de la nación. México ha dado cuenta de madurez democrática y solidez institucional”
La joven democracia electoral mexicana parecía haber alcanzado una refinada civilidad.
2018. EPN – AMLO: TOMA DE PODER ADELANTADO
En 2018 el mexiquense repitió el acto en el antiguo palacio de los virreyes con Andrés Manuel López Obrador, quizá con la intención de reforzar la tradición. Pero el tabasqueño había dado ya su toque personal a la transición: comenzó prácticamente a gobernar desde el día siguiente de su triunfo electoral, mientras el presidente aún funciones, Enrique Peña Nieto, se difuminaba.
Para agosto, el mes posterior a la elección, ya habían ocurrido dos reuniones privadas entre AMLO y EPN. En ellas, el tabasqueño comprometió al mexiquense, según se difundió puntualmente, a presentar diversas iniciativas legislativas antes de concluir su mandato, para perfilar el de la nueva administración.
Y cuando llegó la fecha constitucional, el primero de diciembre de 2012, destacó en la asunción de López Obrador la transmisión televisada del cambio de mando de los titulares de Defensa Nacional y Marina.
Ya desde la noche del triunfo electoral, una inmediata escolta militar había llegado a custodiar a AMLO. La aparente orientación pretoriana no parece haber abandonado al de Tepetitán a lo largo de su gestión.
2024. AMLO – SHEINBAUM. ¿LA SOMBRA DEL CAUDILLO?
La aún presidente electa, Claudia Sheinbaum, enfrenta un conflicto diplomático con España por no incluir entre sus invitados a su toma de posesión al monarca español Felipe VI. Un conflicto en el que el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, ha participado.
El conflicto ocurre en medio de especulaciones públicas sobre la probable permanencia del poder del tabasqueño en algún nivel de influencia o poder extralegal durante el próximo sexenio.
A las conjeturas parece haber contribuido el tabasqueño: más de 25 veces mencionó la posibilidad de su reelección a lo largo de su mandato, a veces sin pregunta de por medio y asegurando que no la buscaría. Se efectuaron encuestas telefónicas al respecto; controló hasta el último minuto la operación política en el Poder Legislativo para aprobar la reforma judicial y la asimilación de la Guardia Nacional al Ejército; su hijo fue colocado como secretario de Organización de Morena, partido en el poder; y hasta ha contestado con evasivas la situación de su mudanza de Palacio Nacional.
Por si fuera poco, AMLO se sirvió con la cuchara grande en el gabinete claudista: de 26 perfiles anunciados para cabezas de dependencia del gabinete legal y del staff presidencial, sólo seis pertenecen al círculo de confianza de Sheinbaum; y 15 son herencia directa de la gestión del tabasqueño.
Pero la hora de la verdad está en puerta.
@estedavid