EMEEQUIS.– Si uno mira el cielo a diferentes horas, verá como el azul se va opacando con el transcurrir del tiempo. Entonces aparece la nata café que nos hace notar que, pese al llamado al aislamiento y al freno a toda actividad no esencial por el COVID–19, la contaminación sigue ahí.
Desde el 23 de marzo pasado, cuando Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud encargado de la batalla contra el coronavirus, declaró Fase 2 de la pandemia en México, las calles se notan menos concurridas, miles de negocios cerraron y el ruido de los claxons a las siete de la mañana de quienes se apresuran para llegar al trabajo ya no aparece.
Pero la contaminación no se va. Actualmente, en las ciudades más pobladas de México continúan altos niveles de ozono o partículas suspendidas.
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La contaminación tiene repercusiones negativas a corto y largo plazo en la salud de la población en México y en el mundo, las mismas que aumentan los niveles de vulnerabilidad ante una pandemia como la que estamos viviendo, explica el doctor Gerardo Ruiz Suárez, coordinador general de Contaminación y Salud Ambiental del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INEEC).
“(Aún) sin pandemia, con la contaminación surgen problemas cardiovasculares, alergias y la exposición prolongada puede dar lugar a Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) –uno de los factores de riesgo que se han presentado en las defunciones por COVID en México–”, detalla el especialista.
Pero no es todo, la mala calidad del aire que respiramos todos los días nos hace más sensibles a cualquier bacteria o virus. “En cualquier ciudad contaminada el riesgo de contagio por COVID–19 es más alto y el riesgo de que el contagio resulte en un caso más grave también es mayor”, enfatiza.
CIELOS LIMPIOS, ARMA CONTRA EL VIRUS
No es el único que considera que la mala calidad del aire juega un papel relevante en esta pandemia. Marshall Burke, profesor del Departamento de Ciencias del Sistema Terrestre y miembro del Centro de Seguridad Alimentaria y Medio Ambiente de la Universidad de Stanford, analizó recientemente la relación entre la interrupción económica en China, la contaminación y el COVID–19.
“Calculo que las reducciones en la contaminación del aire en China, causadas por esta interrupción económica, probablemente salvaron 20 veces más vidas en China que las que se han perdido actualmente directamente debido a la infección con el virus en ese país”, escribió para Global Food, Environment and Economic Dynamics.
El profesor, quien ha centrado sus investigaciones en “los impactos sociales y económicos del cambio ambiental”, analizó, junto con otros seis especialistas, la cantidad de materia particulada 2.5 (PM2.5 por sus siglas en inglés) que hubo en cuatro ciudades de China entre el 1 de enero y el 1 de marzo para contrastarlas con el número de estas partículas que hubo entre 2016 y 2019.
Estas partículas microscópicas contienen sustancias químicas orgánicas, polvo, hollín y metales y, según la Oficina de Medio Ambiente de California, pueden provenir de los automóviles, camiones, fábricas, quema de madera, volcanes y otras actividades. Como son muy pequeñas, es muy fácil que ingresen a los pulmones y están relacionadas con problemas cardíacos y pulmonares de la población. Afectan principalmente a niños y adultos mayores.
Según el análisis de Burke, tras el decreto de cuarentena en China, se nota una reducción de estas partículas en relación a los cuatro años anteriores, por lo que concluye que, mínimo, se “salvaron mil 400 menores de 5 años y 51 mil 700 mayores de 70 años”.
Aunque si se quiere medir con una óptica más optimista, dice, “tener dos meses de reducciones de PM2.5 probablemente ha salvado la vida de 4 mil niños menores de 5 años y 73 mil adultos mayores de 70 años en China”.
“Las vidas salvadas debido a la reducción de la contaminación son aproximadamente 20 veces el número de vidas que se han perdido directamente por el virus”, argumentó considerando que al 8 de marzo, cuando cerró el análisis, había únicamente 3 mil 100 muertes por coronavirus en China.
El SARS Y SU RELACIÓN CON LA CALIDAD DEL AIRE
El estudio Burke y los comentarios del doctor Ruiz Suárez no son los únicos que se han centrado en la vulnerabilidad que hay entre los habitantes de ciudades contaminadas ante pandemias como la del coronavirus.
En 2003, especialistas de la Universidad de California, Universidad de Fundan y del Centro Provincial para el Control y Prevención de Enfermedades de Nankín, China, analizaron la relación entre los decesos de las personas que padecieron el entonces nuevo Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) y el nivel de contaminación que había en el aire, pues “la letalidad del SARS varió entre las áreas geográficas”.
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Tras analizar cinco regiones en donde se presentaron más de 100 casos letales de SARS determinaron que había “una asociación positiva entre la contaminación del aire y la letalidad del caso de SARS en la población china”.
LA CONTAMINACIÓN PERSISTE
En la Zona Metropolitana del Valle de México, por ejemplo, a las 15 horas del martes 7 de abril había riesgo alto para los habitantes y el Índice Aire y Salud marcaba niveles malos. Una semana antes, a la misma hora, el riesgo era alto, había PM2.5 y la calidad era mala. En Jalisco la calidad es regular, lo mismo en Hidalgo.
Como el nivel de contaminación de las ciudades más pobladas de México continúa con altos niveles de ozono o partículas suspendidas, su relación con la vulnerabilidad al COVID–19 y otras enfermedades respiratorias no puede ser ignorada.
De acuerdo con Greenpeace México, la calidad mala a muy mala del aire en el Valle de México perdura porque el aislamiento “no es suficiente para disminuir los altos índices de otros contaminantes en el aire que hemos acumulado por todos estos años y que son los responsables del cambio climático”.
Agrega que, aunque con la pandemia sí ha habido reducción de emisiones contaminantes en el mundo, las concentraciones no han disminuido. Ejemplifica: en China se redujeron 25% las emisiones de bióxido de carbono durante cuatro semanas, en Italia 10% menos de dióxido de nitrógeno, sin embargo, los contaminantes en la atmósfera no se han reducido.
Aún sin la pandemia, vivir en sitios con contaminación del aire se ha vinculado con tasas más altas de enfermedades pulmonares, indica el INEEC en un comunicado, además de reforzar la premisa de que los contaminantes atmosféricos tienen una relación con las admisiones hospitalarias que tienen como diagnóstico infecciones respiratorias bacterianas y virales.
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En este sentido, Gerardo Ruiz invita a seguir las recomendaciones de las autoridades. Considera que quedarse en casa es la única forma de combatir la epidemia desde lo individual: “reduce el riesgo de contagio y el número de emisiones contaminantes que producimos, es la forma de proteger a los más vulnerables”.
“Quizás, si sobrevivimos, COVID-19 nos ayudará a encontrar formas menos contaminantes de hacer nuestro trabajo. Nuestra forma normal de hacer las cosas podría necesitar ser interrumpida”, remata Burke en su estudio sobre la relación de la mala calidad del aire respecto al COVID.
@AleCrail