EMEEQUIS.– Juan Carlos Bivian Paniagua recuerda que durante muchos años su sueño era interrumpido por insectos del tamaño de una semilla de manzana, con múltiples patas, que chupaban su sangre en cuanto cerraba los ojos.
Llegó a la Escuela Nacional para Ciegos “Lic. Ignacio Trigueros”, dependiente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en la Ciudad de México, hace 12 años. Desde entonces, las chinches, esos insectos rojos transmisores de enfermedades, formaron parte de su vida. “Hasta pareciera que llegaron conmigo, pero no es cierto, ya estaban”, dice, riendo.
Sin embargo, desde hace un par de semanas las cosas cambiaron. Las chinches ya no están y con ellas se fue la sensación de que, con cada piquete, además de succionar la sangre, estos insectos también sustraían la energía de Juan Carlos.
LA DENUNCIA QUE FUE ESCUCHADA
A inicios de diciembre del año pasado, EMEEQUIS dio a conocer que a Juan Carlos y a un grupo de alumnos compuesto por otros seis hombres y dos mujeres, todos ciegos, se les negó el servicio de comedor y de dormitorio por cuatro días, en el plantel dependiente de la SEP.
Rosa Gabriela Morales Sandoval, entonces directora de la escuela, afirmó que la relación entre la institución y ellos había “terminado”. Argumentó que si no estaban inscritos no podían tener acceso a los servicios de comedor y dormitorio, como pedían.
Esto a pesar de que todos ellos habían ingresado a la institución bajo un reglamento que les permitía estudiar en otras instituciones y recibir ese apoyo.
Además, un funcionario de Educación Especial de la SEP les dijo que la escuela “no era un depósito de ciegos”, en una reunión sostenida a finales de noviembre con ellos, dijo Juan Carlos a EMEEQUIS.
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Frente a esta situación, además de la presencia constante de chinches, basura, sin olvidar malos manejos del servicio de comedor, los alumnos decidieron interponer dos amparos ante juzgados federales en materia administrativa del Poder Judicial de la Federación (PJF).
Con ellos, suman seis amparos interpuestos desde 2014, año en el que entró un nuevo reglamento que causó fricciones entre la administración de la escuela y ellos.
LES RESTAURAN SUS DERECHOS
Luego de que EMEEQUIS publicara una nota periodística sobre esta problemática, y que se les otorgara la suspensión definitiva en dos amparos interpuestos en los juzgados décimo segundo y primero en materia administrativa en diciembre del 2019, las cosas han cambiado.
“Se queda nuestra situación en la escuela tal y como estaba antes de las acciones que realizó la directora aquí, ya no está. Es decir: vamos a seguir gozando de servicios de dormitorio y comedor, tal como lo habíamos venido haciendo desde nuestro ingreso”, detalla.
La directora fue removida de su cargo. “la Dirección General de Educación Especial decidió removerla de su cargo”, pormenoriza.
En esa escuela, localizada en la calle Mixcalco número 6, en el Centro de la Ciudad de México, Juan Carlos aprendió a valerse por sí mismo. Logró cursar la primaria y la secundaria.
Después estudió la prepa y la universidad en otras escuelas públicas, pero siguió recibiendo el apoyo del servicio de comedor y dormitorio que ofrecía esa institución a los alumnos que ya habían cursado los niveles de educación básica.
“TENÍAN UN OLOR A SANGRE PODRIDA”
Desde que Juan Carlos recuerda, su intención de dormir era de pronto frustrada por esos insectos diminutos que estaban en los dormitorios de la escuela y recorrían su cuerpo.
“De pronto empiezas a sentir que estos animales recorren tu cuerpo y dices: ay, no, qué miedo. Incluso llegaba a salir y dormir en una de las bancas, porque era terrible. Me da no sé qué, porque tú percibes esa sensación de animales que van recorriendo tu cuerpo, que por inercia y naturaleza (hace) que los quites de ti”, describe al otro lado del teléfono.
“(Se) alimentan de ti y empiezan a caminar. Es cuando te puedes percatar de su olor porque es muy muy fuerte (…), así como a sangre podrida”, detalla Bivian Paniagua, quien está a punto de terminar su licenciatura en derecho por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
Cuando tronaba las chinches después de éstas habían comido, recuerda, “están más gorditas, infladitas. Truenan y huelen horrible”. Pero esos diminutos animales que son transmisores de la enfermedad de Chagas, catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “potencialmente mortal” y que lo picaron muchas veces, no eran el único problema en la vida de Juan Carlos.
El también pedagogo describe que la limpieza en la escuela era deficiente, pues los dormitorios estaban llenos de basura. Además de que las colchas y otra ropa de cama con la que se cubría, estaba rota por el uso.
“Los dormitorios (estaban) llenos de basura, el personal no hacía la limpieza de manera adecuada”, alerta.
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Ahora Juan Carlos se siente “tranquilo (y) contento porque ya no están molestando a mis compañeros, al menos las autoridades, con la energía para seguir incidiendo para que las cosas estén mejor”, afirma.
“Ya cambió el ambiente, se siente diferente: son colchones, sábanas nuevas, ahora ya están haciendo todos los días el aseo y fumigaron durante tres días (…) sí cambió bastante, esperemos que eso se mantenga”, dice.
“Llego y he descansado bien rápido (…) ahora sí tuve un sueño reparador”, explica.
@vancg_