EMEEQUIS.– Jenna Vehviläinen no puede salir a trotar con su novio. La cuarentena impuesta por el gobierno italiano desde hace una semana se lo impide. “No puedo ir con mi novio al parque, si quiero ir a un parque tengo que ir sola. Puedo salir a trotar, pero no al gimnasio. Los gimnasios están cerrados. Mi estudio de yoga está cerrado”.
La vida de Jenna, una periodista finlandesa de 31 años, ha cambiado. Desde el lunes, Roma, la ciudad en donde vive, ha sido puesta en cuarentena al igual que toda Italia.
“Mi vida ha sido afectada masivamente con el brote de coronavirus. Estamos en completa cuarentena yo y otros 16 millones de italianos”, dice frente a su computadora.
Ella, como muchos otros, tiene que trabajar desde su casa. “Estoy haciendo mis reportes desde el balcón”, dice, señalando hacia una ventana. Allí, en ese balcón, Jenna grabó cómo sus vecinos cantaban en coro y asomados desde sus casas, la canción “Volare”, hace un par de días.
Italia es el país que ha tomado las medidas más drásticas en toda Europa para atacar este virus. Hasta la noche de ayer, el gobierno registró 1,890 muertes y 24,603 infectados de esta nueva cepa de coronavirus que ha sido nombrada COVID-19.
Este virus inició en la provincia de Wuhan, China, el 31 de diciembre del año pasado y ya se ha expandido a 144 países en todo el mundo.
En Roma las personas tienen que mantener una distancia de un metro entre ellas al hacer cola para entrar al supermercado. “Se ve raro, las personas en las calles paradas a un metro de distancia entre una y otra (…) Es frustrante y todo tarda más tiempo. Nadie está tomando el transporte público”, cuenta la periodista.
A pesar de todo, las personas que viven en la misma ciudad que ella, en el mismo vecindario, se mantienen tranquilas. “La gente está actuando relativamente calmada. No ha habido pánico, ni algún tipo de agresión, al menos en mi ciudad, en mi vecindario”, dice.
La vida en las calles de La Ciudad Eterna, se ha parado desde hace una semana. Las universidades están cerradas, los comercios, los museos y la oficina de Jenna. Sólo permanecen abiertos supermercados y farmacias a las que las personas tienen que ir en auto o a pie porque nadie está tomando el transporte público.
“No puedo ver a ninguno de mis amigos o salir a cenar porque todo está cerrado”, comenta. Estas medidas se mantendrán en todo el país hasta el próximo 3 de abril, cuando el gobierno informará si se extiende o se retiran.
Y aunque los italianos son personas positivas, confiesa Jenna, ella ha escuchado rumores de que en el norte del país ya no se puede ir a los hospitales, porque están llenos de infectados de coronavirus.
“Pienso que la situación definitivamente no está bajo control. La gente está de alguna manera asustada, preocupada por la gente mayor”, alerta.
NUEVA YORK: FILAS POR MOSTAZA
Laura Martínez necesitaba una mostaza y su novio salió a buscarla. Fue a tres supermercados en la ciudad de Nueva York y no pudo comprarla. “De plano no pudo con las colas. Eran unas colas infernales para comprar una mostaza”, dice la editora.
“Los supermercados están abarrotados y hay cosas que faltan”, comenta la periodista mexicana que vive en la isla de Manhattan.
“Yo creo que hay mucho pánico, pero también hay mucha precaución, lo cual es bueno”, describe. Ella y la mayoría de sus colegas, que están en San Francisco, han comenzado a trabajar en sus hogares desde el jueves pasado y se mantienen en constante comunicación por videollamadas para hacer su trabajo.
Y aunque a Laura le encanta trabajar desde casa, también extraña la convivencia diaria con sus compañeros. “Extraño la comunidad, la chorcha en la cocina, con mis colegas, con la gente de acá”.
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En Nueva York, como en todo Estados Unidos, la vida ha cambiado. Esta ciudad, habitualmente llena de tránsito en sus calles, nocturna, de teatro y espectáculos, ha cerrado sus bares y restaurantes.
El viernes de la semana pasada, Donald Trump, el presidente, decretó de manera formal el estado de emergencia en todo el país e impuso un cierre de al menos 30 días en sus fronteras a todos los viajeros de Europa continental, exceptuando a sus connacionales.
Nueva York es el estado en donde se han registrado más casos confirmados en todo Estados Unidos, con 729 y 3 muertes, de un total de 3,244 casos confirmados y 61 muertes relacionadas con este virus en esa región.
“Yo sólo espero, y toco madera, que por acá no nos contagiemos y sigamos haciendo todo lo posible para que no nos toque”, reconoce Laura.
CALGARY: NO PUDO VENIR A MÉXICO
Nallely Ortigoza tenía planeado venir a la Ciudad de México desde Calgary, Canadá, para ir a un bautizo y al doctor, pero decidió hace unos días cancelar el viaje que haría con su esposo.
Ambos tenían también varios trámites pendientes y cosas que arreglar de su trabajo, pues hace tres meses se fueron a vivir a Calgary por la inseguridad que hay en México.
Su vida no ha cambiado drásticamente en estos últimos días. Ellos solían trabajar a distancia, en su computadora, desde casa. Ella es periodista y él es abogado, con un despacho en México.
“Tenemos miedo de quedarnos atorados en México o en Vancouver. Aquí si llegas de cualquier viaje internacional, por propio respeto, a la gente tiene que autoasilarte durante 15 días hasta mostrar síntomas”, precisa la joven de 35 años.
Incluso Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, se auto aisló después de Sophie Grégoire, su esposa, diera positivo al COVID-19.
El viernes el gobierno canadiense anunció una serie de medidas para frenar la propagación de este virus. Entre ellas recomendó a sus ciudadanos no viajar a otros países si no es necesario, además de retrasar la temporada de cruceros para julio, con lo que las tripulaciones con más de 500 personas no podrán parar en ese país.
Hasta el día de ayer, se registraron 313 casos confirmados de esta nueva cepa de coronavirus.
“La Universidad de Calgary, que es una de las más importantes aquí, ya canceló las clases. (…) Se suspendió el parlamento, entonces, por lo pronto tampoco hay Congreso”, informa la periodista desde su hogar.
En el lugar en el que ella vive las personas han salido a los supermercados a abastecerse de comida y papel de baño. Para entrar a Costco, detalla, tuvo que hacer fila a las nueve de la mañana. “Fuimos al Costco y era la locura. Era, de verdad, como una película de zombies”, comenta a forma de broma, pero con un semblante preocupado.
En Walmart, específica, le tocó ver estantes vacíos. Las llamadas compras de pánico comenzaron antes de que la cifra de infectados por COVID-19 se dispararan. En Calgary hace dos semanas personas que se oponen a la construcción de gasoductos en la región pararon vías de tren y eso afectó el suministro de productos, como el papel higiénico.
Desde entonces miles de personas salieron a comprar a los supermercados insumos como papel higiénico y agua embotellada. La semana pasada ella tenía que ir por papel de baño y compró el último paquete. Ya no había más.
A pesar de este clima de incertidumbre y pánico, Nallely dice que la gente está muy consciente “de que del virus no se va a morir”.
Sus amigos y colegas están tranquilos. Incluso, han ido a comprar juegos de mesa por si les toca realizar cuarentena. “La gente, fuera de la compra de víveres alocada, está tranquila”.
MADRID: UN FUTURO INCIERTO
José Molina Beltrán siente incertidumbre por el futuro. Está preocupado porque sus planes de terminar el último semestre de su carrera en Ingeniería en Computación en Madrid, España, podrían verse truncados.
Llegó en enero a la Universidad Carlos III, en esa ciudad, para cursar el último semestre de su carrera allí. Normalmente lo cursaría en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero logró obtener un intercambio a España para el décimo y último semestre de su carrera.
Terminaría su estancia en junio, pero tuvo que comprar un vuelo de emergencia para regresar a la Ciudad de México, donde vive con su familia, después de que la escuela donde toma clases en Madrid suspendiera actividades desde el miércoles de la semana pasada y el gobierno decretara el estado de emergencia por 15 días a partir del sábado.
“Pudiera ser que no llegara a terminar mi estancia acá de movilidad por estas cosas que están pasando”, comenta el universitario.
Sus compañeros de clase y amigos de intercambio de otros países se “espantaron” y ya no quisieron salir después de la suspensión de actividades. Desde el jueves pasado se ordenó que todos los comercios cerraran sus puertas, con excepción de farmacias y tiendas de alimentos.
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“El sentimiento es de miedo a tener que abandonar el intercambio, que es algo por lo que varios han peleado mucho”, describe.
Él salía los jueves, viernes y sábados. Estaba prácticamente todo el tiempo fuera de su casa en Madrid y pasó de caminar libre por las calles a estar “confinado” en casa.
Allí la gente siente temor, dice. Temor de que se siga esparciendo este virus, de que todo siga parado y ese temor se ve en las compras de pánico.
Antes de que todo esto pasara, planeó asistir el, domingo, a Cuenca, y quería viajar a Amsterdam esta semana, pero en lugar de eso tomó un vuelo exprés a la Ciudad de México con un equipaje de mano. En Madrid dejó sus cuadernos, zapatos, ropa de invierno y la escuela donde estudiaba su último semestre. Dejó lo más para regresar a su país de origen.
Antes de tomar ese avión, José estaba preocupado porque sus amigos de intercambio de otros países le contaron que en el aeropuerto limitan el acceso a las personas que presentan algún síntoma del coronavirus. Si se detecta fiebre, tos seca, dolor de garganta o dificultad para respirar, esa persona no podrá subir al avión. Pero él lo logró y desde el día de ayer está en su ciudad de origen, con su familia.
Y deja, por dos semanas al menos, la ciudad madrileña en la que ayer se registraron 3,554 casos, de un un total de 7,753 en toda España, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud español.
TESTIMONIO DE EDUARDO
CRACOVIA: CIUDAD FANTASMA
Mario Landetta ha tenido que parar su vida de golpe. “No hay tiempo de asimilarlo. Fue de un día para otro que avisaron esto. Cerraron todo”, confiesa el joven profesor de español que vive en Cracovia, Polonia, desde hace cinco meses y medio.
La escuela donde da clases ha cerrado. Toda Cracovia ha detenido su fluir continuo, lleno de turistas. En estos días sus calles parecen como “de pueblo fantasma” y sus tranvías están vacíos por las medidas preventivas que ha tomado el gobierno.
“En mi trabajo íbamos a continuar clases, pero por las medidas anticipadas dejaron de ir. Tengo un grupo en la mañana que es de 13 personas, el del miércoles, y nada más fueron seis”, describe el mexicano de 24 años.
El 11 de marzo se anunció que, para el 15 de marzo, se cerrarían escuelas, cines, teatros, bares y todo lugar que no sea una farmacia o un supermercado.
“Esto reventó una histeria colectiva”, cuenta Mario, quien está en el proceso de adquirir la ciudadanía y tiene que quedarse allí. “Yo tengo una vida y de repente me dicen: tienes que pararla de golpe. (…) Llega la incertidumbre de que no compré comida y si sí es cierto que es una pandemia y no me preparé”, confiesa, angustiado.
Las filas en los supermercados son “larguísimas” y los estantes están vacíos. Toda esta situación lo tomó desprevenido y no alcanzó a comprar su despensa antes de que esto ocurriera. Todo esto pasó de un día para otro y ha tenido que abastecerse en tiendas cercanas de conveniencia, en donde ha podido comprar fruta y comida.
Al igual que en otras partes del mundo, en Cracovia, la gente ha reaccionado con compras de pánico. También se han generado una serie de rumores sobre posibles cierres de ciudades por parte del ejército.
“Tengo amigas que me están diciendo ‘tengo un amigo en el militar y está saliendo el rumor de que van a cerrar las grandes ciudades’, como parte de esto, no que realmente vaya a ser. Empiezan a surgir los rumores y las ideas y todo el mundo empiezan a volverse loco por esta situación”, cuenta. En Polonia se registraron 123 casos hasta ayer en la noche.
PARÍS: LA ÚLTIMA CENA
Paloma López fue a cenar con un amigo a un restaurante parisino. En la cena discutieron y un mesero se acercó a decirles: “no, no discutan, porque es su última cena de aquí a quién sabe cuándo”.
Desde el sábado, Emmanuel Macron ordenó el cierre de escuelas y comercios no necesarios en toda Francia, luego de decretar la tercera fase del coronavirus en ese país.
Por eso hoy la mexicana que vive en la Ciudad de la Luz no podrá trabajar desde su oficina, como normalmente lo hacía. Ella labora en relaciones públicas y la interacción con la gente es su fuerte. Por eso estas medidas “rompen” con su profesión.
Sus planes de viajar hoy a Marruecos, por vacaciones de Pascua, se pospusieron. “No se va a poder porque si viajas ya eres mal visto, al regreso es el examen médico de cajón. Son muchos gastos”, comenta.
Su rutina de nadar e ir al gimnasio se modificará también, aunque desde la semana pasada ya era difícil realizar ejercicio por las restricciones. Por ejemplo, explica, a la gente que viene de China le prohibieron nadar en donde ella nada.
Le contó a su jefe la semana pasada que fue a la piscina. “Enseguida entró en pánico y yo para tranquilizarlo tuve que decirle que hace semana y media no voy. De todos modos te mandan a examen médico. Es el pánico, es una situación que no es posible”, afirma.
Las medidas de prevención en su oficina y la limpieza arreciaron a la par del aumento de contagiados, que hasta ahora suman 5,400 casos confirmados y 120 muertes. El jueves pasado, cuando todavía podía ir, una persona acudía tres veces al día a limpiar su lugar, cuando antes de la pandemia lo hacía de dos a tres veces por semana.
Su jefe ha comprado computadoras portátiles para que sus colaboradores trabajen en casa y, antes de que se decretara el trabajo remoto, si algún compañero suyo tosía, lo enviaban a casa.
Sus conocidos evitaban compartir autos y subir a taxis. Los restaurantes, hasta la semana pasada, estaban casi vacíos y nadie se saludaba de doble beso.
“Mi jefe come solo. No nos quiere en la oficina. Eso me mata”, confesó el jueves de la semana pasada, cuando las medidas impuestas en su trabajo escalaron hasta llegar a la cancelación de juntas con proveedores italianos.
LONDRES: EL CAMBIO GRADUAL
A diferencia de las restricciones que tomó la gente cercana a Paloma para evitar los contagios, las amigas de Sofía Sánchez salían de fiesta en Montpellier, al sur de Francia. Allí, la semana pasada la gente en las calles se saludaba con un beso en cada mejilla.
“En Montpellier la gente seguía normal. Mis amigos seguían yendo de fiesta”, cuenta la periodista freelance que vivía allí hasta hace unas semanas y ahora está en Londres.
En Inglaterra pasaba lo mismo, la gente seguía de fiesta hasta el jueves pasado, pero ella decidió quedarse en casa con una amiga para evitar contagios.
La declaración de pandemia hecha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo no modificó la vida de la joven mexicana, pues ella ya trabajaba desde casa.
“Mi vida diaria todavía no se veía muy afectada. Lo que sí es que yo planeaba viajar a Italia en unas dos o tres semanas y eso ya evidentemente no pudo ser”, pormenoriza.
Sin embargo, cuenta, las personas que viven normalmente en el continente americano están preocupadas porque no saben cuándo cerrarán las fronteras, como ya pasó en Italia.
“Estoy aquí con una visa temporal de trabajo y esa visa justamente ya terminó, entonces vine a Londres. Mi plan era regresar a Francia y viajar un rato como turista antes de regresar a México, pero ahora el plan es regresar a México lo antes posible porque no sabemos si exista la posibilidad de salir más adelante”.
Contrario al jefe de Paloma, los franceses con los que ella ha interactuado están tranquilos. “Hay calma, no he visto supermercados vacíos en Francia y en Londres. La gente sigue normal”, afirmó el jueves pasado.
SANTIAGO: “ESTE GOBIERNO MATA MÁS PERSONAS”
Juan Manuel Rivera, un periodista chileno, está calmado. “(El coronavirus) No es algo para mí… creo que este gobierno mata más personas. Es mucho más peligroso”, dice con una voz que se inclina hacia abajo, triste.
“La gente está preocupada de otras cosas, como de las violaciones a los derechos humanos o que hay un plebiscito, etcétera, de todas las catástrofes que estamos viviendo”, afirma desde la ciudad de Santiago en una llamada por Skype.
El tema del coronavirus, que ha sacudido al mundo y que comienza a generar un clima de discusión en los países de Latinoamérica por el aumento de contagios y el cierre de fronteras en días recientes, apenas se posiciona en la mesa en esta parte del mundo.
El día de ayer, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunció que su país pasa a la tercera fase de contagio y ha decretado medidas como la suspensión de clases.
Y aunque en Chile, como en otros países de Latinoamérica, todavía no se registran compras de pánico de comida y agua, sí se han documentado estantes vacíos de gel antibacterial, desinfectantes y cubrebocas.
A decir de Juan Manuel, este tema se suma a otros más que ya estaban desde mucho antes de que estallara el brote de coronavirus en el mundo. “El coronavirus es un tema de los tantos temas que nosotros estamos viviendo”.
El uso excesivo de fuerza y actos de violencia en las protestas de “la primavera de Chile”, que ocurrió en noviembre del año pasado, son algunos de esos temas que preocupan. Una sacudida social hizo que miles de personas salieran a las calles a protestar por el alza en la tarifa del sistema público de transporte en Santiago.
Expertas y expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU condenaron el uso excesivo de fuerzas de seguridad por parte de las autoridades en ese país. De acuerdo con el informe publicado en noviembre, 20 personas murieron y 1,600 fueron heridas.
Sin embargo, el periodista lanza varias preguntas que le preocupan sobre el COVID-19 que ya suma más de 75 infectados en su país, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Chile.
“¿El sistema de salud está preparado para cubrir de una forma eficiente, no sé, si llegamos a más de un millón de personas contagiadas? (…) Yo creo que es una pregunta que se hace en todos los países de Latinoamérica. Si efectivamente nuestros sistemas de salud están preparados para una pandemia de esta envergadura”, cuestiona.
Angela Merkel, recuerda, señaló que hasta el 70 por ciento de la población puede llegar a infectarse si no se toman las medidas para evitar los contagios. Esa misma cifra se la han presentado otros periodistas a especialistas en Chile. Su respuesta es que no tienen clara esa cifra, que es difícil calcularla.
“Uno ya ve que hay una diferencia, no sé si negligente, pero ¿por qué ellos sí y nosotros no?”, pregunta Juan Manuel.
@vancg_