Donald Trump, poder y narcisismo. (Especial)
EMEEQUIS.– Imaginemos el rostro de Donald Trump, un hombre marcado por el poder y el conflicto. Sus labios, finos y casi descoloridos, revelan una atracción por el dominio. Un hombre que expresa esta pasión con actos de humillación hacia otros, dejando claro que el respeto no es parte de su código.
Su rostro, de líneas cuadradas y duras, sugiere a alguien de orgullo frágil; uno que se enciende con la mínima crítica, reaccionando con furia y en ocasiones, con acciones que buscan aplastar a quienes lo desafían.
Sus ojos, nerviosos y rodeados de blanco, transmiten una intensidad irritable, propia de quien se molesta con facilidad y está predispuesto a la confrontación.
La mirada de Donald Trump refleja desconfianza; recela y guarda rencor, una tensión acumulada que, en ese espacio de luz y sombra, puede reflejar el cansancio, la hostilidad y un agotamiento casi impenetrable.
Sin embargo, hay algo en su rostro que denota una dualidad fascinante. Las líneas profundas en su frente revelan a alguien pragmático, de una mente que combina ideales con una insaciable ambición de resultados. Una personalidad meticulosa y persistente que, en su afán por alcanzar sus metas, demuestra un interés marcado en lo financiero, buscando siempre la inmediatez.
En sus cejas, cortas y espesas, encontramos un indicio de su naturaleza rápida y activa, de carácter enérgico y de voluntad de liderazgo. Es el reflejo de alguien que se mueve impulsado por un dinamismo casi inquebrantable, aunque puede ser también impaciente y ansioso, rasgos que a menudo lo llevan a la irritabilidad.
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La nariz de Donald Trump, grande y recta, indica severidad, pero también una fuerza de voluntad que lo impulsa hacia adelante. Es el tipo de rasgo que habla de perseverancia y una capacidad de superar los obstáculos con temple.
La forma de su mandíbula, redondeada y suave, sugiere una inclinación hacia el confort y los placeres de la vida, mientras que su prominente mentón indica una fuerza de carácter y una disposición natural a destacar.
Este es el retrato de un hombre complejo, que busca escalar y controlar, dispuesto a ser un solitario en su lucha por el poder. Donald Trump es un hombre con rasgos de fortaleza y narcisismo, que sueña con admiración y éxito, aunque en el fondo podría albergar una sensación de vacío.
Es, en última instancia, el hombre que ha buscado construir muros, reales y simbólicos, mientras se aferra a su visión del mundo y su propio reflejo.
Este análisis detallado proviene de la Psicología del Rostro de Rebeca Rivera, una alumna destacada de Marina Pombar, catedrática en el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE).
@jose_guaderrama